Urge volver a València Pilar Portero
Un Orgullo a la ofensiva
En 2019, el escritor Ramón Martínez —una de las personas que mejor ha recogido y documentado la historia del movimiento LGTBI+ en España— publicaba Nos acechan todavía, un libro muy crítico que suponía una llamada de atención al activismo ante la posibilidad de dormirnos en los laureles en un momento en el que reinaba un clima favorable a los derechos de las personas LGTBI+.
Cinco años después, Ramón podría escribir un nuevo libro y titularlo esta vez Ya están aquí, como si un nuevo taquillazo de ciencia ficción al estilo de La invasión de los ultracuerpos se tratara. Porque sí, lo que hace pocos años podía parecer alarmismo, hoy es un cambio cultural de raíces profundas que se manifiesta en monstruos bien palpables. Lo vemos en la proliferación inédita de los discursos de odio —especialmente en las redes sociales—, en la deshumanización cotidiana que se ceba con las personas trans en muchos medios de comunicación, en el aumento de amenazas y agresiones en las calles, y también en los recortes de leyes y políticas públicas como el de Ayuso en la Comunidad de Madrid. Lo vemos en un contexto internacional de gobiernos de ultraderecha como el de Italia, donde Meloni ha tratado de retirar la filiación materna de sus hijos a las parejas de mujeres lesbianas; o Hungría, que prohíbe por ley a las librerías vender libros considerados propaganda LGTBI+ susceptible de “corromper a los menores”. Los discursos que vierte Vox aquí a diario son idénticos a los de aquellos países donde gobiernos ultras aplican estas políticas, por lo que podemos estar seguros de lo que llevarían a cabo si tuvieran mayores cuotas de poder.
Con todo esto no quiero aguarle “la fiesta” a nadie. Cada 28 de junio recordamos el origen del movimiento de liberación que nació en Stonewall, y que se abrió paso en nuestro país desde la clandestinidad, desde las imprentas ilegales, la redada del Pasaje de Begoña en Torremolinos (1971) o las manifestaciones disueltas a palos en el 77 en Barcelona y el 78 en Madrid. Rescatamos la memoria y celebramos los avances conquistados que nos hacen estar orgullosos de un país mejor. Y nos manifestamos, porque el Orgullo es, le pese a quien le pese, una manifestación contra quienes ejercen el poder contra esas libertades y derechos, que son patrimonio común de toda la ciudadanía y no solo de nuestra comunidad.
Celebramos los avances conquistados que nos hacen estar orgullosos de un país mejor. Y nos manifestamos, porque el Orgullo es, le pese a quien le pese, una manifestación contra quienes ejercen el poder contra esas libertades y derechos
Pero también toca hacer balance y levantar la mirada para encontrar una orientación estratégica en el panorama actual. Propongo algunas consideraciones al respecto:
En primer lugar, es más importante que nunca que mantengamos la capacidad de cohesionar la comunidad LGTBI+, de generar vínculos propios de solidaridad, de empatía y también una capacidad de debate que no nos haga perder de vista que lo que tenemos enfrente es mucho más grave que las diferencias que podamos tener.
En segundo lugar, estamos en un momento en el que parte del mundo progresista puede tener la tentación de pensar que lo LGTBI+ ya no ‘vende’ como antes, y que hay que abandonar nuestras demandas en favor de cosas ‘más importantes’, y supuestamente más materiales. Es un cuento viejísimo al que el movimiento LGTBI+ siempre se ha enfrentado pero que ahora recobrará vigencia. Asistimos a un rearme de la masculinidad hegemónica, cuyos efectos se van a sentir también en nuestras propias filas. Pero no hay nada más material que un botellazo al salir del metro por ser trans y no hay nada más importante que el derecho a poder vivir en libertad y sin miedo seas quien seas. No debemos permitir que nadie relegue a un segundo plano nuestra pelea fundamental.
La tercera consideración es que no debemos tampoco deslizarnos por ninguna deriva por la cual aceptemos la trampa de la ‘normalización’ frente al estigma que algunos tratan de resucitar. En todas las épocas ha habido voces reaccionarias que han tratado de distinguir entre homosexuales aceptables, ordenados y asimilables, frente a sujetos marginados a los que había que disciplinar. Nuestro movimiento nació para expresar la diversidad de cuerpos, de identidades, de formas de moverse y comportarse, la multiplicidad de deseos sexuales y de vidas posibles. El día que renunciemos a las plumas, al histrionismo, a la disrupción, a lo que incomoda o escandaliza, el día que no demos cobijo a todo lo que pone en cuestión las normas sociales de género estrechas que quieren imponernos, habremos perdido toda potencia de transformación. Parafraseando a Jean Genet, defendamos siempre a Las Hijas de la Vergüenza para seguir atravesando el espeso desprecio del mundo.
El día que no demos cobijo a todo lo que pone en cuestión las normas sociales de género estrechas que quieren imponernos, habremos perdido toda potencia de transformación
En cuarto lugar: no dejemos que nos arrebaten nunca la bandera de la alegría. El Orgullo es reivindicación. Pero la música, el baile, lo festivo, siempre han sido armas a nuestra disposición para conquistar el espacio público que históricamente nos estuvo vedado. Plantemos cara a los intentos de reducirnos a un mero reclamo comercial y turístico vacío de contenido, pero hagámoslo sin ceder ni un ápice en nuestra capacidad de llevar color allí donde nos quieren devolver al blanco y negro.
Por último, creo que es esencial ser tan críticos y exigentes con el Gobierno de coalición como conscientes de la enorme importancia de ser uno de los países que de momento ha impedido la llegada de la ultraderecha al poder. Empujemos por mayores cambios y celebremos los avances. Es una gran noticia el acuerdo impulsado por el Ministerio de Trabajo en materia de derechos laborales de las personas LGTBI+. Es muy importante también el reciente recurso de inconstitucionalidad frente a los recortes legislativos de la Comunidad de Madrid. Ojalá muy pronto podamos ver avanzar asuntos de máxima importancia como la penalización efectiva de las pseudoterapias de conversión, cuya prohibición actual sigue siendo insuficiente para hacer frente a un fenómeno que destroza vidas con impunidad y mucho más extendido de lo que la mayoría piensa.
El camino hasta aquí ha sido largo, pero hemos llegado más lejos de lo que muchos se atrevieron a soñar. Sabemos de dónde venimos y lo queremos todo: la irreverencia y la libertad en su sentido más amplio y radical, la lucha y los tacones, la reivindicación y la alegría. Quien nos quiere en una esquina, replegadas o sumidos en el derrotismo, nos encontrará de frente, a la ofensiva y desbordando orgullo. Nos va la vida en ello.
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Eduardo Rubiño es portavoz adjunto de Más Madrid.
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