El rey de la dana tiene una memoria muy selectiva Daniel Basteiro
23-J: Un año de gobierno pragmático y oposición inerte
Si hace un año hubieran leído una columna en la que se dijera que las derechas no sumarían, que Pedro Sánchez volvería a conseguir la investidura como presidente del Gobierno, que se reformaría la Constitución, que se aprobaría una Ley de Amnistía y que Illa estaría acariciando el Palau, probablemente pensarían que el analista de turno había perdido el sentido de la realidad.
Nada de esto ha sido sencillo ni admite análisis simples. En realidad, el 23-J la izquierda no ganó, pero la derecha perdió (y conviene no perder esto de vista). La investidura de Sánchez abrió grietas profundas en entornos socialistas porque se sabía unida a la misma ley de Amnistía que unas semanas antes el propio líder negaba. Dicha ley de Amnistía se está aplicando ya, y sus efectos se adivinan benéficos, pero la reacción de parte de la judicatura promete ser larga y beligerante. De la misma forma, la investidura de Illa sólo será posible si ERC consigue convencer a los suyos no sólo del mal menor, sino de que tienen algo que ganar, y es sabido que no valdrá cualquier cosa. Si a cambio va la reforma de la financiación autonómica, habrá de hacerse para las 17 singularidades que existen en España, si no se quiere profundizar las brechas entre los propios socialistas.
Independientemente de la valoración que cada cual tenga de cada uno de estos actos, el análisis detecta un elemento que todo ello tiene en común: la puesta en valor de la política pragmática, lo que algunos llamarían hacer de ella “el arte de lo posible”, o “hacer posible lo imposible”, o “ensanchar los márgenes de lo posible”, o en su versión más sanchista, “hacer de la necesidad virtud”. El principal activo de los protagonistas del Gobierno de coalición es haber sabido aunar sus intereses y los del resto del Parlamento frente a una oposición inerte, incapaz de reaccionar.
Desde las mismas candidaturas presentadas a las generales, en las que Sumar consiguió aglutinar a veinte formaciones a sabiendas de que era un partido “instrumental” que no tardó en estallar, a la negociación para la investidura in extremis haciendo un frente de la España plural frente a la derecha española, pasando por la propia ley de Amnistía o la forma como se está enfocando la negociación entre el PSC y ERC en Cataluña, todos estos movimientos han sido un ejercicio de pragmatismo. Habrá quien diga que esto supone priorizar el mantenimiento del poder al margen de la ideología. Otros contestarán que la mejor forma de poner en marcha una propuesta política e ideológica es gobernando, y que evidentemente España es plural.
Un año y un día después de aquel 23-J convocado por Pedro Sánchez en un movimiento que no sabíamos si calificar como audaz o temerario, todo lo vivido es la suma del éxito del pragmatismo del Gobierno y de una oposición inerte
Si todo esto ha sido posible no ha sido sólo por la habilidad negociadora del Gobierno de coalición, ni por la audacia de algunos de sus movimientos. Ha sido necesaria una oposición inerte, incapaz de reaccionar al resultado electoral del 23J, sin posibilidad alguna de romper el bloque de la investidura en cuestiones relevantes pese a la precariedad y vulnerabilidad del mismo. El Partido Popular, desorientado y sin estrategia definida, no consiguió llegar a la Moncloa, con todo a favor, por la enorme torpeza que supuso formar gobiernos y llegar a acuerdos con la ultraderecha a pocas semanas de las generales. Por exceso de soberbia, por falta de mando o por ambas cosas, fue ese enorme error de los populares el que cambió todo. Desde entonces, no han conseguido enderezar el rumbo. Practican una oposición de trazo grueso, “pelotazo p’arriba”, de mínimo esfuerzo y descalificación fácil. Ni siquiera la salida de Vox de los gobiernos autonómicos ha supuesto un revulsivo para reorientar la estrategia. Incapaces de poner al Gobierno en un compromiso, ni siquiera se han acercado al movimiento más sencillo que tenían en su mano, atraerse al PNV y Junts, sus socios naturales, bloqueados como están en su discurso sobre el modelo de organización territorial del Estado.
Un año y un día después de aquel 23-J convocado por Pedro Sánchez en un movimiento que no sabíamos si calificar como audaz o temerario, todo lo vivido es la suma del éxito del pragmatismo del Gobierno y de una oposición inerte.
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