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David contra Goliat

Mercè Carandell

Nos asustan las guerras e intentamos buscarles una explicación. Nos preguntamos por qué Putin es tan malvado, por qué Netanyahu, un asesino, y Maduro un semidiós de bellota que hace y deshace a su antojo porque está por encima del bien y del mal. 

Al mismo tiempo arden los bosques, arrasan las tempestades, estallan los volcanes. Hay incendios por todas partes, algunos espontáneos (dios nos castiga por no cuidar los árboles), otros premeditados. Los pirómanos están tranquilos porque nadie sabe sus nombres (las autoridades no los dicen y no sabemos si con una simple multa pueden volver a quemar la flora y asesinar la fauna salvaje.

En nuestro país alguien mata a puñaladas a un niño de once años.

Y las mujeres en general, pero de forma casi grotesca nuestras hermanas afganas, están sometidas al mandato de los ignorantes.

Mientras tanto, los humanos nos preguntamos qué está pasando. 

La guerra contra la sinrazón es la guerra de David contra Goliat corregida y aumentada de forma exponencial

Yo diría, como dijo una vez el dios cristiano al prohibir comer los frutos del árbol de la ciencia, que algunos estudiosos, bienintencionados o no, nos han mentido al tiempo que se mentían a sí mismos al partir de una premisa errónea.

Tanto los geógrafos como los historiadores, los geólogos, los psicólogos y psiquiatras, los médicos, los filósofos y, por encima de todo, los teólogos, nos han engañado vilmente al dividir en partes lo que es un todo. 

El universo no es un conjunto de entes separados. Eso de dividir la Tierra en el Reino Mineral, Vegetal o Animal es, simplemente, una sinrazón.

¿Qué diferencia hay entre Netanyahu o el volcán islandés que ha arrasado el pueblo de Grindavík? O de Putin y el volcán de la Palma: ambos son irracionales, ambos usan energía convertida en fuego para atacar, ambos juegan con acabar con el Planeta. 

No somos unos seres justos y razonables, compuestos de alma y cuerpo, como se decía en mi infancia. Siguen gobernando en nosotros los instintos atávicos y nos comportamos de forma disparatada e irracional. Debiéramos reconocerlo para hacer un diagnóstico certero de nuestra desesperada situación.

Pero, entre todas las pasiones desatadas del Todo, hay una pequeña parte, una parte ínfima, un uno por ciento tal vez, que se denomina Razón, es nuestra única esperanza y no es, reconozcámoslo, patrimonio de nadie. La guerra contra la sinrazón es la guerra de David contra Goliat corregida y aumentada de forma exponencial. 

Solamente si somos humildes y reconocemos dentro nuestro la descabellada locura, reflejo del Universo que habitamos, podremos unir la parte noble de nuestra consciencia y luchar contra la máquina de la devastación. 

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Mercè Carandell es socia de infoLibre.

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