Dos aniversarios: 2025 y 2026 Ángel Viñas
Mito, guerra y enseñanza en Oriente Medio
El actual conflicto en Oriente Medio tiene raíces profundas, en el Islam y en nuestra cultura. La religión de Moisés y la de Mahoma se asemejan más de lo que ambos contendientes reconocen. Aunque en forma distinta, el dictado religioso se inculca desde la más tierna infancia en los países implicados en la actual guerra. El credo pasa subrepticiamente de la familia a la escuela, y de ésta, a la sociedad entera. Su contraste más intenso se alcanza entre Teherán y Jerusalén; Judaísmo y chiísmo duodecimano en oposición. Como se sabe, en el Islam existen dos corrientes fundamentales: la sunita y la chiíta. Pero tanto en Irán como en Líbano, la tendencia dominante es la chiíta duodecimana. La religión tiene profundas raíces políticas, no sólo en estos países, también en Israel. Unas veces, la influencia es producto de la negociación entre distintas confesiones, otras es aplastante como en Irán, más del 90% es de confesión chiíta y la capa seglar simplemente está aplastada.
El Estado de Israel no es confesional, pero las distintas confesiones se reflejan en la estructura escolar, judicial y política, y por tanto, en los valores que se transmiten. En el sistema educativo coexisten distintos tipos de enseñanza y escuelas. Hay una Educación Pública Laica (Mamlachti) que atiende a la población laica y moderadamente religiosa, una Educación Pública Religiosa, que atiende a la población judía sionista religiosa (Mamlachti Dati) desde un enfoque judaista sionista estricto y observancia de la Halajá (la ley judía) y con prácticas religiosas diarias cumpliendo el Shabat y el kashrut (rituales sobre la comida y su incorporación).
La educación ultraortodoxa (subvencionada en parte), controlada por la comunidad Jaredí (judíos ultraortodoxos), posee escuelas “Talmud Torá” para la infancia y “Yeshivot” para los adultos. En ella se segrega por sexos, el enfoque está orientado al matrimonio y el hogar en la mujer y al estudio del Talmud y otros textos sagrados para el género masculino. La enseñanza secular; matemática, ciencia, idiomas, etc., está limitada o simplemente es inexistente. La Educación Árabe e Instituciones Minoritarias de Israel se configura como educación árabe pública, pero atiende también a las minorías cristianas y drusas. El currículum incluye el idioma árabe, la historia y la cultura árabes y la religión de las distintas comunidades. En ella, cada comunidad tiene sus enseñantes. Además, existen en Israel escuelas privadas y semiprivadas como las escuelas internacionales y especiales —orientadas a comunidades no judías o de expatriados— y otras, vinculadas a movimientos religiosos, como las implantadas por los reformistas conservadores del judaísmo (ultrareligiosos). Aunque hay reformistas como el movimiento Masorti, que es conservador, pero defiende el pluralismo religioso y su observancia de la Halajá es moderada, y los Meretz, un partido de izquierda defensor de la libertad religiosa, el laicismo y los derechos civiles.
Todas las escuelas, públicas o privadas, deben incluir el “currículum nacional” que, aparte de las materias generales, incluye la cultura judía con orientación religiosa y la “Educación Cívica y Democrática” (se enseña la estructura política de Israel y los derechos y deberes ciudadanos). En general, el sector público y en la mayoría de colegios y universidades no se segrega por sexo. Sin embargo, estos y otros derechos ciudadanos se ven limitados por la existencia de una parte de la Judicatura separada del Estado secular. Son los tribunales rabínicos con competencia exclusiva en lo relativo a la familia, divorcio y conversiones (relevantes socialmente). Ámbitos que afectan a la base social y a sus valores, quedando así la sociedad encorsetada por la religión y el mito. Los jueces rabínicos responden ante el Gran Rabinato de Israel. De modo que, aunque aparezca la autoridad civil, el derecho ciudadano queda por su base pendiente de lo religioso.
La enseñanza en Palestina es compleja y variada, pero sufre discontinuidades debido al acoso de Israel. Palestina fue proclamada como Estado independiente en 1988 por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Argel, bajo el liderazgo de Yasser Arafat. Desde entonces ha sido reconocida por 130 países. Sin embargo, en 2007, Hamás, de tradición sunita, se hizo con el control de la Franja de Gaza disminuyendo el apoyo internacional. La Autoridad Nacional Palestina reclama los territorios establecidos en 1967 y en las resoluciones de Naciones Unidas, es decir, la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Pero la destrucción infringida por Israel, puesta de manifiesto a diario con atrocidades y matanzas cometidas por el gobierno de Netanyahu, no parece camino hacia el reconocimiento y, menos aún, como Estado laico. EEUU no quiere o no puede influir y Europa tampoco, pese a las declaraciones de buenas intenciones. La Educación en la Franja de Gaza, ahora casi destruida, está en manos del Ministerio de Educación de Hamás. Pese a ello, existen otros recursos privados y, lo más importante, escuelas de la UNRWA, la Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, que, haciendo hincapié en los derechos humanos, forman a los niños y niñas palestinos refugiados en Gaza, Cisjordania, Líbano, Jordania y Siria.
En Irán, el sistema educativo está fuertemente centralizado y su política puede resumirse en una ideologización religiosa de los aspectos humanos y una especialización competitiva en los aspectos científico-técnicos. La enseñanza, bajo la estricta vigilancia del Ministerio de Educación y de Ciencia, Investigación y Tecnología, se organiza en varias etapas (Preescolar, Primaria, Secundaria) en todas ellas hay segregación por sexos, es memorística y orientada ante todo al examen de Estado “Konkur” que da acceso a la Universidad. Superado este examen de ingreso, pueden optar por las competitivas universidades técnicas y científicas o por otras como lengua, literatura, historia, arqueología, idiomas o filosofía, pero con estribillo religioso. Por su parte, Líbano basa su sistema político en un modelo confesional de poder compartido. De modo que los distintos grupos religiosos tienen su representación en el Estado y la Educación. Por tradición, el Presidente del Líbano es un cristiano maronita, el Primer Ministro un musulmán sunita, el Presidente del Parlamento, un musulmán chiíta. De los 128 escaños, 64 pertenecen a los diferentes grupos cristianos (maronitas, ortodoxos, católicos, ortodoxos armenios, etc.). Estos grupos representados en partidos cristianos como Movimiento Patriótico Libre (FPM) y Fuerzas Libanesas, tienen gran influencia en la política del país. La minoría drusa históricamente relevante posee influencia en algún ministerio y a través de algunos escaños. Figura importante de esta minoría es el líder Walit Jumblatt, del Partido Socialista Progresista. Este líder apoyó al Primer Ministro Fuad Siniora en la ilegalización de un sistema de comunicación de telefonía privada y control por vídeos de las pistas del aeropuerto por parte de Hezbolá en 2008.
En estos Estados hay una confluencia ideológica, más allá de rituales y vestimentas. A destacar también, la influencia de Hezbolá (Partido de Dios) en el sur del Líbano, Hezbolá fundó una red de escuelas en 1990 como parte fundamental de su estrategia social y educativa. Bajo el nombre Al-Mahdí, la organización extiende la visión chiíta duodecimana del Islam por el sur de Beirut (si bien existe también una minoría de suníes y cristianos y un campo de refugiados palestinos de unas 20000 personas) y por el sur del Líbano lindante con Israel, donde posee fuerte presencia militar, social y educativa, también en el Valle de la Bekaa, cerca de la frontera con Siria. Hezbolá cuenta en Líbano con una amplia red de ayuda y de instituciones de asistencia social, claves en su estrategia de influir en la zona: la Fundación Mártir (Moqawama) que apoya a las familias de los mártires (muertos en combate) con dinero y asistencia social, escolar, médica e incluso psicológica, la fundación Al-Binaa que se encarga de la reconstrucción física de edificios e infraestructuras dañadas por el conflicto, y despliega proyectos de desarrollo agrícola y agua potable en áreas de conflicto y pobreza extrema. Igualmente influye en el sistema sanitario a través de la fundación Al-Muassasah y Al-Sihhiya administrando hospitales como el Hospital Bahman y el Al-Rasul al-Azam en el sur, también clínicas y centros de salud. Otras organizaciones como Al-Zahara ayudan a los huérfanos, y a través de su poder financiero (posee la entidad financiera Qard Al-Hasan) ha creado un sistema de microcréditos que generan pequeños nichos de mercado también controlados. Desarrolla logísticas de ayuda a catástrofes, como la sucedida en Beirut en 2020, la explosión de 2.700 toneladas de nitrato de amonio que arrasó el centro de la ciudad y provocó numerosos muertos y heridos. Posee además centros culturales, medios de comunicación y en algunos medios escritos. Actualmente muchas escuelas cerraron y otras se usan en su mayoría como refugio para civiles desplazados, lo que ha dejado a millones de niños en todo el país sin escuela. Hezbolá se ha constituido en un Estado dentro del Estado, gracias a la debilidad del régimen libanés.
Israel, Irán y Líbano poseen elementos religiosos comunes. La principal corriente chiíta es duodecimana. En su centro está el imamato. El imán posee una dimensión mesiánica en la tradición duodecimana y en la ismailí (asentada en Siria y Egipto). Su figura es central en Irán, en los creyentes del Líbano y en los seguidores de Hezbolá (Hezboláamas) porque ofrece un horizonte de esperanza gracias al mito del imán oculto Al-Mahdi. Mesías que regresará —al igual que el Mesías de Israel— para establecer la justicia y la verdad en el mundo. Esta creencia común a judíos y chiítas duodecimanos cumple un papel fundamental en su horizonte ideológico. En Irán y Líbano no se trata de una estrategia de Estado, sino del horizonte esperanzado de la población. En Israel, además, está integrada políticamente. Actualmente, el gobierno de Netanyahu maneja esta estrategia política reuniendo tanto la idea mesiánica como la idea nacionalista sionista. En Israel, aparentemente, hay democracia, pero hay un núcleo importante segregado del Estado seglar que condiciona ideológicamente a la población: el Gran Rabinato de Israel, dirigido por dos rabinos. uno ashkenazí y otro sefardí de origen español (Sefarad, España). Los ashkenazis suelen pertenecer políticamente al Likud o al Partido Laborista, los sefardíes al Shas, eminentemente religioso.
Israel ignora todas las leyes de la guerra, comete crímenes de guerra, mata a población civil, destruye escuelas y hospitales ante la mirada petrificada de Europa y con ayuda de la mayor potencia del mundo
Ambas tradiciones religiosas, fijadas en la esperanza mesiánica, se inculcan en la población desde la raíz. Entre los duodecimanos (creen ser descendientes directos de Alí, yerno de Mahoma y de Fátima, la hija del Profeta) el Imam es guía espiritual y líder legítimo de la comunidad musulmana. Su conocimiento permite interpretar la voluntad de Alá y el Corán. En la tradición judía, el Mesías será un descendiente directo de David. En ambos casos es heredero de una estirpe cuasi divina, pero es hombre. El lugar común nos queda lejos, pero en aquella España olvidada del siglo XIII, Ibn Arabí podía encontrarse con el Imam Eterno en plena calle. Eran formas ideológicas impresionantes del Islam fatimí que combatió Abderraman III en el Mediterráneo con ahínco. Suponían una introducción del prodigio como mecanismo de poder y cierta diseminación en el mismo. Después de tantos siglos, aún es interesante considerar la influencia entre los fieles mediante la enseñanza, por cuanto deja al descubierto qué clase de cohesión social predomina en estas sociedades tradicionalistas. En la tradición judía, el Mesías es descendiente directo del primer eslabón de la cadena, y aunque no Hijo de Dios, está relacionado con la esperanza, la salvación, la justicia y la restauración del orden divino. Ambas figuras, Imán oculto y Mesías, son redentoras y su aparición queda indeterminada en el tiempo. Los chiítas creen que antes de su llegada, un falso salvador ad-Dajjal, una suerte de anticristo, precederá al Imán oculto. El falso Imán intentará desviar al pueblo de la fe verdadera y liderará la gran rebelión contra la justicia y la religión. Esta figura engañosa del poder será vencida por Al-Mahdi. Jesús estará junto a él, pero no compartirá su gloria. De modo que el Mesías y falso Mesías son casi inseparables en la tradición chiíta. Un poder de doble cara y profundamente siniestro; con semblante bondadoso, ad-Dajjal, el anticristo, infringirá el mayor mal imaginable. Lo siniestro siempre está presente en ejercicio del poder omnímodo.
En la tradición judía, en el libro de Ezequiel, aparece la figura de Gog, el líder de una gran coalición de naciones (incluida la tierra de Magog) que buscan atacar a Israel. Pero Gog y sus aliados deben ser vencidos antes de la llegada del reino mesiánico, y al final, Adonai Yahvé vencerá. “Y tú, hijo de hombre, profetiza contra Gog. Dirás: Así dice el Señor Yahvé: Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe supremo de Mésêk y Túbal (gran parte de Turquía hacia el Cáucaso). Yo te haré dar media vuelta, te conduciré, te haré subir desde el extremo norte y te guiaré a los montes de Israel. (...) Mandaré fuego sobre Magog y sobre los que viven seguros en las islas, y sabrán que yo soy Yahvé.”
El peso de esta creencia se unió desde el comienzo a la ocupación, a los asentamientos y a la expansión de Israel en su búsqueda de límites a su “tierra prometida”. En Israel, los ultrareligiosos forman parte del gobierno de Netanyahu desde el principio, y también tras la remodelación de 2023 después del ataque de Hamas. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, pertenece a la plataforma Sionismo Religioso, se ocupa de los asuntos civiles en Cisjordania y entiende la expansión de los asentamientos en Cisjordania y la ocupación de “toda la tierra de Israel” como mandato bíblico y preludio del reino mesiánico. El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, del partido Otzma Yehudit, (ultranacionalista y religioso de extrema derecha) promueve políticas radicales contra los palestinos. De retórica incendiaria y mano dura contra los árabes de Palestina, defiende la expulsión de los palestinos que no juren lealtad a Israel, y está convencido de que la superioridad judía en la tierra prometida es parte crucial de la redención mesiánica. Meir Porush, Ministro de Asuntos de Jerusalén y Patrimonio, del partido de Judaísmo Unido de la Torá (UTJ), es ultraortodoxo, ve a Jerusalén como centro espiritual del judaísmo y se opone a cualquier división de la ciudad con los palestinos. Yitzhak Goldknopf, también del UTJ y Ministro de Vivienda y Construcción, es un líder importante de la comunidad ultraortodoxa ashkenazi y fuerte defensor de los intereses jaredíes. Está empeñado en asegurar vivienda a las familias numerosas de los judíos ultraortodoxos (casi todas), en eximir del servicio militar a los ultraortodoxos y en respaldar los asentamientos, aunque desde una óptica nacionalista.
En el gabinete de “unidad nacional” nombrado por Netanyahu tras el ataque de Hamás figuran el Ministro de Defensa Yoav Gallant (del Likud) y Benny Gantz; aunque la mayoría de los ministros han seguido, sin embargo, Gantz junto al general Eisenkot, un ultraortodoxo ashkenazí, abandonaron el puesto por diferencias con la gestión de la intervención en Gaza. Tzachi Hanegbi, Jefe del Consejo de Seguridad Nacional (del Likud) sigue teniendo un papel clave en cuestiones de seguridad y relaciones exteriores, entre otras mediar con EEUU junto a Ron Dermer Ministro de Asuntos Estratégicos (se le asocia al Likud). Ni el gobierno ni el Consejo parecen obedecer a la diplomacia de EEUU. Israel ignora todas las leyes de la guerra, comete crímenes de guerra, mata a población civil, destruye escuelas y hospitales ante la mirada petrificada de Europa y con ayuda de la mayor potencia del mundo. Pruebas hay muchas, una más; la advertencia absurda y cruel que lanzó Netanyahu cuando EEUU pidió moderación al comienzo de su ataque a Líbano: “Expulsen a Hezbolá y eviten una destrucción como la de Gaza”, dijo sin parpadear. Esto nos da idea de qué tipo de política seguirá en Oriente Medio.
Así, el mito del Mesías sigue vivo, tanto en las raíces de la sociedad israelí y su cúpula de poder como en el árbol chiíta (Al-Mahdi). Quienes buscan una salida laica son invisibles o no cuentan, tan sólo sufren las consecuencias de la pasión especular de sus líderes religiosos o nacionalistas, que tanto da. En ambas tradiciones religiosas, el sujeto está inmerso en una red de relaciones, abiertas a los pares (hermanos, cofrades, patriotas, judíos, chiítas, cristianos, etc.) y cerradas a los diferentes. En este caso son relaciones ceñidas por el mito mesiánico y el ritual que prestigia y da cuerpo a la sociedad. Las relaciones sociales así configuradas, en su estado puro, portan el sello de lo imaginario, es decir, la repetición obligada de la lucha narcisista por el prestigio y el reconocimiento. Se actúa en espejo, según la posición del otro especular, y no con independencia e iniciativa propia. Naturalmente, “la culpa” siempre está del otro lado y nadie asume responsabilidad alguna. En su lugar, se alimenta la venganza para resarcir el daño provocado siempre por el otro.
Este ámbito de confrontación especular en las sociedades democráticas queda relegado a lo privado, salvo cuando el “estás conmigo o estás contra mí” alimenta el periodo electoral. Pero a nadie se le pide que se posicione religiosa o políticamente para atenderlo en un servicio sanitario o para matricularlo en una escuela. Cosa que sí sucede en sociedades mediadas con este tipo de ideologías que seccionan a la población y al universo humano en adeptos/ infieles, buenos/ malos, fieles/ infieles; judíos/ no judíos, creyentes/ no creyentes, etc. En nuestras sociedades no se pide confesión, y la ley apela a una racionalidad fría y no al fervoroso mandato divino. Dios, se nombre como se nombre —si está presente en la configuración del Estado— es un condensador de potestad y legitimidad para legislar de manera absolutista. En el Estado de Israel, las Leyes Básicas (1918) —no hay constitución como tal— lo consideran “hogar del pueblo judío”. No aparece el término Yahvé, pero una parte importante de derechos personales queda bajo jurisdicción religiosa. En la República Libanesa tampoco aparece en la constitución, pero se les cede a las confesiones religiosas la potestad en los territorios que ocupan. De modo que, en estos países, la ley no emana del diálogo en la sede de la soberanía nacional, sino del encaje de lo laico y lo religioso en la capilaridad del poder. El dictado divino (acordado o no) intentará imponerse a través de quienes reciben el saber sobre este ser de lenguaje que anida en los corazones.
En Israel, aparentemente próximo a las democracias occidentales, la oposición, representada por Yair Lapid, fundador del partido Yesh Atid en 2012, no parece tener opción. Pese a que su propuesta de una política de diversidad cultural, educación inclusiva, igualdad, separación entre religión y Estado, diálogo intercultural y una cultura judía secular, supuso un ascenso en las elecciones de enero del 2013 —quedó segundo, después del Likud—, no parece tener opción ante la popularidad de Netanyahu tras el ataque a Hezbolá. Y Merete, en 2022, quedó fuera del parlamento por la fragmentación de la izquierda. Sin embargo, no está mal que alguien como Yair Lapid, moderado en su judaísmo, lance la idea de una sociedad que respete la coexistencia de diferentes culturas y creencias, y sea capaz de valorar esa diversidad permitiendo a las personas sumergirse en una experiencia compartida y respetuosa con sus identidades individuales. En Gaza, la Autoridad Nacional Palestina defiende una enseñanza laica, pero está absolutamente desplazada por Hamás y no ha recibido de Occidente ayuda alguna para favorecer una liberación del corsé religioso.
En Líbano, la enseñanza laica es defendida por el Movimiento Nacional Libanés, fundado por Kamal Jumblatt, por el Partido Comunista Libanés y por algunos movimientos juveniles y Ongs. En cuanto a Irán, no existe organización alguna que pueda hacerlo, aunque sí algunos intelectuales y educadores como Azar Nafisi, autora de Leer Lolita en Teherán y profesora que aboga por una educación que incluya la literatura y el pensamiento crítico, Kaveh Sadeghian, un activista que aboga por una enseñanza independiente de la religión, o Afsaneh Najmabadi, quien aborda temas de género y educación en el contexto iraní. Sin embargo, la sociedad en su gran mayoría profesa el chiísmo y es reacia al cambio.
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Sergio Hinojosa es licenciado en Filosofía por la Universidad de Granada y profesor de instituto.
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