Gran apagón: la respuesta está en las eléctricas Pilar Velasco

En esta reciente tribuna de la escritora y premio Princesa de Asturias de las Letras 2019 Siri Hustvedt, que lleva por título El fascismo en Estados Unidos, se introduce la palabra sanewashing, que la propia autora define como "dar un aire de sensatez a lo que no es más que una locura", o como dice Wikipedia, "minimizar los aspectos radicales percibidos de una persona o idea para que parezcan más aceptables para una audiencia más amplia". El sanewashing se une así a la lista de nuevas formas de nombrar la mentira que ya inauguró el greenwashing (ecopostureo en castellano, o lavado de cara verde), pinkwashing (valerse de forma hipócrita de aspectos emancipatorios, sobre todo en temas de género para pasar por más progresista) o con mayor alcance, el ODS-washing, es decir, presumir sin motivos de tener estrategias y políticas acordes con los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible).
Siri Hustvedt nombra el sanewashig dentro de una explicación de cómo en EEUU se está evitando llamar "fascismo" al trumpismo y reflexiona sobre cómo se intenta hacer pasar por algo sensato cosas que en cualquier otro momento habrían sido consideradas una aberración. Más allá de EEUU, la autora nos recuerda la mayor de las batallas políticas: la del sentido común. Si el diccionario acapara el poder de definir lo que las palabras significan, quien consigue establecer lo que es el sentido común tiene el poder de delimitar lo aceptable de lo que no lo es, lo bueno de lo malo, lo "normal" de la barbaridad. Así es como se cambia el sentir de una sociedad, y si en otros momentos era impensable que un presidente de EEUU amenazara a sus universidades, que un vicepresidente viniera a Europa a decirnos que aquí no había libertad, o que se intentaran eludir las resoluciones del Tribunal Supremo para deportar a inmigrantes sin motivos ni garantía ninguna, hoy todas estas medidas forman parte de la estrategia de quien todavía tiene la simpatía de casi la mitad de los estadounidenses según las últimas encuestas de aprobación de Trump. (aunque sea la más baja de cualquier otro presidente tras su primer trimestre y suponga un descenso de 9 puntos). ¿Cómo ha sido posible? Ha conseguido cambiar el "sentido común".
En Estados Unidos está por ver hasta dónde puede llegar Trump, pero ese cambio del sentido común ya se ha producido y será difícil reorientarlo. Esperemos que no se extienda por el resto de Occidente
Podría pensarse que en el fondo esta normalización del delirio ya estaba en el imaginario de quienes aplauden tales prácticas pero, como enseñó Overton con su famosa Ventana, conceptos que no forman parte de la conversación pública pueden entrar de repente en ella, de la mano de quien ejerce el liderazgo, y cambiar así el "sentido común".
Si prestan atención podrán ver cómo cada vez se apela más a ese "sentido común" por parte de líderes políticos que buscan así legitimar sus posiciones, haciendo ver que son "lo normal", "lo correcto", y fuera de ellas sólo queda el sinsentido, lo inadmisible, lo erróneo.
Si el "sentido común" cambia, es difícil retornarlo a su estado anterior. Cuando una sociedad admite que los derechos humanos son un exceso de esa cosa llamada wokismo, que es normal que su país ejerza de gendarme del mundo sin complejo alguno para comprar o anexionarse lo que le convenga, o que la institucionalidad es un mal a combatir, es muy difícil retornar a un estado de una mínima salud democrática.
Trump y el trumpismo saldrán de la Casa Blanca en algún momento, probablemente más pronto que tarde, pero ese cambio en el significado del "sentido común" necesitará mucha energía para convertirlo en algo que ayude a la convivencia y la democracia.
Al pensar sobre los efectos de los neorreaccionarios o la ultraderecha cuando gobiernan, hay dos tipos de posiciones: la de quienes plantean que el sistema tiene suficientes resortes como para impedir que cumplan sus políticas y el de quienes advierten que pueden arrasar con todo. En Estados Unidos está por ver hasta dónde puede llegar Trump, pero ese cambio del sentido común ya se ha producido y será difícil reorientarlo. Esperemos que no se extienda por el resto de Occidente.
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