Crisis en la eurozona
Grecia : un maremoto por el ‘no’
Después del cierre de los colegios electorales, los sondeos daban una ligera ventaja al no en el referéndum nocelebrado este domingo en Grecia. Una hora y media más tarde, los resultados publicados por el ministerio del Interior fueron tajantes. Tras escrutar el 34% de los votos, el no se hizo con el 60% de los sufragios. [Finalmente el no venció en el referéndum de forma rotunda al lograr más del 61% de los sufragios, mientras que el sí se quedó por debajo del 39%. La participación superó el 61% del censo].
Los griegos debían elegir este domingo entre el sí al "plan presentado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional durante la reunión del Eurogrupo del 25 de junio", o el no al mismo proyecto, el cual ya estaba obsoleto: el programa de ayuda a Grecia había caducado el martes 30 de junio. Síntoma de la tecnicidad del acuerdo presentado a los votantes griegos y de la contagiosa jerga de Bruselas, la pregunta del referéndum contaba con dos partes planteadas en inglés: Reforms for the completion of the current program and beyond (Reformas para la finalización del programa actual) y Preliminary debt sustainability analysis (Análisis preliminar de la sostenibilidad de la deuda). Desde el anuncio del referéndum, pocos votantes pudieron obtener y consultar los documentos en cuestión.
Así, la consulta crispó tanto a los ciudadanos como a los medios de comunicación griegos y extranjeros a lo largo de toda la semana. Se formaron dos frentes rápidamente. El sí reunió a los antiguos partidos gubernamentales, los escombros del Pasok (socialistas), los conservadores de Nueva Democracia, así como al pequeño partido centrista formado el pasado año, Potami (El río) –una formación proeuropea que reúne a antiguos socialistas, periodistas y empresarios, muy respaldada en Bruselas–. Por su parte, el no agrupó a los electores de Syriza, ciudadanos de izquierdas, pero también a los decepcionados con el antiguo sistema y a las víctimas de la austeridad que, hartas de la presión de Bruselas y de la estrategia del miedo del Gobierno anterior, habían puesto todas sus esperanzas en la victoria electoral de Syriza.
A pesar de cinco meses de duras negociaciones entre Atenas y sus acreedores, los partidarios de Tsipras reaccionaron positivamente al anuncio del referéndum. Por fin, una iniciativa democrática. Por fin, la cuestión de la dignidad, tan apreciada por el pueblo griego, volvió al centro del debate. Lejos de asustar, el referéndum parecía reunir a las
filas.
En tan solo tres días, cada frente organizó dos grandes manifestaciones en Atenas. Hacía mucho tiempo que la capital griega no amparaba una movilización de tal calibre. Paralelamente, cientos de periodistas llegaron a Atenas para escuchar todo tipo de declaraciones sobre el cierre de bancos y el límite para sacar dinero de los cajeros, medidas puestas en marcha el 28 de junio, un día después de que el BCE pusiera fin a la ayuda de emergencia destinada a los bancos griegos ELA (Emergency Liquidity Assistance).
El momento, ansiado por una multitud de maliciosos medios desde hace cinco años, llegó: colas de espera frente a los distribuidores, momentos de pánico, el miedo al día siguiente. Salvo que, en realidad, a día de hoy, no son muchos los griegos que pueden permitirse retirar más de 60 euros al día…
Un escenario que permite al frente del sí, con el apoyo de varios líderes europeos, agitar la bandera del miedo al regreso al dracma, como ya hizo el líder de la derecha Antonis Samaras durante su campaña en 2012, lo que transformó el voto entre Nueva Democracia o Syriza en una elección por o contra la continuacion en la zona euro. "El referéndum es un regalo para todos los adversarios de Syriza –explica Filippa Chatzistavrou, politólogo de la Universidad de Atenas–. Se aprovechan de esta ocasión para cuestionar de nuevo la pertenencia de Grecia a la zona euro y a la Unión Europea y creen que el kit de la cuestión está ahí".
El debate, que se debe centrar en la austeridad, está completamente invertido. Maquillar la pregunta con estos términos no tiene nada de trivial: los griegos, en su mayoría, son partidarios de continuar en el club de veintiocho y sólo una minoría quiere volver al dracma.
En las pancartas de apoyo al sí podía leerse Nosotros nos quedamos en Europa o Sí a Grecia, a Europa y al Euro –detrás de esta campaña de encuentra el Pasok, Nueva Democracia y Potoami–. Los carteles de apoyo al no, firmados por Syriza, clamaban Por la democracia y la dignidad. Unas y otras permanecieron frente a frente en las calles de Atenas.
Melina Mavroyanni asegura sin dudar que si vota por el no es, precisamente, por una cuestión de "dignidad". Esta treintañera votó en la Escuela Primaria numero 91 en la popular zona comercial de Pagrati. ¿Tiene miedo al retorno a la dracma? "Lo que temo es el regreso de Samaras", dice el gerente de la cafetería. "Pase lo que pase no tendremos dinero. Yo no he notado ningún cambio desde el cierre de los bancos el lunes, el poco dinero que hay sigue circulando", continúa. "Los que tienen miedo son los que tienen dinero", apunta con picardía Zacharoula Mastronikoli, una votante octogenaria acompañada de su hijo. Para ella, la respuesta es obvia: "No". "Hemos sufrido de forma tremenda estos cinco años".
Al igual que muchos jubilados en el país, esta anciana mantiene, con su jubilación y la pensión de su difunto marido, a sus dos hijos en paro y a sus dos nietos. En total, cuenta con unos 900 euros al mes. A pesar de su situación, esta antigua vendedora ni siquiera puede formar parte del famoso programa Elkas, un dispositivo creado para ayudar a las pensiones más bajas y que los acreedores de Atenas abolieron en su última propuesta. Los acreedores también pedían la sustitución de la tasa intermedia de IVA (6,5% y 13%), en vigor en la hostelería y la restauración, por la tasa estándar (23%). Se tratan de dos líneas rojas para el Gobierno de Syriza, que no ha conseguido el apoyo de los acreedores a ninguna de sus promesas de campaña (recuperación del salario mínimo a su nivel anterior a la crisis, reiniciar los convenios colectivos, paquetes de estímulo, reestructuración de la deuda).
¿No es muy poco tiempo?
Una semana para celebrar un referéndum y preparar su correspondiente campaña, ¿no es muy poco tiempo? "No hace una semana que tenemos nuestra opinión sobre este asunto –protesta el hijo de Zacharoula– ¡Hace cinco años!". Cinco años de recortes en los salarios y las pensiones, de desaceleración de la economía, de desempleo y de repetidas
y constantes humillaciones. Sin embargo, en esta escuela situada en el monte Hymette, que bordea la aglomeración de Atenas, no todo el mundo vino a depositar el no en las urnas. Spyros y Sylvia, en la cincuentena, viajaron desde Bruselas para participar en el referéndum. Esta pareja trabaja en la Comisión Europea. Ellos saben desde el interior, dicen, todo lo que la Unión Europea hace por su país. "Los fondos estructurales, las becas de investigación, los programas de inversión, los paquetes Delors... ¡Hay una gran parte de la financiación que la gente no ve!".
Para ellos, la verdadera cuestión del referéndum es si Grecia continúa o no en la UE. "La pregunta, según como está planteada, es una falacia. Este Gobierno quiere que volvamos al dracma. Pero… ¡Yo quiero estar en Europa, en ninguna otra parte! –protesta Sylvia con la voz temblorosa–. Lo que no es justo es que, después de todos los esfuerzos que hemos
hecho durante cinco años, nos encontremos hoy en esta situación". Para ella y su marido, el responsable del bloqueo de las negociaciones es el equipo de Tsipras y no las instituciones europeas. "Se deja llevar por los estalinistas de su partido. No es el partido Syriza lo que cuestionamos, sino a algunos de sus miembros. Tsipras ha puesto los intereses de su partido por encima de los de su país".
El pronóstico es grave. Este matrimonio representa una gran parte de la sociedad que, agotada tras cinco meses de negociaciones infructuosas, responsabiliza de la situación del país al ejecutivo actual y no a los gobiernos anteriores, responsables de excesivos gastos públicos, culpables de ignorar la corrupción durante décadas y protagonistas de un cambio repentino hacia la austeridad en 2010. Esta sociedad que en el pasado conoció profundas divisiones –monárquicos versus republicanos a principios del siglo XX, la dictadura de Metaxas en los años 30, la II Guerra Mundial que se convirtió en una guerra civil, un régimen autoritario en la posguerra y la dictadura de los Coroneles que prohibió la existencia del Partido Comunista y persiguió a sus militantes hasta deportarles y mandarles al exilio– está a punto de ver resurgir sus viejos demonios. "La sociedad está muy dividida –remarca Kira Gardzou, una joven estudiante que vino a votar este domingo–. La gente discute, incluso con sus allegados. Yo misma tengo fuertes discusiones con mi hermana que ha decidido votar en contra. ¡Estos últimos cinco años han sido tan duros que es difícil mantener la calma! Estoy convencida que el sí es la respuesta apropiada. Sino, los bancos cerrarán sus puertas y se producirá la catástrofe".
Pase lo que pase en las urnas, la situación en Grecia es más crítica que nunca. La intransigencia de los acreedores (la Comisión, el BCE y el FMI) ha empujado al Gobierno griego –por supuesto con todas sus contradicciones, vientos en contra y su desconfianza frente a las instituciones– a jugar sus últimas cartas. Durante las diferentes reuniones con los acreedores, la decisión de celebrar un referéndum se percibió como un arma de negociación. Sin duda, Tsipras pensó que los europeos, antes que someterse al veredicto de los ciudadanos, retomarían las negociaciones teniendo en cuenta las líneas rojas marcadas por Atenas. También era consciente de que la propuesta de los acreedores nunca sería aceptada por el ala izquierda de su partido y sería rechazada por parte de los miembros del Parlamento. Habría sido necesario modificarla in extremis. Pero el golpe final llegó 48 horas después de su anuncio sorpresa: el BCE decidió poner fin a las ayudas destinadas a los bancos griegos (ELA) y los acreedores retiraron la palabra a Tsipras suspendiendo todas las negociaciones. En este mismo momento, Atenas llevaba tres días de retraso en sus pagos al FMI. El referéndum ha sido celebrado en un país al borde de la asfixia financiera.
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Sea cual fuera el resultado, la celebración misma de una consulta popular, después de cinco meses de negociaciones, era en sí una afrenta para las instituciones europeas. Es la prueba de que la Unión Europea no puede tolerar, en su propio funcionamiento, la constitución de un Gobierno de izquierda radical en uno de sus países miembros. Los griegos se sienten víctimas de una trampa. "Hoy el FMI ha dicho que es necesario acabar con el 30% de la deuda griega. ¿Por qué lo dice ahora? ¿Después de cinco
años de golpes y recortes en todas direcciones? Todo ello es muy hipócrita", denuncia Christos, de 60 años, en paro desde hace tres años y medio, y que vino a votar en compañía de su nieto. "Nosotros queremos quedarnos en Europa. Pero no en esta Europa de desigualdades. Todo lo que nos han impuesto es absurdo. Es obvio que sin dinero los griegos no
tienen poder adquisitivo. O que sin un mínimo de poder adquisitivo la economía no puede mejorar". Posiblemente, Tsipras asume el riesgo, en caso de que gane el sí, de hacer caer su Gobierno. Pero, al menos, habrá hecho "todos los esfuerzos posibles", estima este votante, para ofrecer al pueblo otra cosa que no sea la austeridad declarada desde 2010.