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Teatro

La Camarga sube a escena

La actriz Cristina Gàmiz como Sánchez-Camacho en 'Camargate', de Jorge Yamam-Serrano.

— ¡Estoy que me subo por las paredes!  Perdona, pero es que... Estoy que... Salgo de una reunión con Jordi... Pujol, el hijo.

— ¿Qué me dices?

— Y el hijo de puta...

— Haberlo invitado a comer.

— ¡Me ha hecho una...!

Primera escena de Camargate, obra de teatro dirigida por Jorge-Yamam Serrano. Antonia Sanchís-Cemacha, dirigente del PP de Cataluña, y Bibi Alves, examante del hijo-de, se reúnen en un restaurante. Comen arroz caldoso, jamón y salmorejo. En la mesa hay un gran ramo de flores. Y en él, una grabadora que dará cuenta de las historias de corrupción e intrigas políticas que comenten las dos amigas. 

Si al lector le ha resultado familiar el argumento, es normal. Ha sido bombardeado con él en telediarios y periódicos desde 2013. Porque lo que recoge la pieza que llega esta semana a Madrid (en el Teatro del Barrio del 18 al 20 de diciembre) es aquella conversación entre Alicia Sánchez-Camacho y Vicky Álvarez —aquí bajo pseudónimo— grabada por la agencia de detectives Método 3 en el restaurante La Camarga. La obra, nacida en el Teatre Tantarantana de Barcelona, es una reelaboración de la grabación original de tres horas y media, a la que tuvo acceso el director. Hay elipsis y cambios de orden para dar coherencia y fluidez. Pero todo es real. 

Así lo advierte la ¿falsa? Sánchez-Camacho al principio de la obra, haciendo de villana a lo Kevin Spacey en la serie política House of Cards. Camargate se inicia con una rueda de prensa —real— de la presidenta del PP en Cataluña, construida con vídeos —reales— de los periodistas. En ella, la líder advierte que tomará medidas judiciales contra los medios que publiquen la conversación, cosa que cumplió, por ejemplo, demandando a la publicación El Triangle. Durante la investigación de la escucha ilegal, el juez prohibió que la conversación se hiciera pública. Por eso, el director es prudente y solo distribuye a la prensa el 25% del texto final. 

Él tuvo acceso a la conversación de la misma manera que otros ciudadanos: a través de Internet. Pese a la orden judicial, el audio de la charla corrió por la red, donde cada vez es más fácil encontrarlo. Si Serrano decidió investigar ese día fue porque tuvo una especie de revelación: esa noche soñó que llevaba a escena la conversación de La Camarga, con las dos actrices que han acabado interpretando su versión (Cristina Gàmiz y Anna Sabaté). Y el subconsciente se impuso. Hasta el punto de que el director se metió también a investigar, lo que le llevó a lo que llama "encuentros en la tercera fase y la cuarta dimensión". Contacta con Método 3, y consigue la versión completa de la grabación, de tres horas y media, desde que se conecta el micro en la agencia hasta que alguien lo recoge. "Quién y cómo lo recoge... Todo eso se contó en medios, pero nosotros hemos tenido acceso a ello", dice orgulloso. 

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Para no pillarse los dedos, consultó a un abogado, un juez y un político. "Nos dijeron que tomando una serie de medidas, como cambiar los nombres, no tenía por qué pasar nada. Y nos protege el que sea una obra de teatro", explica. Se han modificado los nombres de las protagonistas y se ha eliminado algún otro porque "era innecesario enmierdar" a personas que no están metidas en política o el mundo empresarial, como la secretaria o el psiquiatra de Pujol Ferrusola. 

Camargate coincide con otra obra de teatro documental de gran éxito: Ruz-Bárcenas, creada a partir de la declaración del extesorero del PP, hizo gira y dio lugar a B, película con varias nominaciones a los Goya. "Más que influirnos, corrobora esta tendencia. El viraje del teatro a mirar hacia la política es el mismo que la sociedad ha realizado, pasar de la desafección a decir: '¿Pero qué ha pasado aquí?". Las obras, sin embargo, difieren bastante en el tono. Si aquella destaca por su "sobriedad", en palabras de Serrano: "Es una declaración judicial, es parca. Te ríes y te indignas a la vez, o te ríes porque estás indignado". La suya, sin embargo, es "una comedia pasada de vueltas entre Valle-Inclán y el programa Polònia": ". Todo lo que dicen es tan extremo, tan esperpéntico... Y se agradece, porque si no saldrías a quemar contenedores".

Lo que más le sorprendió de su investigación creativa fue "la cutrez" de todo lo que rodeaba las escuchas ilegales. Empieza por la llamada a la policía que alerta de que se deja la grabación en una papelera de la plaza de Urquinaona. "Tengo fuentes que juran y perjuran que fue la policía se hizo la llamada a sí misma... y por eso le citan a la plaza Urquinaona, porque la comisaría está al lado", dice, entre risas. La llamada, dice "está mal interpretada, parece de la TIA de Mortadelo y Filemón". Y relata cómo los detectives de Método 3 discutieron durante largo tiempo dónde colocar el micro: "Querían ponerlo en una caja de bombones. Y decían: 'Que no, que estas tías tardan tres minutos en comérsela". Al final, compraron un centro de mesa en una floristería cercana y depositaron ahí la grabadora. De cinta y a pilas, por cierto. 

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