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Qué ven mis ojos

El voto útil

“La amenaza destruye el argumento, igual que un animal muerto envenena todo el río”

Unas elecciones son un sistema de medida infalible, en ellas se ve qué talla política usan los que se presentan y también sus votantes, tal vez por eso las cabinas donde se puede votar en secreto se parecen tanto a probadores. Las urnas son transparentes y deberían hacer que lo sean quienes se acercan a ellas, porque el recuento de las papeletas se supone que debe explicar lo que quieren los ciudadanos, a qué aspiran y de qué reniegan, cuál es su opinión y su ideología, en quiénes van a confiar y quiénes les han decepcionado, dónde desean ir y de qué preferirían alejarse, por qué camino han decidido seguir adelante y detrás de qué bandera... Todo eso es legítimo porque es justo en lo que consiste la democracia, en escoger y decidir. Sin embargo, cada vez que los carteles vuelven a los muros y comienza una campaña, se repite un mensaje que simboliza exactamente lo contrario: el del voto útil, algo que tiene más de amenaza que de promesa y es a todas luces un intento de darle la vuelta a las cosas y transformar los principios en fines, porque lo que te sugiere es que dejes de lado lo que quieres que ocurra y pienses en lo que va a pasar; te piden que en lugar de hacer tu apuesta te subas al caballo del ganador y te dejan claro entre líneas que si no lo haces tendrás que atenerte a las consecuencias. A estas alturas, podría ser que les saliese rana, porque aquí ya hay mucha gente escarmentada y quien te pide eso se vuelve sospechoso, aunque quizás ellos no se han dado cuenta, ya sabemos que muchos candidatos no se distinguen por su originalidad y que una gran parte de ellos cree que haberte vendido algo una vez demuestra que pueden volver a hacerlo.

Para la libertad

Aquí y ahora, ¿qué se supone que es un voto útil? ¿Ir sobre seguro? ¿Volver a lo de siempre? ¿Dejarse de inventos y aceptar que lo que mueve este planeta es la economía, quienes mandan son los mercados y las monedas sólo tienen cara y cruz? ¿Cambiar los principios por los intereses y lo que piensas por lo que te imponen? ¿Hacer borrón y cuenta nueva? ¿Deshacer lo logrado en los últimos tiempos y regresar al bipartidismo, de forma que si eres de derechas apoyas al PP y si eres de centro te quedas con el PSOE, ya que así es como define a este partido su actual secretario general, tal vez para justificar su acuerdo con Albert Rivera y los suyos en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe? ¿Y si eres de izquierdas? Claro, es que la izquierda se ve que en España no existe, sólo la “izquierda extremista”, como llama Pedro Sánchez, que en eso está en sintonía con el PP y Ciudadanos, a la coalición de Izquierda Unida y Podemos y por extensión a sus seis millones de votantes. Los candidatos, unos y otros, deberían saber a estas alturas que a los votantes hay que convencerlos, no intimidarlos. Y más aún en una cita en la que los mítines han cobrado la importancia que nunca habían tenido, porque esta vez no se va a tratar de hablarle a los convencidos sino de darles explicaciones: por qué pacté o no lo hice, cómo es que los enemigos pasaron a ser los aliados y a algunos compañeros de viaje les di la espalda... Lo mismo es que del voto útil al gobierno de concentración nacional, no hay más que un paso.

El asunto del voto útil refuerza la impresión de que hoy los dos partidos de siempre con aspiraciones a La Moncloa se han convertido en cuatro pero se siguen dividiendo en dos bloques: a un lado PP, PSOE y Ciudadanos y al otro Podemos. Por ejemplo, lo que dice Sánchez del partido de Pablo Iglesias y sus confluencias es un calco de lo que declaran por tierra, mar y aire Fernández Díaz o Esperanza Aguirre, que aparte de tener a Venezuela todo el día en la boca como antiguamente tenían a la ETA y con los mismos propósitos, quieren atacar a Podemos en su raíz o lo que ellos suponen que lo fue, en las movilizaciones del 15-M. Por supuesto, a las teorías hay que restarles o sumarles el historial de quien las sostiene, y si el ministro del Interior en funciones utiliza la palabra “libertad”, tenemos que recordar que se trata de un señor que va a rezar al Valle de los Caídos, condecora a estatuas de la virgen y, sobre todo, ha promulgado una ley mordaza cuyo único objetivo era amedrentar a sus compatriotas. Este hombre baja a Madrid desde la tumba de Franco y dice que algunas iniciativas de los reunidos hace cinco años en la Puerta el Sol eran "impropias" de una sociedad democrática y que “un Gobierno de Podemos e IU arruinaría España”, como si quedase algo que llevarse después de pasar por caja sus compañeros Rato, Bárcenas, Matas, Granados, Fabra y compañía. A ellos qué les importa la realidad, si alguien como Esperanza Aguirre se va de verbena por San Isidro y define el 15-M como “una privatización del espacio público”, igual que si el principal objetivo de su mandato en la Comunidad Autónoma de Madrid no hubiera sido robarle sus hospitales y sus escuelas a los ciudadanos para hacer negocios con ellos.

No se sabe bien qué es el voto útil, pero sí el voto de conciencia: ése que debería hacer que cada uno de nosotros metiera en el sobre blanco y el sobre color salmón exclusivamente las papeletas que cree que van a hacer que nuestro país salga adelante, la injusticia no nos tenga rodeados y la desigualdad insostenible a la que nos han conducido estos cuatro años siniestros de Mariano Rajoy y su banda pasen a mejor vida. Eso sí que sería un voto útil.

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