Documental
‘El fin de ETA’: contra el olvido
"Lo que me preocupa es el relato. El relato es lo más importante, porque es lo que vamos a dejar a los que vienen por detrás. Que se conozca lo que ha pasado". Son las palabras de Maixabel Lasa, viuda de Juan Mari Jáuregui, gobernador civil asesinado por ETA en el año 2000. El contexto en que las pronuncia apacigua, en parte, su miedo. Se trata del documental El fin de ETA, dirigido por Justin Webster con guion de los periodistas José María Izquierdo y Luis Aizpeolea. El título del largometraje es bantante autoexplicativo; se trata de contar cómo llegó esa frase esperada durante décadas que se escuchó, por fin, el 20 de octubre de 2011: "ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada". La banda terrorista dejaba tras de sí 829 muertos desde 1968.
Este artículo se publica cinco años después de que ese comunicado fuera leído por tres individuos con capucha blanca y el emblema de la banda terrorista de fondo, pero esa imagen parece ya de otro tiempo. No hay actos conmemorativos previstos, y el tema no parece estar en los primeros puestos de la agenda política y mediática. Precisamente por eso poner en marcha el proyecto no fue sencillo. "No había ambiente para ello, y precisamente si nos animamos a hablar de ello era por el silencio que hay sobre todo esto", apunta Izquierdo, "Creí, desde el primer momento, que era incomprensible que algo que había sido tan importante para muchas vidas, las mías y las que venían detrás de mí, se acabara y la gente lo dejara atrás sin más". Quizás una muestra de esto es que, aunque el documental se estrenó en la última edición del Festival de San Sebastián, aún no tiene fecha para llegar a las salas, aunque El País —una de las productoras es Prisa Vídeo, además de Quality y cadenas como Canal Sur o EITB— lo emite en streaming el jueves.
La cinta, un ejercicio periodístico basado en datos y declaraciones, abarca desde el año 2000 al 2011 y recoge el testimonio de 18 personas directamente implicadas en el proceso. Reposa, sobre todo, en tres largas entrevistas con Jesús Eguiguren, entonces presidente del Partido Socialista de Euskadi, el líder de la izquierda abertzale Arnaldo Otegi —con el que se encontraron al poco de salir de la cárcel— y Alfredo Pérez Rubalcaba, entonces ministro del Interior. De hecho, el documental se basa en el libro ETA. Las claves de la paz, escrito a cuatro manos entre Eguiguren y Aizpeolea en 2011. Algunas de esas voces, como el propio Rubalcaba o Martin Griffiths, exdirector del centro Henry Dunant y mediador en aquellas negociaciones, nunca habían abordado el tema con tanta claridad.
El periodista vasco precisa, sin embargo, que "no es un documental de opiniones, sino de hechos", y la cinta pretende hacer honor a la voluntad que expresa Maixabel Lasa: "No habrá un relato solamente, pero que no se trate de poner equidistancias". Aparecen los exintegrantes de la banda Joseba Urrusolo, que ha pasado 19 años en prisión por su participación en 16 asesinatos y 2 secuestros, e Ibón Etxezarreta, que continúa en la cárcel —le entrevistaron en uno de sus permisos— por, entre otros, el asesinato de Jáuregui. Ambos se acogieron a la vía Nanclares, el programa de reinserción de presos de ETA mediante la renuncia expresa a la violencia. Este último se encontró con Maixabel Lasa a lo largo de ese proceso, y comparten una secuencia en el documental frente a la tumba del socialista. Pero está también voces muy críticas tanto con este proceso como con las negociaciones, como Alfonso Sánchez, presidente de la Asociación Víctimas del Terrorismo y Jaime Mayor Oreja, ministro del Interior con José María Aznar.
De Txillarre a Aiete
El documental sigue todo el recorrido desde las conversaciones secretas entre Eguiguren y Otegi en el caserío de Txillarre y la Conferencia de Paz de Aiete en 2011, ya con supervisión internacional. El relato de las primeras supone una suerte de despertar a la realidad del otro. "Estando en las conversaciones, Jesús tenía que acudir a funerales de compañeros que habían sido muertos por ETA. Yo tenía que salir porque habían detenido a gente, porque había torturas", recuerda Otegi, en lo que Izquierdo ve como un reconocimiento implícito de que no cabe equiparar ambas situaciones. El socialista vivío su propio proceso: "Hasta entonces me daba igual lo que le pasara al mundo del nacionalismo radical, pero me di cuenta de que ellos también tenían un conflicto muy importante (...) Frente a quienes negaban que existiera un conflicto, me di cuenta de que había un conflicto de los gordos". Su apuesta por el diálogo y la misma utilización de la palabra "conflicto" le ha creado profundas enemistades.
Las conversaciones evolucionan hasta que, tras la victoria del PSOE, Eguiguren se las comunica al Ejecutivo. Al poco, Rubalcaba devuelve la llamada, aunque hoy no duda en decir: "Si lo hubiéramos sabido, esas reuniones no se hubieran celebrado, porque no tenían sentido". Otegi y Eguiguren funcionan brevemente como mediadores epistolares entre ETA y el Gobierno —"Nosotros leíamos las cartas", cuenta el expresidente del PSE, "y así Arnaldo me decía a mí en qué tono convendría que respondiera el Gobierno, y yo le decía a él en qué tono convendría que respondiera ETA"— hasta que llega la primera reunión en suiza, supervisada por el centro mediación Henry Dunant. Eguiguren y Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera, se encuentran por primera vez. Griffiths les presenta por sus nombres en clave durante el proceo: "Aquí George, aquí Miguel".
Griffiths ofrece, por cierto, una visión muy curiosa de los encuentros. "George tenía ideas muy exactas sobre el proceso", dice sobre Ternera, mientras describe al socialista como un "hombre ansioso, excéntrico, que no exudaba energía sino intensidad, pero con una grandes reservas de emoción e intelecto". Su voz cubre, en cierto modo, el hueco de la de Josu Ternera, actualmente en paradero desconocido. Su sustitución al frente de las negociaciones por otro miembro de ETA desconocido entonces pero que resultaría ser Francisco Javier López Peña, Thierry, supuso la congelación de las negociaciones y su ruptura con el atentado de la T-4. "Pensé que se había acabado", confiesa Rubalcaba.
Después del fin
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No se acabó. Continuaron, al mismo tiempo, las detenciones policiales, los avances en la vía Nanclares y las presiones desde parte de la izquierda abertzale para que la banda abandonara la violencia. La complejidad de esta acción desde varios frentes ha provocado una serie de "mentiras" y "tópicos" que el documental pretende desbaratar. Los enumera Aizpeolea: "Los hay de muchos colores. La izquierda abertzale lo quiere presentar como una decisión voluntaria, pero ETA cesa porque está forzada por las fuerzas de seguridad, la justicia y la movilización social. Pero también está la derecha. Como la derrota de ETA no se da estando ellos en el Gobierno, ha tendido a taparla. O a hacer la ficción de que esto continúa". Mayor Oreja asegura aún en el filme que "Yo creo que nadie ha derrotado a ETA a día de hoy".
Aunque ambos guionistas dan por desaparecida a la banda terrorista, ambos saben que hay cuentas pendientes. "El más importante es que toda ETA admita el daño causado. No se trata de pedir perdón, que es algo judeocristiano, pero sí reconocer", señala Izquierdo recordando la negativa de Otegi —presente también en el documental— a condenar la violencia. Queda pendiente, además, la construcción de una memoria y un relato que comienza a esbozarse en obras de teatro como La mirada del otro, narraciones en primera persona como El comensal de Gabriela Ybarra, ficción cinematográfica como Lasa y Zabala, o documental, como este mismo y Asier eta biok.
En El fin de ETA, Eguiguren recuerda sus sensaciones aquel 20 de octubre de 2011: "Todo los problemas que había reprimido en los años anteriores, y toda la vida con el terrorismo presente, en ese momento debieron aparecer, porque me puse prácticamente enfermo. El pasado se me hizo presente". Ahora queda el futuro.