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Rita Barberá, traición en la 'cuadrilla'

Joaquín Cos Delgado

Tras la familia, unida por lazos de consanguinidad que se transmiten a través de todas las generaciones, la cuadrilla ha sido la forma grupal con mayor arraigo y cohesión. En los tiempos que corren es posible que las tabletas, iPod y otras máquinas estén aislando al personal de tal forma que los más jóvenes comiencen a no sentir la necesidad de pertenecer a una cuadrilla, como nos ha ocurrido a los que fuimos jóvenes mucho tiempo atrás. En nuestra niñez y en nuestra juventud no era fácil vivir en sociedad si no formabas parte de una cuadrilla. La cuadrilla eran los tuyos, los que compartían tus deseos, proyectos, tus alegrías y tristezas… todo. Si no tenías cuadrilla no eras nadiecuadrilla.

Siempre he pensado que un partido político (conjunto o agregado de personas que siguen y defienden una misma opinión o causa, reunido para la consecución del buen gobierno de la sociedad) era lo más parecido a una cuadrilla. O, al menos, eso se desprende de sus manifestaciones. Cuando los oyes hablar de cualquier compañero o camarada y de su gestión se deshacen en elogios y ditirambos hasta producir sofoco. Forman una piña inexpugnable que se defienden a capa y espada. Esa es una de las características principales y uno de los pilares de una sólida y auténtica cuadrilla. En ella, cuando uno cae no faltan manos que lo ayuden a levantarse. Creía yo…

De un tiempo a esta parte de la historia de nuestra parcela nacional, venimos observando con qué facilidad es abandonado a su suerte quien tiene la desgracia de ser señalado. Miembros importantes y notorios cuya fidelidad y entrega a la causa común es destacada y loada por sus compañeros —líderes incluidos— son convertidos de la noche a la mañana en apestados de los que nadie quiere hablar o a quien se refieren como “esa persona de la que usted me habla”. Y solo por el hecho de que un juez lo ha catalogado como presunto autor de alguna faena mal hecha. Pero ojo, faena realizada dentro y en pro de la cuadrilla. Da lo mismo: todos reniegan de él o de ella. A partir de ese momento es tal la presión que ejercen sobre el señalado que a éste no le queda más remedio que abandonar el grupo antes que ser apedreado como se hacía con el desgraciado que había contraído la lepra y se empeñaba en permanecer con los suyos.

¿Quién es el verdadero traidor en un caso como éste? ¿El que presuntamente ha cometido la falta en el ejercicio de su cargo y para beneficio de los suyos o quienes reniegan de él?

Habría que preguntar a todos los bárcenas que andan por ahí, solos y abandonados a su suerte, proscritos de su cuadrilla. A Rita, no. A Rita ya no le podremos preguntar. Pese a los grandes servicios prestados y su fidelidad al partido durante tantos años, los suyos la habían dejado tan sola que se ha ido sin avisar y sin poder despedirse de nadie… _______________

Joaquín Cos Delgado es socio de infoLibre

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