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Janette Habel: “La legitimidad del régimen cubano se desmorona”
Janette Habel, investigadora especialista en Cuba y profesora del Instituto de Altos Estudios de América Latina, en la Universidad París III, analiza las consecuencias de la desaparición del exrevolucionario convertido en déspota, que ha reinado en Cuba durante medio siglo. “Cuba vive un periodo de transición en todos los ámbitos”, señala la politóloga y miembro del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la Universidad de Aix-Marsella. En esta entrevista, también aborda las causas de las reacciones antitéticas derivadas del fallecimiento del líder máximo.
PREGUNTA: Tras el traspaso de poder de hace 10 años a Raúl Castro, la apertura económica y el acercamiento a los Estados Unidos de Barack Obama, la muerte de Fidel Castro ¿supone el punto y final de la revolución cubana?
RESPUESTA: En este momento, no se puede responder de forma categórica. Cuba atraviesa un periodo de transición en todas los ámbitos: transición económica, generacional, social y política, así como en sus relaciones con Estados Unidos. El contexto geopolítico es extremadamente cambiante: los Estados de América Latina más importantes para Cuba —Venezuela, Argentina y Brasil— son víctimas de la crisis. La muerte de Fidel Castro viene a añadirse a todas esas incertidumbres. Pero si el proceso en marcha avanza hacia el final de la revolución cubana, es demasiado pronto para decir que Cuba se encamina a la restauración de una sociedad capitalista global.
P: ¿Cómo define la transición en marcha en Cuba que comenzó mucho antes de la muerte de Fidel Castro?
R: Hace unos años, el régimen se caracterizaba por su sistema de planificación económica, donde la propiedad estaba nacionalizada en un 80%, la propiedad sólo podía estar en manos de los pequeños agricultores, con un sistema de partido único en que el comandante jefe era un líder carismático, déspota, cierto, pero que gozaba de un inmenso prestigio popular, en un entorno hostil ante el conflicto secular abierto con Estados Unidos.
A raíz de la desaparición de la URSS, en 1991, de consecuencias extremadamente dramáticas para Cuba, se pusieron en marcha reformas económicas relativamente limitadas, con la introducción de una liberalización económica mínima y de un principio de autorización de la propiedad privada, sobre todo entre los trabajadores autónomos.
Pero fue después de anunciarse la enfermedad de Fidel Castro, en 2006, después de que, en 2008, se produjese el traspaso de poder a Raúl Castro, cuando comenzaron los cambios. Desde su llegada al poder, Raúl Castro abrió un debate sobre la necesidad de introducir reformas económicas, hasta el VI congreso del Partido Comunista cubano de 2011 cuando se adoptó “la actualización del socialismo”. Se trata de un eufemismo para designar un proceso de liberalización muy gradual, ampliando el ámbito de aplicación, de la propiedad privada y de las inversiones extranjeras.
El VII congreso de 2016, celebrado en abril, supuso la constatación de que de las más de 300 orientaciones adoptadas en 2011 sólo se ha aplicado ¡el 21%! Se encuentran enormes resistencias, sociales y políticas, en diferentes sectores. Proceden de las categorías populares, que temen las reestructuraciones y los despidos, de los nuevos actores económicos que consideran las medidas insuficientes y de la burocracia del partido, en parte amenazada por el proceso de liberalización y de descentralización. El aparato administrativo a veces bloquea abiertamente una disposición u otra, no hace nada de nada o la sortea.
Por el contrario, esta “actualización del socialismo” cuenta con el apoyo de numerosos economistas, responsables políticos, intelectuales, artistas puesto que va aparejada a una apertura democrática. El régimen mantiene el control político en manos del Partido Comunista Cubano y no acepta la creación de partidos políticos nuevos, ni tampoco la liberalización de los medios de comunicación oficiales. Sin embargo, la expresión crítica es mayor que antes, a través de blogs, de revistas o en reuniones públicas y debates. Esta evolución explica que en Cuba se haya hablado de raulistas y de fidelistas: dos sensibilidades políticas que engendran contradicciones en el seno del régimen.
P: Cuba, a día de hoy, ¿está más cerca del modelo chino o vietnamita?
R: Hay paralelismos con el ejemplo de Vietnam, más que con el caso chino, sobre todo en lo relativo a la apertura económica y con el mantenimiento del control político en manos del Partido Comunista. Sin embargo, desde el punto de vista de la propiedad privada, Cuba todavía está muy marcada por la nacionalización. Aunque, en la actualidad, en torno al 70% de la población activa ya no depende del Estado y el trabajo autónomo –o por cuenta propia– en Cuba incluye realidades muy diversas e incluso a auténticas pymes. Por ejemplo, uno de los principales restaurantes privados de La Habana dispone de 70 asalariados y el dueño tenía previsto, hace unos meses, abrir uno o dos locales más.
A día de hoy, la dificultad del Gobierno estriba en alentar a los inversores extranjeros mientras limita drásticamente la acumulación del capital privado: para él, se trata de evitar el nacimiento y la consolidación de categorías sociales que van a querer enriquecerse, defender sus intereses económicos y más tarde sus intereses políticos, con el riesgo de desestabilización para el sistema político.
P: Cuando Fidel Castro dejó el poder en manos de su hermano, hace diez años, usted misma dijo, en un artículo publicado en Mouvements, que había perdido el prestigio y la legitimidad política. ¿Qué representaba a día de hoy para los cubanos?Mouvements
R: La respuesta difiere según los cubanos a los que se pregunte. Fidel Castro gozaba de una verdadera legitimidad entre la población que vivió la dictadura de Batista. Para las personas de más edad, era todo un símbolo y todavía gozaba de gran legitimidad. Sin embargo, para parte de la juventud, dicha legitimidad ya no era tal antes incluso de que cediese el testigo a su hermano. Estas nuevas generaciones, de menos de 30 años, no están muy politizadas y sí son más consumistas, a lo que hay que sumar que tienen enormes problemas de inserción laboral pese a estar muy preparados.
Por ejemplo, profesores y médicos cobran en pesos, una moneda débil, [Cuba tiene dos divisas en circulación, el CUC y el peso, cuyo tipo de cambio es de 1 a 24] y conviven con personas que trabajan por su cuenta, de 10 a 12 horas al día, pero que perciben sueldos diez veces superiores, en CUC, una divisa fuerte [convertible en dólares y euros]. El sueldo de un profesor universitario ronda los 1.000 pesos en algunos casos, un salario que no permite ir a los supermercados donde los precios se fijan en dólares... Por esa razón, profesionales muy bien formados completan su sueldo o se reinventan desempeñando tareas para las que no necesitan cualificación, en el sector del turismo sobre todo, a menudo sin declararlas. A eso, los cubanos lo denominan “pirámide invertida”.
De manera más general, la apertura a los mercados provoca enormes desigualdades sociales y un aumento de la pobreza. Se trata de pura dinamita en una sociedad muy igualitaria desde hace más de medio siglo. Si a eso le añades la difícil vida diaria y los problemas administrativos y burocráticos, se percibe cierto hastío, desmoralización y desmovilización. Todo ello empezó antes de la enfermedad de Fidel Castro y desde entonces ha ido a más. La legitimidad del régimen se desmorona, pero no puedo decir en qué proporción de la población cubana.
P: Desde ese punto de vista, la victoria de Donald Trump en las presidenciales ¿puede relegitimar el régimen cubano, en entredicho por la apertura de Barack Obama?R:
La estrategia de Obama era, a un tiempo, desconcertante y problemática para el Gobierno cubano. Porque era sutil e inteligente. Si Donald Trump concreta las declaraciones efectuadas tras la muerte de Fidel Castro, a quien calificó de dictador brutal que oprimió a su pueblo durante casi 60 años, y endurece las medidas destinadas a imponer un cambio de sistema político a cambio del levantamiento del embargo, entonces sí, entonces reforzará la legitimidad del Gobierno cubano... En los funerales de Fidel Castro, el día 4, ¡estarán presentes casi todos los jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y de numerosos países del Sur!
P: Cómo se explica que todavía hoy, Fidel Castro suscite reacciones tan encontradas?
R: La mayor parte de esos comentarios olvidan que el traspaso de poderes se produjo hace diez años. Cuba es un sistema político sui generis, que no se parece a ningún otro, tal y como dijo el cardinal Etchegaray. Se trata de un sistema complejo, diferente de la URSS, de China o de Vietnam y fruto de una revolución inmensamente popular, fuera de toda norma, aunque el régimen haya conocido un proceso de burocratización y cuente con ciertas similitudes con la antigua burocracia de los países del Este. Pero esta isla, que tenía seis millones de habitantes en 1959, se enfrentó, con pocos recursos, a la primera potencia mundial; resistió el embargo, de una intensidad sin precedentes. Y, sin embargo, Cuba resiste... Representa algo muy atípico y difícil de analizar.
P: ¿Por qué resulta tan difícil de analizar?
R: Nadie podía imaginar que esta revolución iba a producirse y que sobreviviría aguantar: se aludía al fatalismo geográfico, a la proximidad de Estados Unidos. Fallaron todos los pronósticos. A pesar de las crisis, el régimen sobrevivió. Y no lo hizo por la represión, sino porque la revolución se encuentra muy arraigada en la población. Ahí estriba la dificultad del análisis. Supone un desafío para el pensamiento único, que es sorprendentemente más indulgente con el régimen chino.
Es verdad que se trata de un Gobierno autoritario y represivo, pero que ha sufrido agresiones militares y después económicas y que ha garantizado, a la vez, la independencia nacional y permitido conquistas sociales importantes, que han transformado notablemente una sociedad postesclavista de cortadores de caña de azúcar... ¿No olvidemos que la esclavitud no se abolió en Cuba hasta 1886!
De modo que hay una especificidad del sistema político cubano, mal analizado por un pensamiento maniqueo: o unos (Corea del Norte) u otros (el paraíso socialista que la Unión Soviética no ha podido encarnar). Nada de esto responde a la complejidad de la realidad cubana.
P: ¿La represión no ha salvado el régimen?
R: Es evidente que la represión existe, pero no es comparable a la que han sufrido Checoslovaquia o la Unión Soviética. En Cuba, no ha habido represiones masivas: la represión es selectiva y se dirige a impedir que surja una oposición con el objetivo de constituirse en partido.
Por otro lado, hasta la fecha, en la disidencia, nadie ha sido capaz de representar la defensa de la soberanía nacional frente a Estados Unidos ni de disputar dicha legitimidad a Fidel Castro. Los disidentes se han alineado todos, más o menos, con la diplomacia de Estados Unidos y, hasta hace poco, eran blancos en una población mayoritariamente negra. De forma que al régimen le resultaba más fácil reprimir a una disidencia que no era popular. No existe Sájarov ni Vaclav Havel en Cuba. Pero lo que va a más a día de hoy son las críticas que se dejan oír de sensibilidades políticas diferentes, expresadas tanto en el seno del Partido Comunista como fuera de él, por ejemplo en torno a la iglesia católica, también ella en el centro de debates contradictorios.
Entre la nostalgia y el deseo de apertura: los cubanos se enfrentan a un futuro incierto
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Traducción: Mariola Moreno
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