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Camino de 'Vistatriste'

Pocos días antes del Comité Federal del PSOE que el primer día de octubre a punto estuvo de acabar en los tribunales, un socio de infoLibre con 32 años de militancia socialista escribió una carta abierta (y honesta e indignada) en la que concluía: “No nos molesten, estamos suicidándonos”. Cabe preguntarse cuántos inscritos y simpatizantes de Podemos habrán llegado estos días a esa misma conclusión al observar el viaje de dos locomotoras dispuestas a estrellarse en Vistalegre II (quizás reconvertido en Vistatriste). Porque además es cierto que cuando alguien pretende buscar explicaciones racionales a un proceso autodestructivo, desde la formación política afectada se tiende a despachar todo análisis crítico como una “molestia”, cuando no una interferencia supuestamente condicionada por intereses espurios.

Hay factores que no suelen asomar a la pantalla de este Juego de tronosJuego de tronos al que se ha lanzado la formación morada, pero algunos tienen un peso decisivo en la evolución del conflicto y en su incierto futuro.

1.- La palanca del rapidísimo éxito de Podemos fue su acierto pleno en el diagnóstico de la realidad social derivada de una profunda crisis económica y política. Los mismos politólogos, sociólogos y expertos en comunicación que supieron leer mejor que nadie el 15-M y convertirlo en un movimiento político (una “máquina de guerra electoral”), se han demostrado incapaces de ponerse de acuerdo en el diagnóstico de lo ocurrido entre el 20-D y el 26-J. Uno de los orígenes claros del enfrentamiento actual procede del reparto de las culpas por haber perdido más de un millón de votos entre la primera y la segunda cita electoral del último año. Iglesias considera que si no se hubiera abordado la alianza con Izquierda Unida, esa pérdida habría sido aún mayor, mientras Errejón sostiene que la creación de Unidos Podemos rompió el discurso de la "transversalidad" ideológica que caracterizaba a Podemos desde su origen. Aunque ambos mantengan que no había opción alguna de pactar con el PSOE porque éste decidió ir de la mano de Ciudadanos en todo momento, saben muy bien que la forma en que manejaron esas (im)posibilidades restó muchos apoyos entre diciembre y junio.

2.- Una detenida lectura de los documentos planteados por el grupo que encabeza Iglesias, el que lidera Errejón y el de Anticapitalistas permite deducir que sería factible un acuerdo sobre la hoja de ruta política de Podemos. Insistir a estas alturas en que hay que optar entre trabajar en las instituciones o dar prioridad total a las movilizaciones sociales resulta casi ofensivo a la inteligencia. Podemos nació en la calle para actuar (se supone) en las instituciones democráticas, y nadie explica con una mínima capacidad de convicción por qué una cosa es incompatible con la otra. (Baste releer este análisis escrito en infoLibre por la diputada navarra de Unidos Podemos Ione Belarra para entender que no debería tratarse de opciones excluyentes).

3.- La elección entre “seguir dando miedo al establishment” y “dejar de dar miedo” a sectores de la ciudadanía a los que asusta Podemos es una falsa dicotomía, cuya solución además no se logra ni a gritos ni a besos. Se trata de credibilidad, rigor y eficacia. Mientras se perciba que el gran enemigo a batir es antes el PSOE (sea cual sea el futuro PSOE) que las políticas neoliberales responsables de tanto sufrimiento, habrá amplios sectores progresistas que podrán sentirse muy defraudados con el partido socialista, pero que a la vez desconfían de una polarización total que hasta ahora sólo ha beneficiado al PP y al establishment.

4.- Descartado que sea real ese profundo abismo que en teoría separa los planteamientos políticos de Iglesias y Errejón, es obvio que la gran disputa tiene mucho más que ver con la cuestión orgánica y con la desconfianza instalada sobre el ejercicio del poder interno. Pese a las enormes dosis de transparencia que caracterizan el debate en Podemos, apenas se menciona el perfil político de los equipos enfrentados. No es baladí que quien más defiende la convergencia con IU, que es Pablo Iglesias, ha apostado por rodearse de nombres que en su mayoría proceden del Partido Comunista de España, mientras que quien más se opone a esa alianza, Íñigo Errejón, es reacio a tener cerca cualquier reminiscencia de lo que considera “el rincón nostálgico” de una izquierda “antigua y superada”. Añádase a ese cóctel factores de relaciones personales antes intensas y hoy frías o incluso rotas y se encontrarán motivos más humanos y emocionales que políticos para explicar una confrontación fratricida.

5.- “La gente está harta de que hablemos de nosotros mismos. A veces hemos dado excesiva publicidad a nuestras diferencias”, ha reconocido a menudo Pablo Iglesias. Cierto. Y sabiendo eso, ¿cómo se explica que el martes aterrizara en su escaño y montara una bronca a Errejón delante de todas las cámaras del hemiciclo? No somos holandeses, tampoco idiotas. El problema de haber demostrado una enorme sagacidad para la comunicación política es que luego resulta poco menos que increíble cualquier gesto de supuesta espontaneidad.

6.- Aún no se han iniciado las votaciones y faltan diez días para la Asamblea de Vistalegre. Pero hay hechos que tienen difícil marcha atrás. El núcleo fundador de Podemos está roto, como lo está el grupo parlamentario. Si Carolina Bescansa (que no oculta que mantendrá su voto a la lista de Iglesias) y Nacho Álvarez (considerado más cercano al ‘errejonismo’ hasta anteayer) han tirado la toalla en su intento de mediación es porque concluyeron que no había ya nada que hacer: que Iglesias y Errejón, y sus respectivos equipos, están decididos a llegar a la Asamblea a cara de perro para medir sus fuerzas y, en todo caso, negociar a posteriori un reparto de poder.

7.- Lo ha planteado claramente Iglesias este jueves al instar a los inscritos e inscritas en Podemos a afrontar “una elección fundamental entre dos equipos y dos liderazgos”. Ya importa poco si el origen del choque está en que Errejón sospechó que sus fieles y él mismo serían laminados si no plantaban batalla en Vistalegre o si Iglesias creía que Errejón pretendía gobernar Podemos sin ser secretario general. Quizás tengan razón quienes opinan que Podemos sufre un problema de crecimiento rápido (de 0 a cinco millones de votos en año y medio) o quienes más bien observan un envejecimiento prematuro. Lo cierto es que la Asamblea Ciudadana de Vistalegre II se plantea como una batalla entre ejércitos enfrentados, de la que sólo pueden salir vencedores y vencidos.  

Parece olvidarse que lo que Podemos ha logrado no tiene escrita en piedra garantía alguna de permanencia. Vivimos tiempos líquidos, de una volatilidad política que no es ninguna “gripe española”, sino global. Capaz de pasar de Obama a Trump; de Hollande a Hamon; o del poder a la irrelevancia, como le ocurrió al Pasok. Habitamos “en el enjambre” que describía Byung-Chul Han en ese ensayo imprescindible que advierte de los riesgos de la hipercomunicación digital, donde el ruido se impone a la reflexión y la política-espectáculo fomenta más el interés puramente individual que la acción común. Es decir, favorece más al orden establecido que a cualquier intento colectivo de cambio democrático. A pesar de que a menudo nos haga creer exactamente lo contrario.

Definitivamente, Juego de tronos ha hecho mucho daño. Sobre todo si se colocan las tácticas, los galones o las pasiones por encima de los principios y los objetivos que tanto ilusionaron desde el 15-M a lo que algunos llaman "la gente". 

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