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La campaña electoral francesa preocupa e intriga en Europa

Jean-Luc Melenchon, el candidato izquierdista del movimiento La Francia Insumisa, durante un mitin en Toulouse.

Expertos europeos desentrañan para Mediapart, socio editorial de infoLibre, la campaña de las elecciones presidenciales francesas. En la Unión Europea, ¿hay expectativas o, quizás, desinterés ante los comicios, cuya primera vuelta se celebra este domingo 23 de abril? El papel de Europa en los debates, la tendencia prorrusa de muchos de los candidatos, incomprensión ante el caso Fillon, temor ante el auge del Frente Nacional... La campaña francesa suscita dudas, pero también confirma tendencias electorales presentes ya en varios países europeos.

Menos interés que en 2012

En 2012, la candidatura de François Hollande generó muchas expectativas en el continente europeo. La izquierda esperaba que el candidato socialista se enfrentase a la austeridad vigente en Bruselas, preconizada por Alemania; que su elección favoreciera la construcción de una relación de fuerzas más favorable a los países del Sur de Europa, alcanzados de lleno por la crisis y por las restricciones presupuestarias continuas. En este punto como en tantos otros, el quinquenio de Hollande no ha respondido a las expectativas que creó su candidatura. La izquierda europea, decepcionada sin lugar a dudas, por las políticas erráticas del socialista, no parecen esperar gran cosa de estas elecciones de 2017.

Es el caso de Grecia. El pulso vivido en el verano de 2015 –por el que la Comisión Europea consiguió reconducir las políticas de austeridad, vigentes desde 2010, humillando de paso al Gobierno de Tsipras, que se había quedado muy solo en su tentativa por encontrar alternativas– ha anestesiado las esperanzas de cualquier reorientación de las políticas europeas. “Aunque parte de las élites del centro y de la derecha sigue subrayando el papel primordial de François Hollande, en el verano de 2015, en la permanencia de Grecia en la eurozona, la izquierda ve al presidente francés como el político que no ha conseguido sus objetivos”, explica Filippa Chatzistavrou, de la Universidad de Atenas. “La decepción es enorme, de ahí que no existan las expectativas despertadas en 2012”.

Para los griegos, precisa esta investigadora que trabaja en el ámbito de las Ciencias Políticas, “Francia sigue siendo el país que puede sacar a la Unión Europea de su inmovilismo y de su obsesión por la austeridad presupuestaria. El país mantiene una relación de amor-odio con Francia. Verla, a día de hoy, en un callejón sin salida es como enseñarle un espejo: los griegos ven en las elecciones francesas su propia muerte. Si Emmanuel Macron se alza con el triunfo, es evidente que trabajará con Angela Merkel y Martin Schulz [presidente del SPD, el partido socialdemócrata alemán] y asistiremos a una nueva alineación de Francia con Alemania”.

Algo parecido ocurre en Italia. Aunque en el país se mira mucho a París, es sobre todo a Berlín donde se dirigen todas las miradas. “La política europea va a depender en buena medida de lo que suceda en Alemania”, opina Alfio Mastropaolo, en alusión a las elecciones legislativas alemanas de septiembre de 2017. Este investigador italiano de la Universidad de Turín percibe “un cierto escepticismo en la prensa” de su país así como entre los conocedores de Francia. “Existe cierto desapego, que atribuyo a una forma de fatalismo: en lo sucesivo, podemos esperarnos a cualquier cosa, incluida la victoria de Marine Le Pen”.

No obstante, la clase política italiana no es completamente ajena a lo que sucede en Francia. A principios de marzo, el ex primer ministro del Partido Demócrata (PD) Matteo Renzi daba su apoyo oficial a Emmanuel Macron, empleando incluso la misma palabra clave incammino (en marcha) en sus mensajes publicados en las redes sociales. De hecho, los dos hombres comparten varios puntos en común: pertenecen a la misma generación, se presentan ambos como reformadores, proceden de entornos socialdemócratas y apuestan por la liberalización del mercado del trabajo. Sin embargo, Alfio Mastropaolo relativiza este acercamiento: “Matteo Renzi ha tomado partido por Macron porque siente que es el candidato ganador. Sólo piensa en su propia reelección; si le hubiese resultado útil, ¡habría llegar a apoyar a Donald Trump!”.

En otros puntos del continente, se han producido pocas declaraciones de apoyo, salvo en Alemania. Posicionamientos divergentes donde el SPD aparece dividido entre un Martin Schulz, oficialmente partidario de Hammon, y un Sigmar Gabriel proMacron –este último también cuenta con el respaldo del ministro de Finanzas, el conservador Wolfgang Schäuble–. “Europa, de manera general, está relativamente ausente de la campaña. Macron es el único que pone el acento en este aspecto. En cuanto a François Fillon, si no supiésemos que es proeuropeo, creeríamos que es hostil a la UE, ya que nunca habla de ella...”, dice el británico Sudhir Hazareesinghce, profesor de Historia Política en Oxford que ha centrado sus investigaciones en Francia.

Mélenchon en la misma categoría que Le Pen

Contrariamente a lo que se podía esperar tras la sorpresa del resultado del referéndum británico de junio pasado, el brexit finalmente no ha hecho acto de presencia en la campaña francesa. “Sólo Marine Le Pen habla de la cuestión”, dice Hazareesingh. “La presidenta del FN ve en ello una secuencia maravillosa: brexit, Trump y su propia victoriabrexit. Pero, en realidad, no insiste mucho en el asunto porque, como candidata franco- francesa, tampoco tiene interés en mostrar que se inspira en ejemplos extranjeros. Además, me parece que el rechazo de Europa no es fruto de una convicción profunda, como sucede con el caso de su padre, sino más bien de un posicionamiento oportunista”.

En los programas de los candidatos, hay puntos que sorprenden, por no decir que chocan, en países donde las preocupaciones son muy diferentes a las de Francia. “Si Fillon hubiese podido hablar más de su programa, habríamos podido advertir mejor la influencia thatcheriana en sus ideas”, destaca Sudhir Hazareesingh. “Asunto que habría sido bastante cómico para los británicos porque nadie en el Reino Unido reivindica hoy en día esta herencia, ¡tampoco en las filas conservadoras! David Cameron se ha distanciado de esa influencia y Theresa May aún más... Demuestra un retraso considerable por parte de François Fillon y nos deja estupefactos”.

En Bucarest, el investigador en el área de las Ciencias Políticas Alexandru Gussi, que dirige un seminario sobre la campaña electoral francesa, se refiere a la orientación en materia de política extranjera: “Los rumanos se encuentran impactados con el pasado comunista de Mélenchon y por su posición favorable a Putin; lo mismo que con la dimensión prorrusa de Fillon, candidato desconocido hasta la fecha. Eso hace que Mélenchon se vea como un candidato extremista. Los medios de comunicación rumanos lo meten en el mismo saco que a Marine Le Pen”. En otras partes de Europa central, en concreto en Polonia, las reacciones son similares: “Los medios de comunicación presentan a Mélenchon como el equivalente a Le Pen y poco más; el análisis que se hace carece de profundidad. En cuanto a Hamon, se le muestra como el candidato de la izquierda idealista, más naïf que malvado. Por último, el candidato Macron es al que se presenta de forma más favorable por su lado liberal y la visión muy estereotipada de la izquierda que mantienen las élites polacas. Para ellas, Macron es el representante del statu quo europeostatu quo, mientras que Marine Le Pen es la revolucionaria”, dice el filósofo Michał Kozłowski.

El Gobierno ultraconservador de Varsovia mantiene una relación ambigua con el FN, según este profesor universitario polaco. “Su corazón está con Marine Le Pen, pero su razón les dice que hay que mantener una cierta distancia. De hecho, la derecha conservadora se encuentra, como sucede con el FN, en una clara contradicción; de un lado, mantiene el discurso más crítico con la UE y, por otro lado, realmente no desea su destrucción por el maná financiero que supone Bruselas”.

La decepción en el 'caso Fillon'

En el Reino Unido, las revelaciones sobre Fillon han producido un efecto deflagratorio. “Para los británicos, resulta incomprensible que Fillon siga siendo candidato. En el Reino Unido, su partido habría encontrado la forma de impedir que se presentara. Los editorialistas ingleses han llegado a decir que Fillon tendría que haberse retirado por sí mismo de la carrera presidencial, por el bien de su propio partido. La gente está muy sorprendida”.

“La ejemplaridad de Francia se resiente”, dice el investigador rumano alexandru Gussi. “El caso Fillon ha sido percibido en Rumanía como un escándalo que salpica a la clase política francesa en su conjunto”. En este país que se movilizó en masa, el invierno pasado, en contra de una ley dirigida a restringir la lucha contra la corrupción y donde, desde hace una quincena de años, la clase política ha pagado el coste de las operaciones manos limpias, un caso así no habría podido estallar. “Los diputados rumanos no pueden contratar a nadie de su familia, aunque ha habido un debate en ese sentido, para acabar con esa restricción”.

En Grecia, por el contrario, el caso Fillon no ha conmocionado tanto a los electores. “Los griegos están anestesiados por el nivel de corrupción de nuestro país. Sus representantes, que debían estar en prisión hace mucho tiempo ¡siguen en el Parlamento! Los medios de comunicación griegos han hablado mucho del caso, pero hay algo molesto en esta cobertura. Como si la corrupción en Francia no fuese más que Fillon, lo que ha eclipsado al Frente Nacional y a sus escándalos de financiación. Los griegos apenas saben nada al respecto”, dice Filippa Chatzistavrou.

Las preocupaciones frente a la progresión del FN

Para Italia, donde la ultraderecha –la Liga Norte– ya gobierna en dos regiones del norte del país (Lombardía y Venecia), el riesgo de que el destino de Francia quede en manos de una presidenta del FN se ve con enorme preocupación. “Entre dirigir una región y dirigir un país, hay una enorme diferencia”, dice el turinés Alfio Mastropaolo. “En Italia, la ultraderecha no tiene ninguna posibilidad ponerse al frente del Ejecutivo; en el sur no consigue cuajar”. Mastropaolo reclama prudencia a la hora de analizar el voto del FN entre las clases populares; en Italia, es precisamente en las regiones más ricas donde la ultraderecha ha avanzado... “Me parece que los medios de comunicación franceses amplifican el trasvase del voto comunista o socialista al FN. Es cierto que crece en el Norte, donde los partidos de izquierdas han desaparecido por completo, mientras que el Frente Nacional permanece muy activo, pero esta progresión no se observa en todas partes...”.

En Grecia, el auge del Frente Nacional también se observa con temor. Sin embargo, el país, considerablemente empobrecido por siete años de recesión, sólo se ha visto moderadamente atraído por los cantos de sirena de la ultraderecha. La organización neonazi Amanecer Dorado nunca ha obtenido más del 7% de los votos en los comicios. “Su carácter violento le impide progresar. Al contrario, la normalización de Marine Le Pen convierte al Frente Nacional en más atractivo para los electores, aunque conserva un núcleo neonazi. Es eso lo inquietante”, dice Filippa Chatzistavrou.

En Europa, se comparte la idea de que progresa una extrema derecha “normalizada”. El año pasado, en Austria, el candidato del FPÖ (Partido de la Libertad de Austria), en la segunda vuelta de las presidenciales, a punto estuvo de vencer. “Como Marine Le Pen, Norbert Hofer llevó al FPÖ un rostro nuevo, el de un hombre simpático, menos agresivo que sus predecesores”, dice Bernhard Widinger, investigador en el DÖW, el Centro de Archivos de la Resistencia Austriaca, un instituto de documentación y de investigación sobre la historia del nazismo y de la ultraderecha contemporánea. “Y como el FN, el partido austriaco ha hecho esfuerzos por acercarse a Israel para deshacerse, aparentemente, del molesto bagaje del antisemitismo. Los dos partidos están completamente alineados en dos asuntos clave: el islam y la Unión Europea, que se presentan como sus principales enemigos”.

Dicho esto, según el investigador en Ciencias Políticas, la progresión del candidato austriaco también se ha visto favorecido por la no existencia de cordón sanitariocordón sanitario, una diferencia fundamental con lo que sucede al otro lado de los Pirineos. “En Francia, en 2002, hubo manifestaciones y se votó a Chirac para anular a Le Pen. Aunque esta capacidad de reacción quizás se haya erosionado un poco y a pesar de que la hija sacará bastante mejor al juego que el padre, hay que decir que en Francia existe una tradición de oposición al FN. La formación ultraderechista nunca ha sido un socio de coalición, a diferencia del FPÖ, que sí lo ha sido en numerosas ocasiones”. La línea antiUE de Marine Le Pen además puede traerle fatales consecuencias, dice el investigador austriaco. Norbert Hofer, recuerda, acabó por poner sordina a su oposición a la Unión Europea en la recta final de la campaña, consciente del riesgo electoral que suponía en una Austria donde, pese a todo, el sentimiento euroescéptico iba viento en popa. “¡Hace falta un sentimiento antieuropeo muy fuerte para votar a alguien cuyo proyecto es destruir la UE! Me sorprendería mucho que una mayoría de franceses estén listos para correr el riesgo de dejar la UE y vote al Frente Nacional”.

Visto desde Alemania, donde el partido extremista AfD (Alternative für Deutschland) ya está presente en 11 parlamentos regionales de los 16 existentes, paradójicamente se percibe al FN más instalado en el panorama francés. Así lo cree al menos Michael Minkenberg, investigador en Ciencias Políticas en Francfort-sur-l’Oder. “Pese a su casi ausencia de la Asamblea Nacional, la antigüedad del Frente Nacional, su unidad y el hecho de que siempre ha contado con un fuerte liderazgo, todo ello hace que esté mucho más anclado en el sistema político”, analiza este especialista en la ultraderecha europea. “L’AfD, por contra, está más fragmentada. No es visible en el plan nacional y sufre problemas continuos de liderazgo. Al contrario que el FN, está en franco retroceso en la intención de voto desde hace varios meses”. Es verdad que el partido francés de ultraderecha preocupa al otro lado del Rin. “Pero no vamos a aplicar el modelo Trump en Francia porque las elecciones son completamente diferentes, son a dos vueltas. El miedo no es tanto que Le Pen se imponga en las elecciones cómo el modo en que sus debates emponzoñan el debate general. Lo mismo que Sarkozy había impuesto sus debates, la progresión de la ultraderecha cambia la naturaleza de los debates. Y para lo peor”.

Recomposiciones políticas comunes

Desintegración del PS, hundimiento de los republicanos; la deriva de los partidos de gobierno tradicionales en esta campaña no es más que un nuevo episodio del final del bipartidismo en curso en el continente europeo. Grecia, España, Austria, Italia, Países Bajos ya están, cada uno con sus particularidades, en una fase similar de recomposición. En Austria, por primera vez desde la posguerra, ninguno de los dos partidos gubernamentales pasaban el año pasado a la segunda vuelta de las presidenciales. Electores austriacos y franceses tienen en común “un enorme descontento con los partidos en el poder”, dice Bernhard Weidinger. “La eliminación de los socialdemocrátas del SPÖ y de los conservadores del ÖVP en la primera vuelta fue un elemento revelador de la percepción que los austriacos tienen de su Gobierno. Dicho esto, las presidenciales en Austria son menos importantes que en Francia, el presidente tiene un papel bastante menor en nuestro sistema institucional. Estas elecciones sirve de catalizador a los electores. Me parece que en Francia se vota en las presidenciales con más información y más conciencia de las consecuencias de la decisión de cada uno”.

Que el voto sea más reflexionado o no, en cualquier caso, el PS aparece comprometido, el 23 de abril, a obtener un resultado históricamente bajo, que recuerda a la debacle del Partido Socialdemócrata neerlandés hace un mes. “Actualmente, en Europa, la socialdemocracia está debilitada electoralmente, pero se encuentra también sin proyecto político suficientemente distinto y sin vitalidad transformadora”, asegura el investigador griego Gerassimos Moschonas, quien ha realizado cálculos sobre los resultados electorales de 13 partidos socialdemócratas europeos desde los años 50. “En total, estos partidos han perdido de media casi un 35% de su apoyo electoral con relación a los años 1950. La contracción electoral es muy fuerte y alcanza su punto culminante en los años 2000-2017 porque la tendencia se agravó desde el comienzo de la crisis financiera, en 2008: en lugar de invertir la tendencia, la crisis económica agravó un importante cambio que duraba 40 años. Y los partidos socialdemócratas del sur europeo (España, Portugal, Grecia) perdieron el 44% de su fuerza electoral, si lo comparamos con los años 80”.

El Pasok griego encabeza este hundimiento, después se sitúa el PSOE, pero también los socialistas portugueses, que registran importantes pérdidas, aunque “resiste mejor”. Para este especialista en socialdemocracias europeas, “asistimos a una desestructuración electoral fundamental, profunda, que no se detiene. Las dificultades del PS se inscriben en este debilitamiento general”.

Sin estrategia ideológica

Gerassimos Moschonas, profesor en la Universidad Panteion de Atenas, considera que el candidato Hamon también presenta dos debilidades: “Lleva consigo –y, en parte, a su pesar– un mal balance de Gobierno y no ha sabido imponerse en una campaña electoral donde la personalización de la competición supone uno de los trazos más decisivos. Le falta, pese a la coherencia y de cierta solidez del personaje, el carisma personal que reclama el sistema semipresidencial francés. El problema de Benoît Hamon no es que sea demasiado de derechas: Mélenchon también está a la izquierda y no se puede decir que le perjudique. Encontramos un problema similar en el seno de los laboristas en el Reino Unido; del mismo modo que Jeremy Corbyn, pese a su talento, no es percibido –o no aún– como “premier ministrable”, Hamon no ha convencido lo suficiente como “presidenciable”. “No es una cuestión de programa, está relacionado con la ecuación personal del candidato”.

El investigador británico Sdhir Hazareesingh también se refiere al tándem Hamon-Corbyn: “La organización permanente del laborismo no apoya a Corbyn, del mismo modo que el aparato del PS hace lo mínimo con Hamon, mientras que este ha sido designado candidato a las primarias del partido. ¿Dónde están Arnaud Montebourg, Ségolène Royal... en los mítines? Nadie quiere mojarse”.

De ahí a predecir el final del PS... Quizás sería adelantar acontecimientos. “Hay que mirar a la Historia”, avanza, prudente, Gerassimos Moschonas. “A nivel europeo, la familia socialista se encuentra profundamente debilitada desde un punto de vista electoral, pero es la más estable desde un punto de vista organizacional. Es verdad que el Partido Socialista francés está en un momento muy difícil y que puede llevarle a la escisión. Es verdad, también, que las presidenciales siempre han sido un terreno que favorece la recomposición política. Pero la historia demuestra que el PS tiene capacidad de resiliencia organizacional. Hay varios escenarios posibles: el peor para el PS, que se produzca una escisión profunda, sólo es una posibilidad entre muchas otras”.

¿Los problemas del Partido Demócrata Italiano son premonitorios? El PD se quedaba este invierno sin su ala más a la izquierda, igual que en Grecia al ala izquierda de Syriza había dejado el partido de Tsipras, un año y medio. “Las divisiones en el seno del PD están vinculadas ante todo a historias personales”, precisa Alfio Mastropaolo. “La actitud de Matteo Renzi ha sido tremendamente brutal con la vieja guardia del partido y, paradójicamente, el electorado del PD permanece, de momento, fiel al partido en la intención de voto. Lo que tiene en común Italia y Francia es el nivel de indignación que se siente contra la clase política. Percibo un sentimiento de resistencia bastante difuso; si hay una oportunidad de resistencia en sus propias filas, vamos a cogerla, votando por ejemplo a la extrema izquierda cuando se es elector de izquierdas; si no existe, nos abstenemos”.

Revelador de las dificultades de las izquierdas

La campaña francesa afronta las mismas dificultades por las que atravesaron las diferentes izquierdas europeas. “Encuentro en los discursos de campaña la misma debilidad que en Syriza en 2015. Los candidatos críticos con la UE hacen como si fuese fácil volver a la mesa... En realidad, es muy difícil, cuando estamos en la oposición, encontrar alternativas viables a un modelo dominante. Veo ideas interesantes, como la renta universal, pero nada que pueda ser núcleo duro oficial para la izquierda”, dice Gerassimos Moschonas. Los socialdemócratas y la izquierda radical del continente se encuentran en un “triángulo infernal”, insiste Moschonas: “El del cambio sociológico, con la desestructuración de la clase obrera, de la globalización y de la UE. Los socialdemócratas han sido cómplices ellos mismos de la globalización neoliberal y Europa, por varias razones, se ha convertido en el centro mundial más importante del conservadurismo económico. La izquierda en su conjunto está atrapada en este triángulo histórico sin precedentes”.

“La falsa novedad de Macron”

La figura de Emmanuel Macron, aunque es totalmente nueva en el panorama francés como candidato sin partido, no resulta nueva en Europa. Formaciones similares a En Marcha han proliferado estos últimos años. En Grecia, To Potami (El Río) emergió en 2015 de los escombros de un bipartidismo que se encontraba en las últimas. Formado en torno a un personaje mediático, Stavros Theodorakis, que quiere encarnar un movimiento “ni derecha ni de izquierdas”, pero muy favorable a los intereses de las empresas –y esencialmente seguido por los medios económicos–, muy cubierto por los medios de comunicación, esta formación había obtenido el 6% de los votos en las legislativas de enero de 2015. “Actualmente no representa casa nada más en la opinión pública”, dice Filippa Chatzistavrouu. “El movimiento se ha desvanecido, lo que demuestra que un partido que no ha construido su base, que no tiene estrategia ideológica, no puede mantenerse. Es la novedad, el lado showman lo que hace que esto funcione al principio pero que se deshinche inmediatamente”.

El ejemplo griego da que pensar... “La principal diferencia con el francés es el hecho de que Macron ha llegado antes de la hecatombe mientras que To Potami ocupaba un vacío en un panorama ya apocalíptico. Las consecuencias es que En marcha aún puede camuflar durante cierto tiempo el hundimiento del PS: Macron puede defender esta idea quimérica de que no hay cambio grave, que la V República es todavía viable... Y esto puede molestar a la comprensión de la recomposición del juego político y ocultar la gran mutación en marcha”.

El personaje de Macron también le resulta familiar a Alexandru Gussi: “Macron, que en mi opinión supone un fenómeno de androginia política, en el sentido de que busca lo mejor, en su opinión, de la izquierda y de la derecha, tiene dos equivalentes en Rumanía. Su movimiento me parece próximo a la formación Unión para Salvar Rumanía, que obtuvo el 10% de los votos en las últimas legislativas. Es un partido sin identidad política, con gente que no formaba parte del sistema antes y que aún no se ha decidido entre izquierda o derecha. Pero el candidato francés hace pensar también en la figura de Dacian Cioloș, ex primer ministro y ex comisario europeo, tecnócrata cuyos discursos recuerdan mucho a los suyos. Como él, se encuentra en una situación ambigua: se presenta como una especie de antisistema, producido por el centro del juego político”. _______________

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Traducción: Mariola Moreno

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