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Qué ven mis ojos

Sal del armario y cuando ya estés fuera, préndele fuego

“La libertad sólo existe donde nadie tiene que esconderse”.

Es posible no tener estudios y tener educación, pero también al contrario: se puede tener una carrera y un título, dar clases de Física y Química en la Universidad de Barcelona y dirigir un Instituto de Nanociencia y Nanotecnología, y sin embargo carecer de modales, dejarse llevar por la ira, perder los papeles y dar una lección de grosería, violencia y brutalidad que no quiera aprender ningún alumno con dos dedos de frente. Eso es justo lo que ha hecho un profesor de la facultad de Farmacia que atacó a través de las redes al secretario general del PSC y candidato de su partido a presidir la Generalitat en las elecciones del 21 de diciembre, Miquel Iceta, al que calificó de “payaso”, “engendro”, “ser repugnante”, “demagogo” e “impostor”, al que acusó de “vivir del partido desde hace treinta años”, de “bailar al son de Ciudadanos y del PP”, de no ser “ni socialista ni catalanista” y de estar sólo “en el PSC por 20 monedas”, demostrando que lo suyo son los números pero la historia de las religiones aún la tiene pendiente, al menos la lectura del Nuevo Testamento: según la leyenda, que puede encontrarse en el Evangelio de San Mateo, Judas vendió a Jesucristo por treinta monedas de plata. No por veinte, por treinta. Ahí se ha quedado corto el docente de la lengua larga, que una vez metido en harina y puesto a cubrirse de gloria, terminó su sarta de improperios con una referencia a la homosexualidad de Iceta: “Tiene los esfínteres dilatados”.

El hombre ha caído a tierra por el retroceso de la metralleta verbal con la que disparaba; sus insultos se han vuelto contra él igual que monstruos de Frankenstein y al ver la que se le venía encima, se ha disculpado por su “metedura de pata”, tal y como él mismo la califica, ha pedido “disculpas a todos y todas las personas que se ofendieron con razón” —se ve de nuevo que la gramática no es lo suyo: “¿todos las personas?”—, y también ha dimitido, aunque se sobrentiende que de su cargo, no de su plaza, con lo cual dejará su despacho pero continuará en las aulas. Que tengan cuidado sus estudiantes no independentistas: un comentario que no le guste y los manda a septiembre con un cero como una catedral.

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Pero lo más grave de la rabia del profesor es lo que tiene de síntoma, su condición de ejemplo de una sociedad actualmente partida en dos y con una grieta entre sus dos mitades que empieza a llenarse de cocodrilos, como el foso de uno de esos castillos medievales de las películas. “Catalunya puede prescindir de un ser como tú”, le lanzaba a Iceta. Suena a ideología totalitaria, la de uno de esos Estados que le ponen el cartel de indeseable o, peor aún, de prescindible a parte de sus ciudadanos, y de ahí a la limpieza racial, hay un paso. ¿Eso es lo que ha creado la lucha entre los defensores del procés y los constitucionalistas? En caso afirmativo, es para exigirle a cada uno de los protagonistas del encontronazo que se vayan a su casa y, antes de salir, apaguen la luz: sería una metáfora estupenda de cómo lo han dejado todo a oscuras, porque esa gente no sabe aclarar el panorama, sólo disparar a las bombillas. “Ama lo tuyo y respeta lo ajeno; que aquello es miel y esto veneno”, dice un refrán que probablemente tendría que estar bordado en todas las banderas.

La homofobia no es tolerable. Ningún tipo de discriminación lo es en un país democrático. El propio Miquel Iceta lo dijo hace un tiempo y de manera contundente en un programa de televisión: “Los armarios hay que quemarlos para que nadie pueda volver a ellos y sobre todo para que nadie se vea obligado a esconderse en ellos”. Eso es, porque ahí no se entra solo en modo alguno, se es metido a empujones por los sectarios, por los intolerantes y por los reaccionarios. El Ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú le ha retirado al profesor lenguaraz el título de embajador de la ciudad, “ante los comentarios homófobos” vertidos en Twitter, porque su modo de actuar “no representa los valores” que quieren transmitir del municipio. No nos extraña.

En este ambiente, esta vez sí que ha sido muy oportuna la alcaldesa de la Ciudad Condal, Ada Colau, al hablar de su bisexualidad en otro medio de comunicación. “Tuve una novia a los 21 años. Fue una relación muy importante que duró dos años y que empezó durante una beca Erasmus en Italia. No tengo por qué esconderlo. Aquí lo he contado porque me ha salido de forma natural. A lo mejor mis asesores no lo sabían. Pero en mi familia ya lo sabían porque la traje a casa”. La libertad es no tener que ocultarse.

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