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La introducción de aranceles a la importación de acero y aluminio desata el pánico en EEUU

Donald J. Trump y Melania Trump.

“Me gusta el caos”. El sábado por la noche, Donald Trump disfrutaba bromeando en una cena con periodistas norteamericanos.

En realidad, bromeaba sólo a medias. El presidente de Estados Unidos gobierna entre la desorganización y la improvisación más absolutas. La cosa todavía es peor cuando sufre algún contratiempo. El presidente de Estados Unidos –acuciado por los asuntos judiciales, debilitado en un año en que se celebran las elecciones de mitad de mandato (noviembre), momento que los demócratas quieren aprovechar para recuperar el Congreso– y como buen consumidor frenético de televisión, trató de recuperar el control del mando mediático, con el objetivo claro de cambiar el curso la Presidencia.

El pasado 1 de marzo, al anunciar por sorpresa la introducción “por tiempo ilimitado”, de aranceles aduaneros a las importaciones de acero (+25%) y de aluminio (+10%) en EE.UU, medida destinada a recuperar dos industrias simbólicas, en su opinión, del declive económico americano, Trump recuperaba el tono proteccionista de  campaña. Sin lugar a dudas, la idea era acabar con su imagen de presidente de los megarricos. Aunque, sobre todo, lo que ha hecho es tirar de la anilla de una granada mundial.

En sólo unos días, Trump ha prometido “guerras comerciales” de todo tipo, apuntado a la UE, Canadá, México, amenazado a los fabricantes de coches alemanes en caso de represalias europeas; las Bolsas se resintieron (hasta el lunes); China calificó de “estúpida” la iniciativa; Canadá se limitó a calificarla de “inaceptable”; el Fondo Monetario Internacional mostró su preocupación por el crecimiento mundial. Y el presidente francés Emmanuel Macron exclamó: “El nacionalismo es la guerra”.

El anuncio de los aranceles aduaneros pillaba desprevenidos, incluso, a sus colaboradores. Según la cadena NBC, Donald Trump actuó movido por la tozudez, frustrado por la investigación abierta por el FBI, la salida de su fiel jefa de prensa y las revelaciones de nuevos conflictos de intereses de su yerno y asesor Jared Kushner.

Esta decisión tampoco es ajena a la inminente celebración de elecciones parciales en la Cámara de Representantes, previstas para el 13 de marzo en Pensilvania, un Estado industrial del noreste de Estados Unidos que tuvo un papel decisivo en su victoria –al igual que Ohio y Michigal, otros swings states de orientación demócrata que en esta ocasión le dieron la ventaja a Donald Trump-.

En una circunscripción conservadora, al candidato republicano en la Cámara de Representantes Rick Saccone, que dice haber sido Trump antes de que Trump sea Trump” no le va a resultar  tarea fácil imponerse al demócrata Conor Lamb, exmarine muy centrista. Donald Trump ha recaudado fondos para Saccone. Se prevé incluso que a finales de esta semana visite Pensilvania, Estado que visitó con frecuencia durante la campaña presidencia. Después de los reveses sufridos en Virginia y fundamentalmente en Alabama en diciembre, una nueva derrota para él sería un mal presagio.

Con algunas frases y tuits, el presidente de Estados Unidos ha terminado por provocar el caos mundial. Como siempre sucede con él, nadie sabe cómo acabará todo. Trump habla mucho y a menudo se desdice. En las últimas semanas, ha cambiado varias veces de postura en lo que respecta a la inmigración. Después de la matanza masiva de California del 17 de febrero, anunció nuevas leyes sobre las armas de fuego para dar marcha atrás acto seguido tras reunirse con el colectivo NRA, el lobby proarmas.

Hostil a una medida tan proteccionista, su asesor económico Gary Cohn, demócrata y exdirigente de la banca de negocios Goldman Sachs, ha presentado su dimisión. Mientras que los diputados republicanos, para quien el librecambio forma parte del paquete del perfecto conservador americano, amenazan ya con bloquear estas medidas en el Congreso –poder con el que cuentan... si deciden utilizarlo–. “Estamos extremadamente preocupados”, dijo Paul Ryan, el jefe de filas republicano en la Cámara de Representantes.

La Casa Blanca asegura que los nuevos aranceles se presentarán pronto. Eso sí, no será antes de la próxima semana, según The New York Times. Trump comienza ahora a elaborar su discurso. Durante el fin de semana, la medida no iba a contener ninguna excepción. Ahora el presidente americano parece abierto a establecer excepciones con Canadá y México, si aceptan renegociar el acuerdo de librecambio norteamericano (Alena o Nafta en inglés), un tratado comercial tripartito que tildó durante la campaña de pire deal de la historia para los trabajadores y los empleados americanos.

Divisiones

Mientras que los productores de acero y de aluminio se alegran, otros sectores económicos se muestran alarmados. Los productores de la cerveza, importantes consumidores de aluminio (latas), anuncian ya la supresión de 20.000 empleos. Y las organizaciones patronales de la distribución predicen el alza de numerosos bienes de consumo corrientes. No saldrían indemnes tampoco los fabricantes de automóviles norteamericanos, pero también los fabricantes de maquinaria agrícola y maquinaria de obras públicas (John Deere, Caterpillar).

La agencia de rating Moody’s recuerda que los sectores perjudicados (6,5 millones de obreros) dan trabajo a más de 140.000 asalariados, que producen acero (eran 650.000 hace medio siglo). Muchos economistas han mostrado su preocupación ante las eventuales represalias en serie, también agrícolas. Otros lamentan que Estados Unidos parezca darle la espalda a décadas de librecomercio y anticipan protestas a las puertas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Algunos recuerdan el fracaso de medidas similares tomadas por el Gobierno de George W. Bush en 2002 y afirman que si el objetivo era China y sus excedentes, se ha errado el golpe, ya que el país asiático sólo representa al 2% de las importaciones de acero norteamericanas.

En lo que a hipocresía política respecta, The Intercept se hace eco del CV del secretario de Estado para el Comercio, Wilbur Ross, viejo amigo de Donald Trump. Entusiasta partidario de los aranceles aduaneros y del relanzamiento del acero made in USA, este multimillonario ha hecho fortuna con la reventa de acerías americanas a industriales extranjeros, como  Lakshmi Mittal, dueño de ArcelorMittal.

En lo que respecta al site Think Progress, reveló, con la publicación de documentos oficiales, que el inversor Carl Icahn, amigo, asesor de Donald Trump (entre las mayores fortunas de Estados Unidos), se deshizo milagrosamente de 31 millones de dólares en acciones invertidas en el acero poco antes de que el presidente americano anunciase su decisión.

Recordemos también que el promotor inmobiliario Trump, gran defensor del acero americano, muy a menudo ha utilizado el acero chino en sus construcciones...

El anuncio de Trump va en la línea de sus promesas de campaña, cuando se erigió en defensor de los trabajadores y de las clases medias a los que había que proteger frente a las élites y a los partidarios del librecomercio. Sus eslóganes Make America Great again y America First evocan entre sus electores la nostalgia de una época de prosperidad pasada, pero también tienen connotaciones raciales, y han ido parejos a una violencia retórica antimigrantes.

Como durante la campaña, Trump, outsider de las primarias convertido en candidato republicano en contra de la opinión del partido, reactiva con esta propuesta el enfado de los conservadores, partidarios de la libre empresa y opuestos a cualquier medida proteccionista. “Es una afrenta a la libertad económica”, ha señalado el Club para el Crecimiento, un grupo conservador. “La peor pifia de su presidencia”, publicaba The  Wall Street Journal, diario de negocios. “Una conspiración mundial”, decía The National Review, la biblia del conservadurismo americano, donde Adam Smith, el teórico de la mano invisible del mercado, es un dios.

El anuncio también hace resurgir las divisiones en las filas demócratas, como en campaña de las presidenciales, entre los centristas de Hillary Clinto y los partidarios de Bernie Sanders, favorables a una renegociación de los tratados de librecomercio. Como los representantes de varios grandes sindicatos, algunos demócratas respaldan la imposición de medidas arancelarias. Sobre todo en la región conocida como Rust Belt, como Pensilvania, Wisconsin, Michigan u Ohio.

Bernie Sanders, que recientemente visitó la región Rust Belt para denunciar la reforma fiscal de Trump, ha evitado mencionar el tema para no dar ventaja a Trump. Estos días habla más de educación y de inmigración. ___________

Traducción: Mariola Moreno

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