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Chile

Piñera da el relevo en La Moneda a una Bachelet defenestrada por el 'establishment' chileno

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, saluda tras la ceremonia de investidura en Valparaíso (Chile).

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Sebastián Piñera recupera este domingo la Presidencia de Chile, después de un paréntesis de cuatro años en los que su antecesora, Michelle Bachelet, ha impulsado una transformación política y social para acabar con los vestigios de la dictadura del general Augusto Pinochet que, además de inconclusa, ha quedado eclipsada por una serie de escándalos de corrupción que han lastrado su hasta entonces intachable legado. Informa Europa Press.

La victoria de Piñera en las pasadas elecciones de diciembre le ha otorgado un segundo pase a La Moneda que hará efectivo este 11 de marzo en el Salón de Honor del Congreso Nacional ante unos 1.400 invitados, entre los que se cuentan los nuevos diputados y senadores, el Gobierno entrante y el saliente y siete jefes de Estado –Argentina, Brasil, México, Perú, Honduras, Ecuador y Bolivia–, si bien otros países enviarán representantes de alto nivel, como España, con el Rey Juan Carlos.

El líder de la derecha chilena ya está acostumbrado a estas ceremonias. El mismo día de 2010 recogió de manos de Bachelet, que agotaba entonces su primer mandato, el bastón y la banda presidenciales. Piñera ponía fin a una sucesión de gobiernos de izquierda que asumieron la tarea histórica de hacer la transición desde el régimen militar (1973-1990).

Se despidió del cargo con un 47% de apoyo y volvió a sus lucrativos negocios privados –es uno de los hombres más ricos de Chile–. La ausencia de un liderazgo claro en la derecha, y con el recuerdo aún vivo de la derrota electoral de Evelyn Matthei, le hizo abandonar el barbecho y postularse por Chile Vamos, la nueva plataforma conservadora.

El regreso de Piñera a la primera línea política estuvo amenazado, si bien brevemente, por las denuncias en sede judicial sobre un posible conflicto de intereses por la inversión que su familia hizo cuando él era presidente en una pesquera peruana que se benefició del fallo contra Chile en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sobre la frontera marítima entre ambos países.

Los sondeos le dibujaron durante meses como ganador, por lo que el 36% que obtuvo en la primera vuelta del 19 de octubre supo a poco y generó la expectativa de que una izquierda totalmente fragmentada, que a priori se daba por muerta, podía dar la batalla en el balotaje del 17 de diciembre con Alejandro Guillier como jefe de filas. Piñera, sin embargo, se impuso con nueve puntos de diferencia.

Para su segundo Gobierno, ha recuperado a algunos de sus antiguos ministros. Cinco personas forman su círculo de confianza: Andrés Chadwick volverá a Interior; Felipe Larraín recuperará Hacienda; Cecilia Pérez ejercerá otra vez de portavoz gubernamental; y Gonzalo Blumel se ocupará de las relaciones con el Congreso. Destaca entre todos el nuevo ministro de Exteriores, Alfredo Moreno, a quien muchos señalan como su heredero político.

Uno de los principales retos de Piñera en esta segunda etapa será gestionar la nueva configuración parlamentaria. La reforma electoral ha acabado con la polarización entre las fuerzas tradicionales de izquierda y derecha, lo que obligará a debatir y negociar para legislar, a pesar de que Chile Vamos –plataforma oficialista– ostenta la mayoría en ambas cámaras.

Adiós a Bachelet

La otra cara de este 11 de marzo es Bachelet. La presidenta se despide del cargo, como ya hizo en 2010, pero esta vez lo hará muy probablemente de manera definitiva, entre otras razones, por el sabor agridulce con el que ha concluido su segundo mandato.

Bachelet cerró su primer periodo con un 80% de popularidad, una cifra que tuvo su reflejo en la comunidad internacional, que la rescató para ejercer como primera directora de ONU Mujeres. Estas credenciales garantizaron su regreso a La Moneda en 2010. Todo auguraba un nuevo periodo de esplendor.

Pero no fue así. La dirigente socialista se lanzó a su segundo mandato con una ambiciosa agenda de reformas que ha acaparado todos sus esfuerzos durante estos últimos cuatro años y que, pese a ello, no ha logrado culminar debido a la férrea oposición del establishment chileno.

En su haber, la legalización del aborto en los tres supuestos clásicos y de las uniones civiles entre homosexuales; una ansiada reforma educativa que ha impuesto la gratuidad en colegios y universidades; una reforma tributaria que ha aumentado los impuestos a grandes empresas; y una reforma electoral que ha desmantelado la estructura pinochetista que cerraba a los pequeños partidos y a los independientes las puertas del Congreso.

En el tintero se ha quedado la reforma constitucional, promesa estrella en campaña electoral. Bachelet ha enviado esta misma semana al Parlamento su borrador de la nueva Carta Magna, que "establece la inviolabilidad de la dignidad humana y el respeto y la protección de los Derechos Humanos". "Es un salto gigantesco que nos pone a la altura de los países más desarrollados del mundo", ha destacado.

Contra Bachelet ha jugado, sobre todo, la mala marcha de la economía. Su crecimiento se ha ralentizado, según los críticos, por un descuido de las políticas económicas a favor de dichas reformas. Algunos expertos señalan, no obstante, a la caída del precio del cobre, principal fuente de ingresos de Chile.

Como remate, los casos de corrupción han salpicado a su Gobierno e incluso a su familia. Su hijo, Sebastián Dávalos, y su nuera, Natalia Compagnon, han estado en la mira de la Justicia por un supuesto trato de favor en la concesión de un crédito bancario. Aunque esta causa fue desestimada, ahora la Fiscalía ultima otra contra el matrimonio por un presunto delito de estafa.

Un cambio memorable

Así, la jefa de Estado dice adiós con un 39% de popularidad y, según ha denunciado en una de sus últimas entrevistas, lo hace con cierta tristeza porque, si bien ha habido "momentos duros", cree que ella y su equipo han sido víctimas de "una crítica despiadada" que nada ha tenido que ver con su desempeño profesional.

En su opinión, "ha habido un sesgo sexista y machista" a la hora de juzgar su labor como presidenta, aunque ha reconocido que el suyo no es un caso aislado: "No se juzga de la misma manera. Lo que en un hombre puede ser visto como sensibilidad, en una mujer puede ser visto como debilidad". Ella ha optado por ser fiel a sí misma: "Lo más importante es que uno sea genuino".

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Desde fuera las cosas se ven de otra manera. La encuesta que hace Ipsos a líderes de opinión de América Latina le concede un 69% de popularidad y Forbes la señala como la mujer más poderosa del subcontinente americano. La ONU, por su parte, le guarda un asiento en la Junta Consultiva de Alto Nivel sobre Mediación.

En línea con esta tendencia, el analista Manuel Antonio Garretón, consultado por BBC Mundo, afirma que el de Bachelet "ha sido el Gobierno más importante que ha habido en Chile" desde la restauración democrática, no porque sea el mejor, sino porque ha supuesto un "salto" cualitativo.

"Para mucha gente, Chile es un país mejor", ha defendido Bachelet en su último acto, que tuvo lugar el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. "Sé que no hemos podido hacerlo todo (...) Queda mucho por caminar", ha reconocido y al mismo tiempo ha prometido: "Desde mi lugar de ciudadana sepan que seguiré caminando".

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