Libros
Olvidar a Bolaño y recordar la juventud perdida
Cuando los artistas Paula Bonet (Vila-real, Castellón, 1980) y Aitor Saraiba (Talavera de la Reina, Toledo, 1983) se conocieron, les pasó como a la mayoría. Pese a admirarse mutuamente, pese a tener amigos en común, no encontraban palabras. Se instaló ese silencio incómodo de los primeros encuentros. Lo rompieron con un nombre: Roberto Bolaño. El autor chileno, afincado en Blanes (Girona) en los ochenta, autor de Los detectives salvajesLos detectives salvajes y Nocturno de Chile, entre otras, y fallecido prematuramente en 2003, era también el escritor fetiche de una generación deslumbrada por personajes como Ulises Lima y Arturo Belano. La conversación se convirtió en una amistad crecida a la sombra de Bolaño. Y ahora elaboran juntos (Saraiba a los textos, Bonet a la ilustración y el diseño) un álbum de 403 páginas en homenaje al escritor que marcó su juventud. Pese a la nostalgia y la evidente mirada al pasado, el título que luce en la portada, sobre una calavera, reza: Por el olvido (editorial Lunwerg).
"Nos dimos cuenta de que nos habíamos configurado a nosotros mismos a través de la lectura de los libros de Bolaño", explica Bonet durante una breve visita a Madrid para promocionar el libro, "que ambos ahorramos, con veintipoquísimos años y sin un duro, para comprar un billete e irnos a DF y perseguir a los 'detectives salvajes". No eran los únicos de su generación que empezaban a mitificar la juventud al modo de esos "poetas visceralrealistas" creados por Bolaño, ebrios de literatura hasta el mundo de emprender la insensata búsqueda de una poeta desconocida, Cesárea Tinajero. La obra se publicó en 1998 y obtuvo entonces el premio Herralde, además del Rómulo Gallegos al año siguiente. Ahí estaban los post adolescentes Bonet y Saraiba, ignorando aún sus respectivas existencias y deseosos de encontrar su Biblia letraherida particular. Lo devoraron, aunque la ilustradora lo hizo venciendo sus propios prejuicios, generados por la popularidad del libro. "Es el homenaje que hubiéramos hecho de haber podido hacerlo a los 20 años", zanja ella.
Por el olvido nace, en cierto modo, de un fracaso. En un momento dado, Paula Bonet escucha que Saraiba, que por entonces no era todavía su amigo, está trabajando en un libro sobre Bolaño. Se muerde la lengua: ella también quería hacer algo así. Espera y espera, pendiente de las editoriales, pero el libro no aparece. Cuando les presentan, un año más tarde, la artista le pide cuentas a su colega. ¿Qué hay de aquello? Él confiesa que lo ha abandonado. Su idea era componer un volumen en tres partes: una primera, con entrevistas a personas que le conocieron; una segunda, sus memorias como lector; una tercera, su biografía. "Lo abandono porque pienso que no soy la persona que tiene que escribir eso, que no soy ni crítico literario ni biógrafo ni historiador… Porque escribir sobre alguien tan contemporáneo, cuando hubo gente que le conoció muchísimo mejor de lo que yo podría conocerle nunca, no era algo que me perteneciera", dice el creador. La explicación se repite en varias ocasiones, y en una de ellas se alarga en un monólogo de más de dos horas. Su colega le mira sorprendida: "Aitor, esta es la historia. Cuenta por qué no has hecho el libro". Semanas más tardes, Bonet recibía una llamada: "Lo retomo si tú te sumas". Y ella dijo que sí.
Ilustración de Paula Bonet para 'Por el olvido', junto a Aitor Saraiba.
Este es un volumen híbrido. Los textos de Saraiba se alejan de la biografía de Bolaño para acercarse a la propia, como ya hizo en El hijo del legionario (2011), donde narraba su infancia y adolescencia. El relato, distribuido en capítulos aparentemente inconexos pero unidos todos a Bolaño, aparece escrito a mano, pero la letra no es la de Saraiba sino la de Bonet. Siguiendo esta idea del monstruo bicéfalo, ella recrea los cuadernos que hubiera escrito él, los dibujos que él hubiera trazado, y también los suyos se oscurecen, se ciñen al espíritu del narrador. Junto a ellos, las fotografías tomadas por uno y otro (la escalera que, según el texto, se correspondería a la primera casa de Saraiba en Lavapiés es en realidad la de Bonet; la Amalia del texto no es la que aparece fotografiada, que es la abuela de Bonet, etc.) y las postales que se enviaron. Al final del volumen, Paula Bonet no es solo su ilustradora, sino también uno de sus personajes.
Ser 'hokusai'
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A Bolaño, aunque esté presente en todo el libro, no se le encuentra a simple vista. No está en el título, ni en la portada (un pequeño triunfo frente al marketing, dicen), y su rostro apenas aparece. Tiene que ver con la justificación del título tal y como la escribe Saraiba en el volumen: "A veces, el olvido es lo único que importa, como ese verso de Borges que decía algo así como por el olvido, que anula o modifica el pasado. Pues eso, por el olvido". "Esa la cosa más sádica", apunta, "con el primer [borrador del] libro me di cuenta de que al contar la historia de alguien a través de quienes le conocieron, se anulan y se modifican muchas cosas. Y yo no quería hacer eso". Una nota final continúa: "Con el tiempo, sus líos de alcoba, los derechos de sus herederos y toda la prensa serán indiferentes, y Bolaño será leído como se lee a los autores que rompen la barrera del tiempo y de la muerte". En Por el olvido aparecen brevemente el paso de los derechos de Bolaño de Anagrama a Alfaguara, último gran escándalo póstumo, aparece la pasión de Saraiba (y la de Bonet, implícitamente) por Los sinsabores del verdadero policía (2011), tercer libro editado tras la muerte del autor, y también el desdén por El espíritu de la ciencia-ficción (2016). Pero no es, ni de lejos, lo fundamental.
Porque lo fundamental, lo dicen ellos, es el paso del tiempo. "Es un libro muy nostálgico, nostálgico por la juventud perdida", admite Bonet. La juventud que les hizo devorar Los detectives salvajes, creerse Ulises Lima, aspirar a esa bohemia vagabunda. La juventud que, aun en la pobreza (Saraiba debe decidir entre comer durante unos días o comprar Los sinsabores del verdadero policía y elige lo segundo), pone a la creación por encima de todo con una seguridad enfebrecida. "No quiero romantizar la precariedad", se apresura a matizar, "Claro que me da pena que haya gente que no tiene una vida justa. Pero nosotros, que hemos tenido la suerte de tener becas, podríamos haber acabado sacando una plaza de profesor, por ejemplo, pero no, fuimos suicidas y dijimos que lo que queríamos era crear. Yo me podría haber quedado en mi pueblo, trabajando de albañil o de camionero. La precariedad nunca es romántica, lo que es romántico es dejarlo todo por la poesía, signifique lo que signifique eso". Paula Bonet, a su lado, asiente. Por el olvido recoge muertes, pérdidas, separaciones. Narra cómo el entusiasmo de la juventud puede transformarse en el desencanto de la madurez. "Este libro quiere recordarnos lo que fuimos", retoma la ilustradora, "Es bonito haber sido eso, pero es muy triste saber que no vas a serlo nunca más. Este libro es también un proceso de aceptación".