Si no vamos a ir a la guerra ¿para qué queremos más armas?

¿Es España un país pacifista o está a favor de la intervención militar? ¿Gastamos suficiente en armas? ¿Qué defiende nuestro actual Gobierno en esta materia? ¿Quién quiere ser Sánchez en materia de defensa? ¿Existe una tercera vía tal y como parece defender Sumar? ¿Sería posible negarse a este rearme? ¿Es posible la paz? En este artículo trato de dar argumentos para responder a estas preguntas a favor de una posición pacifista.

La primera pregunta que debemos hacernos es clara. ¿Está la Unión Europea en guerra? Si atendemos a las declaraciones de Úrsula von der Leyen la verdad que dan ganas de empezar a buscar el búnker más cercano a nuestra casa. Pero si somos capaces de tomar un poco de distancia de las narrativas del miedo y el pertinente marco de la securitización, queda claro que aunque haya terribles conflictos sucediendo ahora mismo en el mundo, la UE no se encuentra oficialmente en guerra, ya que no está involucrada en operaciones militares o de combate en su propio territorio. Por otro lado, si bien es evidente que hay motivos para pensar en una escalada, ¿qué es lo que la UE quiere en este momento? No podemos obviar que la invasión de Putin en Ucrania, el genocidio cometido por Israel en Gaza o la victoria de Trump y su radical y fugaz transformación de la política exterior norteamericana han provocado un cambio considerable en la política de defensa europea. Por mencionar algunas, el rearme alemán más importante desde la Segunda Guerra Mundial, sanciones económicas a Rusia, un sinfín de envíos armamentísticos a Ucrania así como el inquebrantable apoyo político y diplomático del Consejo y por supuesto ese reciente compromiso del presidente para aumentar el gasto en defensa hasta el 2% del PIB. ¿Pero sirve comprar más armas (y todas las edulcoradas versiones que de esto nos está dando el Gobierno) para parar la escalada?

Hay algunas voces europeas, representadas en España por Podemos, IU o Bildu que están proponiendo algo diferente. Si el objetivo político es que la escalada bélica no sea una realidad, intentemos construir la paz mediante políticas pacifistas. Los ejes principales de estas propuestas podrían ser no comprar más armas y prohibir la exportación de las mismas a países en conflicto o que vulneren los derechos humanos; e invertir más en seguridad humana y menos en seguridad militar. Ejemplos de esto último serían aumentar el gasto en la lucha para mitigar la crisis climática, la cooperación internacional (real, no la de chichinabo), la inversión en los Estados de bienestar para la ciudadanía europea o la inversión en autonomía energética. En esta hipotética construcción de una vía pacifista para parar la escalada bélica, lo central sería reforzar las vías negociadas para la paz en todos los conflictos armados a través de de la diplomacia, el refuerzo del gasto en la OSCE, Naciones Unidas, o incluso, si se tratase realmente de aumentar la autonomía estratégica europea, creando un nuevo cuerpo de paz, diplomacia y seguridad humana que velase por la integridad del acervo comunitario y por nuestra seguridad. Este podría ser el gasto en defensa que nos podríamos permitir si realmente quisiéramos la paz y no la guerra.

Si el Gobierno de verdad se plantea la posibilidad de que España necesite defenderse militarmente más vale por el bien de la democracia y las instituciones de nuestro país que esta no sea una decisión que se tome unilateralmente

Queda entonces ahora otra pregunta. ¿Qué está haciendo nuestro Gobierno ante esta situación? ¿Qué queda del Sánchez que lideró en Europa la excepción Ibérica? ¿Qué queda del PSOE de la retirada de las tropas de Irak? Podría pensarse que otros escenarios previos no tenían la misma gravedad que el presente, pero si partimos de la sencilla pero efectiva idea de que más armas no van a parar la escalada, ¿cabe pensar que nos comprometemos con el gasto en defensa porque no tenemos suficiente? Unos cuantos números sirven para desmentir esta falsa creencia. A día de hoy, y sin contar con los gastos extra que no figuran en los Presupuestos (que, por cierto, siempre detalla con claridad el economista y querido amigo Carlos Sánchez Mato), ya gastamos más de 1.3 puntos de nuestro PIB en defensa. Además, y según afirma Moncloa, el gasto previsto, que se hará “reordenando” partidas presupuestarias de los presupuestos prorrogados para llegar a ese 2% comprometido, será fundamentalmente destinado a fragatas o vehículos de combate (lo que edulcoradamente denominan programas especiales de Modernización de las Fuerzas Armadas). Para comprender la magnitud de este gasto, baste señalar que en vivienda pública actualmente el Estado invierte tan solo un 0.5%. Y aunque coincido con quien señala que no se trata solo de elegir entre cañones o mantequilla, dicotomía que planteó el nazi Hermann Goöring para justificar el gasto militar, el Gobierno se enfrenta al difícil reto de convencer a la ciudadanía de que efectivamente necesitamos más cañones y no más mantequilla. De momento, se han topado ya con las primeras dificultades.

En primer lugar, es difícil creer que esa reordenación presupuestaria para tener más armas es lo que necesitamos para la paz. En segundo lugar, es más difícil de creer aún que esa reordenación se hará con cargo a otros programas que no necesitamos más que las armas, como por ejemplo, la vivienda pública. Y lo más importante, el Gobierno se enfrenta al difícil obstáculo de convencer a la ciudadanía de que queremos la Guerra y no la Paz, de que lo mejor es la Guerra y no la Paz, cuando una decisión de este calibre, como aumentar significativamente el gasto en defensa, va a hacerse con una pequeña trampa legislativa que reside en el artículo 9 de los prorrogados presupuestos que fue diseñada durante el período de Pandemia para hacer frente a las necesidades ineludibles de crédito y que fue incluida en los siguientes presupuestos que se fueron aprobando. ¿Es tan ineludible el gasto en armas que el presidente prefiere perder su credibilidad y aprobar este gasto con un atajo presupuestario? Si la escalada es real, si la amenaza es tan ineludible, con razón de más lo lógico, lo esperable, lo políticamente coherente sería poder debatir en el parlamento sobre este cambio en nuestra política de defensa. Y sobre todo, sería deseable que este debate sobre cómo queremos construir la seguridad en España se diera también en y con la ciudadanía, y no solo en la calle. Si el Gobierno de verdad se plantea la posibilidad de que España necesite defenderse militarmente, más vale –por el bien de la democracia y las instituciones de nuestro país– que esta no sea una decisión que se tome unilateralmente. Y es una pena y una enorme preocupación que el socialismo ya no lo comparta, pero la única seguridad que construye la paz es la humana y no la militar. 

Más sobre este tema
stats