Sí, es una sentencia vergonzosa María José Landaburu

IDEAS PROPIAS
Cualquier caso de violencia sexual nos debe interpelar como feministas. Por ello, al calor de lo que está sucediendo estos días, ahí van algunas reflexiones.
Es verdaderamente significativo que estos días haya periodistas que nos escriban a algunas feministas de manera muy incisiva sobre esta cuestión, cuando hasta ahora no nos habían escrito nunca, ni siquiera para contrastar información de las políticas de violencia sexual del Ministerio de Igualdad sobre las que escribían con fuentes de otros ministerios o partidos políticos, sin el más mínimo pudor. Reflexionemos: ¿cuándo importan las voces de las feministas? Fijáos bien, no importaban cuando debatíamos sobre el consentimiento, pero sí para culparnos de la violencia sexual.
Además, no solo quieren detalles, sino que ofrecen todo tipo de espacio mediático. Y por supuesto, no para hablar de machismo, sino para ver, por ejemplo, si quiero criticar a Podemos o añadir más carnaza al asunto. Ojalá ese espacio mediático para poder hablar de Juana Rivas o de los ejemplos de justicia patriarcal que todos los días seguimos encontrando en nuestro país. Para esto sí estamos disponibles las feministas.
No tengo ningún cargo de responsabilidad en Podemos en la actualidad. Y es así desde hace un tiempo, ya que he tenido que centrarme en mi salud. Sin embargo, como secretaria de Feminismos de Podemos que aún era en el 2023, recibí una denuncia sobre un caso de agresión sexual presuntamente cometido por Juan Carlos Monedero. El caso llegó de manera formal al email de la Secretaría de Feminismos del partido a través de un correo electrónico que yo misma contesté y remití al Comité de Garantías a los efectos oportunos.
Como es evidente, en el propio correo, la víctima pedía discreción y se ofreció un espacio seguro para garantizarla y poder continuar con el procedimiento establecido en esa vía estatutaria. No hubo respuesta a esto. Estos son los hechos al respecto de esa queja.
Otra cuestión diferente y también importante, aunque de una índole completamente diferente, es que en el espacio de Podemos, así como del resto de espacios políticos de las confluencias de todos estos años o, en general, me atrevería a decir de cualquier partido político, hay comportamientos machistas a veces inaceptables de muchos hombres. Como feminista que ha militado en un partido de izquierdas he convivido con esto, como todas las mujeres que hacemos política. Lo he sufrido como mujer, lo he aguantado como responsable de feminismos de mi partido, en relación también al comportamiento de otros partidos en negociaciones varias, en el Congreso como diputada y por supuesto, y muy especialmente, en el Gobierno como secretaria de Estado. Me atrevería a decir incluso que cuanto más poder político he tenido como feminista, más machismo he sufrido. Por parte de hombres de derechas e igualmente por parte de hombres de izquierdas. De hecho, toda mi militancia politica es feminista. No hay nada que políticamente me preocupe más que la igualdad.
De verdad, no nos vais a dar lecciones sobre el machismo que se mece bien a gusto en los espacios de poder. No nos vais a dar lecciones a quienes nos hemos enfrentado a la cara más violenta del patriarcado político, judicial y mediático sobre si hacemos más o menos contra la violencia machista.
Entonces, ¿qué es lo exigible?
¿Qué es lo más útil para luchar contra la violencia sexual? ¿Las horas de TV en las que se cuestiona el papel de las víctimas sin ni siquiera escucharlas a ellas? ¿La absurda disputa por ver qué partido ha contado con más machistas en sus filas?
1. Lo más importante en esta y otras situaciones de denuncias formales contra la violencia sexual que se puedan parecer a esta debe ser la protección de las víctimas. El modo de proceder de estos días tanto sobre cómo se ha conocido la información o cómo después ésta ha sido tratada en muchos medios de comunicación y redes sociales ha sido de todo menos ético o feminista. Y, por supuesto, no ofrece ninguna garantía para que cualquier víctima sienta la seguridad suficiente como para denunciar, no ya en un partido u otro, sino en una comisaría. Recordemos que la mayoría de mujeres no denuncian por el miedo a no ser creídas. Esto aplica no solo a este caso sino a todos los que hemos vivido estos años.
Es exigible una ética feminista en el tratamiento mediático de la violencia machista que no revictimice a las mujeres que la sufrimos. Es exigible una forma de comunicar valiente que se haga cargo de que la noticia es que haya agresores sexuales.
2. La violencia sexual no es un delito público. No se puede denunciar por terceros, solo por sus víctimas. A diferencia de lo que sucede con la violencia de género, son las propias víctimas de las diferentes formas de violencia sexual las que deben denunciar. Las víctimas de violencia sexual no necesitan poner denuncias para ser atendidas como tales. Este fue uno de los avances de la ley del solo sí es sí. Es exigible tratar un asunto tan grave como cualquier posible vulneración de derechos humanos como es la violencia sexual con rigor.
3. Los responsables de las agresiones sexuales son los agresores. Ni las víctimas por denunciar o no hacerlo o estar tristes o contentas o contarlo o no contarlo. Tampoco son responsables las mujeres que acompañan a las víctimas con las herramientas que puedan encontrar en espacios tan hostiles como son los espacios de poder en los que las agresiones sexuales se dan con total impunidad, como son la cultura o la universidad y, por supuesto, la política.
Responsabilizar a las mujeres de las agresiones sexuales es cultura de la violación. Ni más ni menos. Es exigible cambiar esta cultura sexual de la violación por una del consentimiento. Estas narrativas muestran cómo no solo es lo judicial lo que nos jugamos cuando debatimos si solo sí es sí.
4. Y último. ¿Qué es lo más útil para luchar contra la violencia sexual? ¿Las horas de TV en las que se cuestiona el papel de las víctimas sin ni siquiera escucharlas a ellas? ¿La absurda disputa por ver qué partido ha contado con más machistas en sus filas?
Propongo humildad y hacerse cargo con este asunto.
Y seguir trabajando por las políticas públicas que prevengan la violencia y acompañen a sus víctimas. Y sí, reconocer que en política, aunque sea en la de izquierdas, también hay machismo, y todas y especialmente todos, tenemos que seguir trabajando. Es exigible, es necesario, es urgente, que pase lo que le pase a la izquierda de este país para el siguiente ciclo aprendamos del muro de silencio que se va deshaciendo poco a poco y que esconde tantas dinámicas de poder en las que las mujeres –y muy especialmente las feministas– lo tienen mucho más difícil para ocupar espacios de poder y más si lo hacen para reivindicar los derechos de todas. Más feminismo. Es la única forma en la que se puede no perder la coherencia, que se puede seguir aspirando a ser creíbles, a ganar. Por eso, es exigible que todos los casos de violencia sexual nos interpelen como feministas.
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Ángela Rodríguez Pam es exsecretaria de Estado de Igualdad.
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