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Desafío al Estado en Andalucía

Del matute franquista a la "guerra" del narco: así ha mutado el contrabando en la frontera sur de España

Cientos de personas reclaman en Algeciras "más compromiso" en la lucha contra el narcotráfico.

Un comentario circula entre dientes por Algeciras (121.133 habitantes), La Línea de la Concepción (63.146), el resto de municipios de la Comarca de Gibraltar y, por extensión, en media Cádiz. Se resumiría más o menos así: "Se habla todo el tiempo del chocolate de aquí, pero mucho menos de la cocaína en la Costa del Sol". Le pone palabras exactas Francisco Mena, histórico líder del movimiento antidroga en la comarca, que habla sin pelos en la lengua ni paños calientes. "Hay una hipocresía importante. ¡No le vayamos a dar mala fama a la Costa del Sol, que allí están los jeques árabes!", afirma Mena. Y añade: "Pero no olvidemos que allí es donde se blanquea buena parte del dinero de la droga de aquí". Mena no quiere restar importancia a lo que pasa en su tierra. Al contrario, se dedica a dar la voz de alarma por su impacto en las perspectivas de la comarca y en el futuro de sus jóvenes. Lo que quiere es desmontar el discurso de la "complicidad social" en Algeciras y La Línea, como si el narco fuera un fenómeno de base popular que se ha desmadrado, en vez de una lacra que se ceba con los sectores más desprotegidos de una sociedad históricamente pobre y desasistida institucionalmente. Hay que mirar en detalle la sociedad y la historia para entender el tema, subraya Mena, satisfecho de ver que la manifestación de repulsa contra el narcotráfico en la zona no sólo ha sido portada de los medios locales, sino también nacionales.

Lo que ha ocurrido es que en una zona de elevado desempleo y una arraigada cultura de contrabando de productos ilegales se ha adueñado del creciente negocio del hachís una generación de narcos mucho más agresivos y competitivos, que mueven cantidades superiores de mercancía en cada operación, un fenómeno determinado por las narcolanchas gigantes y los todoterreno de gran cilindrada. Ante el riesgo de perder los cada vez más pesados cargamentos por decomisos policiales, las bandas, nutridas de jóvenes con escasas oportunidades en el mercado laboral y curtidos en un clima de normalización del contrabando, reaccionan con violencia ante los agentes, cuyo efecto intimidatorio es cada vez menor. Este fenómeno es lo que ha hecho explotar la situación. No es, subraya Mena, que el narco se haya adueñado de la comarca, ni que cuente con el asentimiento de la mayoría, si bien es innegable que en barrios desestructurados con paro por encima del 50% como Saladillo-Piñera en Algeciras y La Atunara en La Línea las bandas tienen respaldo en significativos sectores. El comentario "de algo hay que vivir" es moneda corriente.

El Ayuntamiento de La Línea, en un detallado informe sobre el posible impacto del Brexit, expresa por qué el municipio tiene tantas papeletas para que arraigue el contrabando de droga. "La posición de La Línea y su cercanía tanto a Gibraltar como al norte de África ha supuesto que este enclave [...] haya sido históricamente un lugar estratégico para el contrabando de productos exentos de impuestos", señala. Agrega el informe: "Este contrabando ilícito se debe a varias circunstancias que se dan en el municipio: cercanía física por tierra y mar con Gibraltar, que posee regímenes fiscales especiales en productos como el tabaco; cercanía física por mar con Marruecos, de donde proviene el mayor porcentaje de drogas como el hachís; tasa de población en paro superior al 35%, sobre todo en jóvenes; pérdida de puestos de trabajo por la crisis de la burbuja inmobiliaria; trabajadores con un nivel de vida medio que se encuentran en situación de paro; un alto porcentaje de la población en comparación con otros municipios de nivel educativo bajo; estructura urbanística del municipio, donde los dos grandes núcleos de viviendas sociales viven a pie de playa". Un completo cóctel. Una tormenta perfecta.

"En La Línea, como en todas las fronteras entre dos economías desiguales, siempre ha habido contrabando", recuerda Mena. Histórica es la figura del matutero, que sacaba tabaco y otros productos ilegales de Gibraltar para venderlas en la Andalucía hambrienta del franquismo. Decir que una matutera de los años 40-50 era una contrabandista puede ser semánticamente correcto, pero equívoco si tomamos como referencia nuestra noción contemporánea de traficante. Una matutera era una superviviente, como lo han sido tantos contrabandistas de la historia de este olvidado rincón de España. Poco tiene que ver el histórico matute con el narco de hoy.

Añade Mena: "La ciudad ha estado ligada al contrabando desde antes de que se cerrara la frontera en tiempos de Franco. Se ha traficado con azúcar, con café, con gasolina, con tabaco, ¡hasta con penicilina! Sí, sí, después de la guerra no era fácil acceder a penicilina y se compraba en Gibraltar". El portavoz de la Plataforma Por tu Seguridad se esfuerza en hacer entender la mecánica de captación: "Un chaval que entra en el tráfico de hachís no es que esté en la puerta de su casa y le vengan y le digan: '¿Quieres pasar hachís?'. Hay un proceso. El chaval ha empezado a contrabandear con tabaco, sacando cajas con la motillo. Si los de arriba ven que es valiente, que se arriesga, le dicen: '¿Te apetece ganar más dinero?' En vez de 60 pavos al día, pueden ser 600 vigilando con la moto a la Guardia Civil. Luego ascienden, empiezan a alijar, a transportar...".

Actualmente hay unas 30 bandas, según la Policía Nacional. La tendencia es a la formación de un cártel para el reparto de trabajo, fenómeno no exento de enfrentamientos entre delincuentes. Crece entre los miembros de las bandas la costumbre de llevar armas, de mostrarse desafiantes, de fardar de cochazos, de enfrentarse con los agentes. La antigua discreción de los jefes del contrabando de tabaco es historia. El problema está cada día en los telediarios. Agresiones a agentes. Narcos que se llevan a un líder de un hospital en las mismas narices de la policía. Hostigamientos a jueces y fiscales. El ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido (PP), habla ya de una "guerra" contra el narcotráfico, empleando términos que ya se ensayaron antes en Estados Unidos (Ronald Reagan) y México. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está el salto cualitativo?

El factor clave: las 'narcolanchas'

"Hace tres o cuatro años, tomó el control una nueva generación de narcotraficantes. Siempre, desde los tiempos del tabaco, había una regla clara: 'Si te cojo, te cojo'. Eso ya no es así", señala José Encinas, delegado de la AUGC en Cádiz. Ahora las bandas que trafican con hachís plantan cara. Echan encima de los agentes a muchedumbres cargadas de piedras. Embisten con sus todoterreno a los coches de policía. Si hace falta, se lían a balazos. Hay una clave más para entenderlo: cada vez más los dueños del negocio sitúan en los transportistas –que cobran más de 50.000 euros por un trabajo– la responsabilidad de la pérdida de la mercancía. Eso explica el encono con el que la defienden. Ya no es el juego del gato y el ratón. Todos son gatos de uñas afiladas.

Encinas vincula este cambio de comportamiento al cambio de medios. "No es lo mismo llevar 300 kilos de hachís que 3.000, como ahora. El valor de la mercancía se dispara y la defienden con uñas y dientes. Esto se lo permiten porque llevan embarcaciones mucho más potentes, de mayores dimensiones, con más autonomía y velocidad. Por eso es tan importante prohibir las narcolanchas, lo que nosotros llamamos las gomas. Y eso por mar. Luego en tierra están los todoterreno de alta gama", relata Encinas que recuerda que lo que en Andalucía vale X en el norte de Europa puede haber multiplicado su precio por 5.

Las autoridades no están cruzadas de brazos. Se decomisa más droga que nunca. La Policía y la Guardia Civil informan con prontitud –y fuerte acompañamiento audiovisual– de los decomisos, cada vez más frecuentes, y detenciones, de creciente espectacularidad. Interior está decidido a enviar el mensaje: si los narcos desafían, el Estado responde y gana. Pero se retrasa la ley para prohibir las narcolanchas, que es –junto con el incremento de dotación policial– la principal reclamación de quienes trabajan sobre el terreno. "Los periodistas lleváis ahora tres meses hablando de narcolanchas. Muy bien. Nosotros llevamos más de diez años. Es fundamental que las prohíban", afirma Mena.

"Sensación de impunidad"

El portavoz de la plataforma vecinal insiste en que el tráfico de hachís no es un fenómeno histórico. Lo que sí es histórico, subraya, es el conflicto social cuando se dan situaciones de inquietud social. "La última vez que se produjo un conflicto como el de ahora fue por otra situación de inseguridad y alarma social fue en los 90. Entonces eran embarcaciones que venían cargadas de tabaco de Gibraltar, las famosas Phantom, que se veían a toda velocidad por medio de la bahía, o descargando en el paseo marítimo. ¿Qué hizo Gibraltar? Las quitó de un plumazo, prohibiendo la navegación con ellas en sus aguas. Si veían una atracada en el puerto de Gibraltar, se la llevaban con una grúa. Punto. Hoy a nadie se le ocurre tener una allí", señala Mena, que lamenta el retraso del Gobierno en su prohibición y persecución. El guardia civil Encinas también.

Ambos afirman también que entre los narcos existe una extendida impresión de que el Código Penal es blando. "Una vez que pasas la cantidad considerada como de notoria importancia [2,5 kilogramos en el caso del hachís], ya les da igual que les pillen con 3 o con 3.000. Si no les condenan por integración en banda criminal, sino por delito contra la salud pública, son de 3 años a 4 y medio. Lo tiene descontado todo el que se dedica al narcotráfico", explica Mena. Encinas considera poco ejemplarizante que implicados en el asalto a un hospital para liberar a un narco estén ya en libertad condicional cuando hubo incluso agresiones a agentes de la ley. Muchos jóvenes tienen "sensación de impunidad", afirma Encinas.

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De los corsarios a la heroína

El escritor y periodista Juan José Téllez explica que la tradición contrabandista de la zona hunde sus raíces aún más lejos, en el siglo XVIII, cuando se repuebla Algeciras. Llegan los corsarios, que actúan con patente de corso para asaltar navíos enemigos en el Estrecho. "En el siglo XIX podía haber 100.000 personas que hacían contrabando con Gibraltar", señala Téllez. Lo de ahora, precisa, tiene sólo un lejano parentesco con aquello, y tampoco es heredero directo del matute de posguerra. "La relación más directa es con los 70, cuando el contrabando de tabaco se contamina de hachís", señala el escritor. Cambios legislativos y de rutas de tráfico situaron al Campo de Gibraltar en el mapa internacional de la droga. "La heroína fue muy importante. Mató a mucha gente. Pero hay algo más: enganchó a los hijos de muchos narcos", explica.

Es el Campo de Gibraltar el que ahora tiene difícil desengancharse de ellos.

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