LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

A la carga

¡Gracias, Ana Pastor (del PP)!

Unos días antes de que se celebrara la votación de la moción de censura contra Mariano Rajoy, la mayor parte de los analistas consideraban que la iniciativa de Pedro Sánchez era sólo un gesto político, un acto testimonial que constataría el enfado de buena parte de la oposición con la corrupción del Partido Popular, pero que no lograría desalojar a Rajoy de la Moncloa.

Recordemos brevemente la secuencia de los hechos: el viernes 25 de mayo el PSOE registró la moción de censura. Corresponde a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, fijar la fecha de la votación, no habiendo otra restricción que un plazo mínimo de cinco días desde que se interpone la moción. Sorprendentemente, el reglamento del Congreso no impone un plazo máximo, con lo que la presidenta tiene amplio margen para decidir cuándo debe producirse la votación.

Tras el fin de semana, Pastor resolvió que la votación tuviera lugar el viernes 1 de junio, tan sólo una semana después del registro de la moción. Vale la pena recordar que cuando Podemos presentó su propia moción el 28 de abril de 2017, la votación no se realizó hasta el 14 de junio, más de mes y medio después del registro.

¿Por qué pensó el Partido Popular que le convenía una moción rápida? Según Pastor, en 2017 hubo que aplazar varias semanas la moción de Podemos porque se estaban tramitando en aquellos momentos los presupuestos generales del Estado. Como en 2018 ya se había llevado a cabo la votación presupuestaria, no había obstáculos que impidieran acelerar el trámite tanto cuanto se pudiera.

Dada la amplia discrecionalidad de la que goza la presidenta del Congreso, cabe suponer que hubo consideraciones estratégicas para no dejar pasar más tiempo. En primer lugar,  una moción rápida dificultaba a Pedro Sánchez negociar con Podemos y los grupos nacionalistas de la Cámara. Recordemos que el PSOE necesitaba al menos los votos de Podemos, ERC, PDeCAT y PNV. Parecía tarea imposible llegar a acuerdos con fuerzas tan heterogéneas en tan poco tiempo. En segundo lugar, tan sólo una semana antes el PNV había apoyado al Gobierno de Mariano Rajoy votando a favor de los presupuestos. Cuantos menos días pasaran con respecto a aquella votación, más costoso le resultaría al PNV cambiar de criterio.

El tiro le salió por la culata a Ana Pastor. Fue un error de cálculo mayúsculo. Precisamente porque no había tiempo para negociar, Pedro Sánchez se pudo presentar en el Congreso sin acuerdos de gobierno con los distintos grupos, obligando a los diputados, en una suerte de ultimátum, a tener que elegir entre mantener al PP condenado por la corrupción de la Gürtel u optar por el PSOE de Sánchez. Imaginémonos que el PSOE hubiera contado con un plazo de varias semanas y se hubiese tenido que sentar a negociar con Podemos un programa mínimo. En el caso de que dicho acuerdo se hubiese materializado, habría despertado toda clase de resistencias en los medios conservadores y en el seno del propio PSOE, que cuenta con un sector conservador muy importante que sigue recelando del partido de Pablo Iglesias. Imaginense si, además, se hubiese alcanzado algún tipo de compromiso con los independentistas catalanes. La furia mediática y empresarial habría sido tremebunda.

En cuanto al PNV, a mí me parece claro que no es lo mismo votar a favor de los presupuestos del PP que votar a favor de la permanencia de Rajoy al frente del Gobierno de España. En el caso de los presupuestos, los nacionalistas vascos podían presentar unas ganancias concretas y mensurables derivadas de su voto afirmativo; el País Vasco obtenía unos beneficios tangibles gracias al apoyo de las cuentas del PP. Sin embargo, la supervivencia del Gobierno de Rajoy era algo sustancialmente distinto.

Por muy pragmático y flexible que sea el PNV, habría pasado verdaderos apuros ante su electorado para justificar el apoyo a un presidente achicharrado por la corrupción, un presidente que no quiso en ningún momento facilitar un final ordenado de ETA y que se negó a algo tan básico como el acercamiento de los presos etarras al País Vasco, por no mencionar su hostilidad al nacionalismo no español y su respuesta represiva y legalista a la crisis catalana.

Finalmente, debe mencionarse también que si hubiera habido tiempo, los “poderes fácticos” se habrían puesto manos a la obra para intentar torpedear como fuera el cambio de gobierno.

En fin, creo que en nuestro país este tipo de operaciones ha de llevarse a cabo de forma rápida y quirúrgica. Ana Pastor, precipitando la moción, generó una dinámica política que facilitaba el triunfo de Sánchez. El descrédito del Partido Popular es tan enorme que probablemente la moción hubiese salido adelante incluso si se hubiese retrasado unas semanas. Pero aun así, no queda sino agradecer a la presidenta del Congreso su contribución altruista y esforzada al final del Gobierno Rajoy.

PD: por circunstancias personales, he estado ausente unos meses de las páginas de infoLibre. Aunque no me puedo comprometer a escribir regularmente ni a retomar el formato de debate que inicie en septiembre pasado (y que, a mi juicio, funcionó razonablemente bien), sí espero poder aparecer por aquí de vez en cuando. Agradezco la oportunidad que me da infoLibre y la atención que puedan prestar a estas líneas los suscriptores y lectores.

Más sobre este tema
stats