Gasto militar

La historia del submarino S-80: un sobrecoste del 83% y 17 años de retraso en su entrega

Simulación del submarino S-80 en aguas de Cartagena (Murcia).

Los cuatro nuevos submarinos S-80 Plus de la Armada Española, cuya construcción fue encargada a Navantia hace ahora casi tres lustros, no surcarán los mares en un periodo corto de tiempo. La ministra de Defensa, Margarita Robles, volvió a anunciar este miércoles la enésima prórroga en los plazos de entrega de los modernos sumergibles, que deberían haber estado completamente listos en el primer trimestre de 2016. Durante una entrevista en Onda Cero, la titular de Defensa dejó caer que la entrega del primer submarino no será una realidad hasta, al menos, 2030. Eso, siempre que no aparezcan nuevos escollos que sigan lastrando la culminación definitiva del proyecto armamentístico. "Si desde luego Donald Trump se enterara de lo que cuesta, no nos echaría en cara lo poco que invierte España en defensa", aseveró la ministra en referencia a las reiteradas críticas del presidente estadounidense.

La construcción de los S-80 lleva ya más de una década de escollos y sobrecostes. Primero, fue un desvío en los balances de pesos, lo que complicaba su flotabilidad. Luego, llegaron los desajustes en los sistemas de propulsión. Y ahora, con todos los fallos de planificación ya resueltos, hay un problema de espacio. La redimensión del submarino para solventar los problemas de sobrepeso ha provocado que la nave no entre en las fosas de atraque de la base de Cartagena (Murcia), lo que obliga al Ministerio de Defensa a desembolsar otros 16 millones de euros para dragar y ampliar los muelles. En total, el coste del programa armamentístico asciende ya a 3.907 millones de euros, un 83% más de lo que había sido presupuestado en un principio –2.135 millones–. Todos estos sobrecostes elevan el precio de cada uno de los sumergibles hasta casi 1.000 millones de euros.

El submarino que no salía a flote

Aunque el programa arrancó en la década de los 90, el proyecto no recibió luz verde hasta bien entrado el nuevo siglo. En marzo de 2004, justo antes de los comicios que desalojarían a José María Aznar de la Moncloa, el Ministerio de Defensa firmó la orden de ejecución para la adquisición de cuatro submarinos de la clase S-80. El encargo, cuyo coste inicial se situaba en los 2.135 millones de euros, se realizó a la empresa pública del sector naval Izar –desde 2005 Navantia–. La primera nave, el S-81 bautizado con el nombre de Isaac Peral, debía entregarse a finales de 2013. Y, a partir de ahí, el calendario preveía que la compañía fuera teniendo listos los otros tres submarinos –Narciso Monturiol, Cosme García y Mateo García de los Reyes– a razón de uno al año, de forma que el pedido fuese completado con éxito, a más tardar, en el primer trimestre de 2016.

Sin embargo, el plan inicial se fue al traste cuando quedaba un año para la primera entrega. A finales de 2012, dos años después de que Navantia decidiera romper unilateralmente su asociación con los astilleros militares franceses DCNS para construir en solitario los cuatro S-80, la compañía reconoció que se había cometido un desvío de 125 toneladas en el peso del primer sumergible, lo que comprometía su flotabilidad y ponía en duda que el submarino pudiera salir a flote tras sumergirse. El error obligó a ejecutar un rediseño del aparato –se alargó la eslora unos 10 metros y se aumentó el desplazamiento hasta las 3.000 toneladas–, que pasó a llamarse S-80 Plus. En todo este proceso, el Ministerio de Defensa contrató como asesora a la firma estadounidense Electric Boat, lo que supuso un desembolso extra de 14 millones de euros.

Sistema de propulsión

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Pero el sobrepeso no ha sido la única piedra en el camino del S-80 Plus. El problema más complejo al que ha tenido que hacerse frente durante todo el proceso tiene que ver con la integración de su sistema de propulsión. Lo que hace especial a este nuevo modelo de sumergibles era la incorporación de un sistema de propulsión independiente de aire (AIP, por sus siglas en inglés), capaz de producir hidrógeno a partir de bioetanol. Este mecanismo dota a la nave una mayor autonomía: en vez de tener que emerger cada pocas horas para obtener oxígeno, como ocurre en el caso de los submarinos convencionales, el nuevo modelo podrá permanecer bajo el agua entre 15 y 20 días. Este sistema de propulsión, que ha requerido todos los esfuerzos posibles en materia de investigación y desarrollo, convertirá al S-80 Plus en el submarino no nuclear con mayor autonomía y discreción.

En esta parte del proceso, también se produjeron algunos fracasos. Por indicación de la Armada, Navantia encargó a Hynergreen la fabricación del procesador de bioetanol. La compañía diseñó con éxito un prototipo a gran escala, pero falló a la hora de miniaturizarlo para su instalación posterior. Ahora, Técnicas Reunidas y Abengoa siguen trabajando en el desarrollo del sistema. Y los resultados de las primeras pruebas parece que son satisfactorios. Sin embargo, Defensa no quiere más retrasos. Por eso, el ministerio ha dado la orden a Navantia de que integre el AIP a partir de la tercera nave. Los dos primeros sumergibles de la remesa encargada hace casi quince años, por tanto, comenzarán a navegar con propulsión diésel y tendrán que esperar a la primera gran fase de mantenimiento para que les sea instalado el sistema AIP.

Dejando a un lado los problemas de espacio en la base naval de Cartagena que el Ejecutivo deberá solucionar antes de que estén listos los submarinos, parece que, después de años de sobrecostes y retrasos, se empieza a ver la luz al final del túnel. En julio de 2016, se superó la Revisión Crítica del Diseño, asegurándose así la viabilidad del proyecto. Y, en noviembre de 2017, se superó la Revisión de Integración del Sistema, dándose así el pistoletazo de salida a la fase de construcción. A pesar del viento a favor, Robles avisa: que nadie espere que el primer submarino esté listo antes de 2030. Sin embargo, según consta en el último dossier de Defensa sobre el proyecto S-80, fechado en mayo de este mismo año, la primera entrega sigue estando prevista oficialmente para finales de 2022, mientras que el resto de sumergibles estarán en manos de la Armada en 2024, 2026 y 2027.

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