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El Parlamento Europeo vota con Vietnam un acuerdo comercial que entra en conflicto con el 'pacto verde' que defiende la Comisión

Imagen del Parlamento Europeo, en su sede de Estrasburgo.

A la hora de votar el primer texto sobre libre comercio de la legislatura, los eurodiputados salidos de las urnas el pasado mes de mayo no vacilaron: una gran mayoría de los parlamentarios daba este miércoles 12 de febrero, en Estrasburgo, el al acuerdo con Vietnam. Con ello se da paso a la inminente aplicación provisional de la mayor parte de este tratado, poco conocido. (La primera de las dos resoluciones sometidas a votación obtuvo 401 votos favorables, 192 en contra y 40 abstenciones).

Esta votación tuvo un mérito; permitió tomar la temperatura en el seno de un Parlamento que podría votar, en los próximos meses, textos con consecuencias económicas y medioambientales más graves, como el tratado de libre comercio UE-Mercosur, o incluso, a tenor de las últimas salidas de Donald Trump, el resultado de las negociaciones exprés que está llevando a cabo Estados Unidos en total opacidad.

En opinión de los que rechazaban el acuerdo con Vietnam, la adopción de este tratado dice mucho de las contradicciones de un hemiciclo que declaraba la “emergencia climática” en noviembre, y en teoría sólo jura por el “pacto verde” defendido por la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. ¿Estamos ya ante el final del “Green Deal” vendido por el Ejecutivo de Bruselas desde el verano pasado, con el apoyo, sobre todo, de Emmanuel Macron?

En los pasillos del Parlamento, diferentes figuras de la izquierda francesa repetían lo que califican de “escándalo incoherente” unido a un “desastre para los derechos humanos”, según Raphaël Glucksmann (PS-Plaza Pública). E insistían en que “es fácil votar el estado de emergencia ecológica. Pero aquí estábamos ante una primera prueba para saber si cambiamos algo. Es un fracaso político y moral”.

“Von der Leyen puede ser sincera cuando habla del Green Deal, pero está claro que con el libre comercio estamos tocando el dogma, la religión, y va a ser necesario hacer un gran esfuerzo para volver a tratar la cuestión”, dice Emmanuel Maurel (Francia Insumisa), también contrario al texto. “El libre comercio sigue anclado en sus mentes como la única respuesta para crear crecimiento en Europa”, añade.

Como suele ocurrir con el libre comercio, los siete grupos políticos que componen el Parlamento se encuentran divididos con respecto al texto. La luz verde la dio una gran mayoría del PPE (excepto una eurodiputada francesa, los parlamentarios belgas y polacos que votaron en contra), los socialdemócratas (a excepción de franceses, belgas u holandeses) y los liberales (incluyendo la abrumadora mayoría de la delegación del Renacimiento - LREM).

Los Verdes y la Izquierda Unida Europea (incluida la LFI) votaron en contra, mientras que el Movimiento Cinco Estrellas, en los no adscritos del Parlamento (en el Gobierno de Roma), votaron a favor del tratado. En la extrema derecha, la mayoría de los parlamentarios de la Agrupación Nacional de Le Pen se opusieron (con la excepción de Thierry Mariani, a favor del texto), al igual que sus aliados de la Liga (generalmente más dispuestos a apoyar el libre comercio, pero preocupados en concreto por las importaciones de arroz). La ultraderecha española de Vox, que da sus primeros pasos en el hemiciclo de Estrasburgo, se dividía: un miembro votaba a favor y otros tres se abstenían.

Los partidarios del texto lo describen como “el más ambicioso jamás negociado con un país en desarrollo”. Sólo ven intereses económicos para la UE, mientras que los mercados vietnamitas permanecen bastante cerrados a los inversores franceses. “Lo defendemos porque hay intereses ofensivos para Europa, especialmente en el acceso a los mercados de contratación pública”, explicaba la eurodiputada Marie-Pierre Vedrenne (LREM). “No creo en este discurso de ganar-ganar. En su estudio de impacto, incluso la Comisión Europea explica que el déficit comercial a favor de Vietnam aumentará a 40-45 mil millones de euros. Algunos sectores saldrán perdiendo, empezando por el textil en Europa”, añade Emmanuel Maurel.

Otros opositores insistieron en la contradicción con los compromisos del “pacto verde”, el pilar de la nueva Comisión. En su comunicado sobre el Green Deal, que se supone que servirá de biblia para el resto del mandato, Ursula von der Leyen prometió que los futuros acuerdos de libre comercio “deberían incluir en todos ellos un compromiso vinculante para que las partes ratifiquen y apliquen los Acuerdos de París de manera concreta”. Sin embargo, el capítulo sobre desarrollo sostenible del texto negociado con Vietnam –finalizado en 2015– no es vinculante.

“Estamos recompensando a un país que practica la pesca ilegal y la deforestación”, explicaba la eurodiputada belga de Los Verdes Saskia Bricmont. Antes de la votación, 68 ONG y sindicatos instaron a los eurodiputados a no ratificar “los acuerdos que contribuyen a aumentar la globalización del comercio y a agravar las emisiones de gases de efecto invernadero y la crisis ecológica”. Está claro que no en Estrasburgo se les escuchó. Arnaud Danjean, eurodiputado francés de Los Republicanos, asume un voto “pragmático” a favor del texto, y pone en perspectiva el argumento de las ONG: “Pacto verde o no, en cualquier caso, ya comerciamos con Vietnam. Creo que hay un poco de mala fe en este argumento”.

La votación sobre Vietnam puso a los defensores del clima aún más tensos, ya que tuvo lugar el mismo día en que una clara mayoría de los diputados aprobaron una lista de proyectos energéticos considerados prioritarios para los próximos años. Entre ellos, los proyectos gasísticos, que de nuevo parecen estar en las antípodas frente a las promesas del Green Deal.

En su estructura, el voluminoso acuerdo entre la UE y Vietnam se asemeja al acuerdo de libre comercio con el Canadá (CETA), con una sección independiente y controvertida dedicada a la “protección de las inversiones” (que ofrece nuevos instrumentos jurídicos a las empresas, en particular las europeas, en caso de que se produzcan cambios en la legislación vietnamita). Pero el CETA había provocado una intensa movilización de la sociedad civil en Bruselas y Estrasburgo, cuando el texto con Vietnam se vio parcialmente ensombrecido por los debates en torno al texto UE-Mercosur en el verano de 2019.

En parte por ello, el eurodiputado francés Emmanuel Maurel (Francia Insumisa) había abogado a principios de la semana –en vano– por un aplazamiento de la votación del texto, al argumentar que “estamos al principio del mandato y hay una falta de información entre muchos diputados, este es el primer acuerdo del mandato”.

“Económicamente, pesa mucho menos que el CETA. Y las ONG y los sindicatos se han movilizado más tarde, mucho después de que se iniciaran los debates en el Parlamento el pasado mes de octubre”, precisa Saskia Bricmont. Para Yannick Jadot, “si a los sindicatos agrícolas franceses no les importa es porque la amenaza agrícola afecta sobre todo a los agricultores vietnamitas. Ellos son los que van a sufrir las consecuencias. La Federación de Sindicatos Agrícolas está con nosotros para bloquear las importaciones de carne de vacuno del Mercosur, pero contra nosotros cuando se trata de exportar ganado industrial a Japón o ahora a Vietnam”.

El acuerdo UE-Mercosur, en el punto de mira

Al frente de la delegación de Los Republicanos (centroderecha), François-Xavier Bellamy reconoce que “la industria francesa de la carne de vacuno, que estaba muy preocupada por el CETA, como lo estaba por el texto UE-Mercosur, con razón, nos ha pedido, esta vez, que firmemos este acuerdo”. Insiste en la dimensión geopolítica de su : “Si cerramos la puerta al acuerdo, estamos empujando a este país de nuevo a la zona de influencia de China. Esto no va a mejorar las cosas en lo que respecta a los derechos humanos”. El objetivo es fortalecer la posición de la UE en el sudeste asiático, tras el acuerdo con Singapur el año pasado (que se centró en los servicios financieros), en el contexto del inestable enfrentamiento entre China y Estados Unidos.

En el informe de 2019 sobre la libertad de prensa que realiza Reporteros sin Fronteras, Vietnam se sitúa el puesto 176 de 180. Antes de la votación, la ONG Human Rights Watch instaba a los europeos a obtener cambios en el código penal de Vietnam, que permite al régimen procesar y encarcelar a los activistas de derechos humanos, abogados, periodistas, líderes religiosos y opositores políticos. El caso del periodista Pham Chi Dung, detenido después de aconsejar a los diputados que rechazaran el tratado de libre comercio, es sintomático de los continuos abusos.

“Estamos votando cuando alguien está en prisión porque nos pidió que no votáramos el texto... ¿Estamos firmando acuerdos de libre comercio con dictaduras?”, señala indignado Glucksmann, que habla sin ambages de “indecencia”. El eurodiputado Bernard Guetta insiste: “No había razón para apresurarse. Los europeos reclaman este acuerdo, cierto, pero Vietnam lo pide diez veces más que nosotros. Podríamos haber usado este equilibrio de poder mucho mejor. Esta prisa evidencia una debilidad política que me entristece y preocupa. La reflexión no está a la altura del desafío”. El diputado pidió la retirada del texto de la orden del día para continuar las negociaciones sobre los derechos humanos. Stéphane Séjourné también defendió esta posición durante un tiempo dentro de la delegación, antes de sumarse a la postura oficial de los liberales, a favor del texto.

Bajo presión, Vietnam se ha comprometido, sin embargo, a ratificar varios convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), uno sobre el trabajo forzoso en 2020 y otro sobre la libertad de asociación en 2023. Por el momento, Hanói sólo ha firmado un convenio adicional de la OIT, sobre las negociaciones colectivas. “¿Por qué es tan difícil firmar una convención de libertades públicas?”, se pregunta Emmanuel Maurel, que también señala que el contenido del código penal vietnamita contradice de todos modos el contenido de algunas de estas convenciones.

Por otra parte, los partidarios del texto sostienen que mediante la firma del acuerdo se podrá influir en el desarrollo político del país. En otras palabras, en palabras del comisario de Comercio Phil Hogan, de Irlanda, durante el debate del martes en Estrasburgo: “La situación de los derechos humanos es motivo de preocupación. Pero estoy convencido de que los canales de comunicación constructivos pueden ayudarnos a superar estas dificultades”. La eurodiputada del LREM Marie-Pierre Vedrenne negó cualquier “traición a las promesas de campaña” y añadió: “Vietnam se ha comprometido. Ha habido progresos. Esta ratificación es un paso más, no es un fin en sí mismo. Hemos creado grupos de vigilancia”.

La votación sobre Vietnam en Estrasburgo tuvo lugar en un contexto muy turbulento, en el frente comercial, en plena la batalla entre Washington y Pekín, y mientras Donald Trump decidió acelerar, como anunció en la Cumbre de Davos a principios de este año, la firma de un acuerdo entre la UE y Estados Unidos lo antes posible, quizás antes de que termine su mandato. Tanto es así que la presidenta de la Comisión desconcertó a todo el mundo a finales de enero al asegurar que las negociaciones relanzadas en la primavera de 2019 –a pesar de la oposición de Francia– podrían concluir ya “en unas pocas semanas”.

A ello se añade una batería de acuerdos de libre comercio más modestos, aún en preparación (Australia, Nueva Zelanda, México, etc.), mientras que el CETA, ya adoptado por el Parlamento Europeo y la Asamblea Nacional francesa, sigue esperando su turno en el Senado. El Elíseo parece estar esperando a que pasen las elecciones municipales (e incluso las del Senado, de otoño) para incluirlo en el orden del día. Por último, queda el acuerdo tremendamente complejo que se negociará con los británicos, en teoría para finales de año. Como apunta un diputado francés del PPE, gran conocedor de los asuntos relativos al libre comercio, “avanzamos hacia debates extremadamente duros sobre el libre comercio” en el Parlamento.

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Traducción: Mariola Moreno

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