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El diálogo sobre Cataluña

El reconocimiento de Cataluña como nación se abre paso en la mesa de diálogo

Vista parcial de las concentración independentista organizada por Carles Puigdemont en Perpiñán (Francia).

La batalla preelectoral catalana entre Junts y Esquerra por la hegemonía del espacio soberanista ha tomado como escenario la mesa de diálogo formada por el Gobierno de España y el Govern de la Generalitat el pasado 26 de febrero. De acuerdo con la literalidad del acuerdo alcanzado ese día, la segunda ronda de conversaciones deberá tener lugar antes de que termine el mes de marzo en Barcelona, pero de momento sólo Esquerra enfatiza la necesidad de fijar fecha lo antes posible para dar cumplimiento estricto a lo acordado. La Moncloa no pone reparos, pero se muestra más flexible y no descarta, según fuentes consultadas por infoLibre, que la cita no tenga lugar hasta los primeros días de abril. Quizá después de las elecciones gallegas y vascas que tendrán lugar el día 5.

Los gabinetes de Moncloa y del Palau trabajan en la sombra, lo más discretamente posible, en la preparación de la segunda reunión, en la que ya no estarán presentes Pedro Sánchez ni Quim Torra y en la que está por determinar la composición de las dos delegaciones.

Sea como fuere, las escaramuzas entre los socios del Govern, los republicanos de Oriol Junqueras y los posconvergentes de Carles Puigdemont, no dejan de sucederse. Las dos fuerzas mayoritarias dentro del soberanismo pugnan por dar sentido a la mesa de diálogo mientras avanza la tramitación de los presupuestos catalanes y permanecen a la espera de que el president Quim Torra despeje el calendario y aclare si el adelanto electoral tendrá lugar antes o después del verano —septiembre u octubre, con su fuerte significado para el independentismo, son los meses más probables—.

La estrategia de Junts per Catalunya combina desde hace tiempo la defensa de la unilateralidad y el simbolismo político. En esta última categoría encaja la pretensión de Puigdemont de que el Govern ponga encima de la mesa el reconocimiento de Cataluña como nación, algo que Esquerra considera un asunto superado. “El primer paso de la próxima mesa de diálogo es que el Gobierno reconozca a Cataluña como nación. Esto abriría las puertas a seguir avanzando en las siguientes mesas, porque se trata de avanzar”, defendió el expresident en una entrevista a la Agence France Press (AFP). “Que Cataluña es una nación es un hecho. Bienvenidos sean los reconocimientos, pero ya lo hemos reconocido nosotros”, le replicó el vicepresident de la Generalitat, Pere Aragonès (ERC).

Por parte de los socialistas catalanes “no habrá ningún problema” en “reconocer a Cataluña como nación”, respondió a su vez el ministro de Sanidad y secretario de Organización del PSC, Salvador Illa. Su partido, recordó, “hace mucho tiempo” que lo defiende y emplazó al Govern a ponerlo encima de la mesa de diálogo.

La propuesta de Puigdemont encaja con el objetivo de Junts de cimentar la condición de Cataluña como “sujeto político”, que es la base sobre la cual confían en afianzar su derecho a la soberanía y, a partir de ahí, hacer viable una solución legal a la autodeterminación.

Sánchez mantiene su confianza en el PSC y, a pesar de las reticencias de algunos barones, especialmente del aragonés Javier Lambán y del castellano manchego Emiliano García Page, ha respaldado todos los documentos en los que los de Miquel Iceta han defendido esta idea a lo largo de los últimos años. Otra cosa es que en esa estrategia de construir complicidades entre independentistas y no independentistas vaya a aceptar una declaración de reconocimiento de Cataluña como nación sin obtener algo a cambio por parte del Govern. Y ahí la lista de demandas del Gobierno hace referencia materias muy variadas, desde el inicio de un diálogo en Cataluña que incluya a los no soberanistas —algo que Torra se comprometió a intentar pero que no ha llevado a la práctica— a una renuncia expresa a la unilateralidad.

La importancia de votar

Esquerra no está en el simbolismo de Junts y pone en valor que la mera constitución de la mesa haya comprometido al Gobierno de España a votar una solución si en algún momento el diálogo es capaz de concretar un acuerdo. Los republicanos quieren “que de una vez por todas se cumpla con uno de los grandes consensos de la población de Cataluña, que es que se vote su status político” pero están dispuestos, avanzó, a aceptar que se pueda votar una propuesta de la mesa aunque no estén de acuerdo y vayan a pedir el ‘no’. “Sería importante que el independentismo permita que la propuesta que surja de esa mesa se vote”, declaró este fin de semana el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián.

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Porque para Esquerra lo crucial, lo que supone un “cambio de paradigma” que abre la puerta a “días históricos” que “hay que preservar como sea”, es que ambas partes hayan fijado que la solución pasa por votar. De aquí que no quiera meter presión cuando el diálogo apenas acaba de empezar. Se trata de un "conflicto político de tal envergadura que todo el mundo podría entender que no se va a solucionar ni en una reunión, ni en dos, ni en cuatro". En esto coinciden con Sánchez, convencido también de que sería un error esperar acuerdos a corto o medio plazo en una controversia que acumula una década de agravios.

Mientras tanto, declaró Rufián, a Esquerra no se la verá “sentada entre semana en una mesa en Moncloa y criticándola el fin de semana en Cataluña”, en referencia a la exconsellera Clraa Ponsatí, que la calificó de “engañifa”.

La primera reunión de la mesa acabó tal y como el Gobierno de Sánchez y Esquerra pretendían: con Quim Torra abrazando el diálogo y declarando solemnemente que el Govern nunca se levantará de las negociaciones. Sánchez y Aragonès se necesitan. El primero precisa de los votos de Esquerra para sacar adelante los Presupuestos y prolongar así la legislatura y los de Esquerra desean hacer de la mesa y del diálogo mismo, cuya paternidad reclaman, el principal valor de la campaña electoral que se avecina y en la que esperan batir a Junts, conquistar la Presidencia y hacerse así con el timón del espacio soberanista después de años obligados a lidiar con las estrategias de Puigdemont.

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