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Los libros

Corrupciones, asesinatos y verdades en Javier Cercas

El escritor Javier Cercas.

Independencia

Javier Cercas

Tusquets

Barcelona

2021

Este año las novelas españolas en castellano tienen a los lectores con la lengua fuera. Apareció el libro de cuentos de José María Merino (Noticias del Antropoceno), le siguió el de Luis Landero (El huerto de Emerson), una mezcla de autobiografía y ensayo, y las novelas de Javier Marías (Tomás Nevinson), Esther García Llovet (Gordo de feria) y Fernando Clemot (Fiume). Y sin poder recobrar todavía el aliento, nos hemos encontrado con esta nueva novela de Javier Cercas. Parece como si estuviéramos en el mejor de los mundos literarios posibles, ante la gran temporada, que hubiera dicho Fernando Quiñones si habláramos de toros.

Me alegra que Cercas haya vuelto a Tusquets, aunque la editorial ya sea otra muy distinta, sin Toni López Lamadrid ni Beatriz de Moura, tras ser comprada por el Grupo Planeta. Independencia es la segunda entrega de una tetralogía, Terra Alta, protagonizada por el policía o mosso Melchor Marín. En ella, la alcaldesa de Barcelona es chantajeada con un vídeo de contenido sexual, muere un personaje allegado del protagonista, quien aclara diversos enigmas que se gestaron en la novela anterior y decide que dejará la policía en cuanto logre una plaza de bibliotecario. Apunta así a que Melchor, el héroe de Cambrils, en el futuro acabe trabajando entre libros para llevar una vida más tranquila. Y aunque esta nueva entrega pueda leerse de forma independiente, la entenderá mejor, y disfrutará más, quien haya leído Terra Alta.

Ni el título de la novela resulta ser lo que parece, ni la alcaldesa es quien pudiéramos pensar, pues la acción transcurre en el 2025, cuatro años después del desenlace de la anterior, cuando una mujer llamada Virginia Oliver (quien comparte no pocas características con Ada Colau, aunque otras las diferencian) ocupa la alcaldía de Barcelona y nos hemos librado de la pandemia y del procés, otra infección, en este caso mental, pero igualmente dañina, tras chocar con las leyes, con el estado de derecho en España y en Europa. A buen seguro que el título atraerá a los lectores, aunque pronto se den cuenta de que también puede tener otros significados, pero la curiosidad ya se les habrá despertado, con lo que el gancho resulta evidente. Así, pues, independientes son, en su manera de pensar y comportarse, Melchor, Blai, Vivales y sus dos amigos, y lo es también Rosa Adell. En cambio, no lo es Ricky Ramírez, que vive al ritmo que le marcan los mismos que lo utilizan y desprecian, quizá porque entendió mal el consejo que le dio su padre (“Arrímate a los buenos y serás uno de ellos...”, p. 64), que es lo que a Lázaro de Tormes le aconseja su madre, al identificar a los buenos con los ricos, con aquellos que detentan el poder. Independencia, Patria, títulos contundentes, arriesgados, buenas novelas ambas y valientes, cada una a su manera.

El autor calca la dedicatoria de la novela anterior, a su mujer y a su hijo, y no es meramente anecdótica, pues ellos son, nos dice Cercas, su Terra Alta, su patria, digamos. Está narrada en tercera persona, en una lengua que resulta sencilla, natural, porque debe estar muy trabajada, y armoniza con habilidad la narración y el diálogo. No faltan las alusiones literarias, de nuevo a Los miserables, resaltando la identificación de Melchor con Jean Valjean; a Giuseppe Tomasi de Lampedusa, a la idea de que todo cambie para que sigan en el poder los mismos de siempre (p. 149); a Chesterton, a Eça de Queiroz, está leyendo La ilustre casa de Ramires; al Miguel Strogoff y Los hijos del capitán Grant, de Julio Verne, novelas que Melchor le lee a su hija; a John Ford, El hombre que mató a Liberty Valance, y John Wayne; se burla de un cuadro de Tàpies; y cita una frase de Beckett (“Fracasa otra vez. Fracasa mejor”), que ha repetido Vila-Matas.

Diría que al menos se cuentan dos historias entrelazadas. Una es privada y gira alrededor de la existencia de Melchor, de su pasado y presente, del recuerdo del asesinato de su madre y del de Olga, su esposa, la relación con su hija Cosette, con su amigo Domingo Vivales (personaje que parece heredado de Marsé, así como el excelente desenlace), que en esta novela forma un trío formidable con Puig y Campà, mostrándose además muy crítico con Barcelona (“tan sucia como Nápoles y tan puritana como Ginebra”, p. 55), y la amistad con Rosa Adell, ahora al mando de la empresa gráfica familiar que tanto protagonismo tuvo en Terra Alta. La cena en casa de Vivales, con sus amigos y Melchor es puro Cercas, de lo mejor de esta novela (pp. 142-163).

La segunda historia se centra en la trama política: la extorsión a la alcaldesa, la denuncia de la connivencia de la economía y la política catalana (aunque podría aplicarse a casi cualquier otro lugar, con sus correspondientes variantes), la corrupción en el Gobierno autonómico (“estaba hasta arriba de mierda”, afirma Ricky, p. 62) y en la alcaldía de la capital (Vivales comenta que “es más fácil encontrar una puta virgen que un hombre honrado en el Ayuntamiento”, p. 56); la crítica feroz, en suma, a personajes e instituciones catalanas, centrada en tres individuos: Vidal (primer teniente de alcalde, a cuyas órdenes actúa una especie de guardia pretoriana, conocida como los Vidal Boys, y que en un momento dado cuenta cómo y por qué montaron el procés), Casas y Rosell, que estudiaron –como ciertas élites— en Aula y Esade, manipuladores, corruptos y cínicos, pero también la crítica a la primacía que le han concedido a la identidad. Por contra, Melchor se decanta por la búsqueda de la verdad. El autor cuenta cosas que sabemos: que la política y los negocios van de la mano (en Cataluña y en Madrid, Sevilla, Valencia o Bilbao), aunque sea necesario recordarlo una y otra vez, y nos lo cuenta con rabia, como debe ser, dadas las circunstancias.

La novela se compone de tres partes equilibradas en su dimensión, aunque la tercera sea algo más extensa, junto con un epílogo más breve y una “Nota del autor”. La nueva trama arranca en la página 60, porque antes ha relatado un episodio, transcurre en un burdel, que en esta serie de novelas actúa como leit motiv: la aversión que siente el protagonista por los maltratadores de mujeres, en cuyo caso se toma la justicia por su mano; en esta ocasión, se trata de unas jóvenes nigerianas obligadas a prostituirse y a las que, más adelante, añade otras chicas víctimas de unos niños pijos acostumbrados a actuar con impunidad. Después, al comienzo de la primera parte, sintetiza Cercas lo ocurrido en el desenlace de Terra Alta y recuerda el papel que desempeñaron en ella los personajes que vamos a volver a encontrarnos.

El protagonismo recae en Melchor y, en menor medida, en Ricky, su –digamos— contrapunto, verdugo y víctima, motor de la solución de la trama, de los enigmas. Y a este propósito, la historia del padre de Ricky, un político socialista caído en desgracia, resulta paradigmática. Y tras ellos, encontramos a la alcaldesa, casi tan moralista como Jordi Pujol, y los tres compinches corruptos, quienes contrastan con otros tres: Domingo Vivales y sus dos amigos. En esta entrega, Melchor aparece más cuajado, con más recovecos. Sigue siendo un héroe, un justiciero que persigue a quien violenta a las mujeres, pero si en la anterior narración se había retirado a Cambrils, por precaución, ahora, a petición de un Blai ascendido a inspector, regresa a Barcelona para investigar un delito que lo llevará a enfrentarse con el poder político y económico.

De estos, y de otros seres que pueblan la novela, traza el narrador retratos físicos (pp. 15 [el macarra que regenta el burdel], 27 [el señor Grau], 81 [Vàzquez], 94 [la alcaldesa], 115 [Cortabarría], 199 [Verónica] y 286 [Casas]). Además, algunos de ellos aparecen singularizados por la lengua, como Rosa (p. 26); el sargento bipolar Vàzquez, quien repite todas las frases hechas de moda (p. 115, ¡ojo al cambio de acento en el apellido, catalanizado artificiosamente!); o el lacónico Vivales; y otros, meramente de característicos, como la dicharachera Verónica, la responsable de prensa del cuerpo, que en su incesante blablablá nos habla de los finde y utiliza las expresiones despiporrante y ni flores.

De una u otra forma aparecen, citados o aludidos, Joan Perucho, quien da nombre a una Avenida de Gandesa, donde el escritor catalán fue juez; una frase que el actor José Luis López Vázquez repite en la película Atraco a las tres (p. 101); Jordi Gracia, uno de cuyos gestos característicos (cerrar los ojos para poder pensar mejor) se lo atribuye al personaje de Puig (p. 154) y el director de cine Isaki Lacuesta, que me parece metido con calzador (p. 200). E incluso podría trazarse una cierta geografía de los locales de moda, bares de copas como Up&Down, la tortillería Flash-Flash, los restaurantes La Dama, Botafumeiro, La balsa y Amaya, o la sala de baile Sutton. Cervantina es la aparición del propio autor, de su novela anterior en esta segunda entrega, pues como Don Quijote, Melchor sabe que un tal Cercas lo ha convertido en protagonista de una narración. Y el siniestro Vidal utiliza lo que se cuenta en Terra Alta para chantajear a Melchor. El caso es que algo tiene esta narración del mejor Eduardo Mendoza, en las situaciones y diálogos, en la composición de los personajes, en el ritmo trepidante de la trama, aunque Cercas, cuyo estilo posee personalidad propia, se muestra más sobrio, contenido y circunspecto, menos dicharachero.

En la novela se plantea el dilema de si resulta legítima la venganza cuando la justicia no cumple con su obligación, tal y como ocurre en el episodio inicial que transcurre en el prostíbulo de Papá Moon. La respuesta legal a semejante dilema es no, pero habrá quien, en su fuero interno, piense que resulta legítima, aunque no por ello esté dispuesto a llevarla a cabo. En Tomás Nevinson, la nueva novela de Javier Marías, el protagonista se plantea un dilema semejante: ¿es legítimo matar para evitar males mayores?

Novela pesimista, que mucho me temo que es lo único que se puede ser en estos tiempos terribles de crisis política, económica y moral, tiempos de corrupción, de procés y de pandemia, está plagada, sin embargo, de momentos de humor. Como novela de acción, también se muestra reflexiva, de pensamiento, crítica con una realidad degradada por unos políticos aventureros, irresponsables y corruptos. Aun cuando utilice procedimientos propios de la novela policíaca — la investigación de un enigma, un caso de extorsión, violaciones y crímenes—, el protagonista no es el típico investigador propio del género, sino que se encuentra en sus antípodas. Y no me parece que, en esencia, sea una novela policíaca ni negra ni ninguna otra etiqueta semejante al uso. Sea como fuere, el caso es que tras esta segunda entrega, emergen más claros los propósitos del autor. Si, además, suprimiera detalles innecesarios, la novela ganaría en ritmo y el lector no se distraería (pp. 123 [no es necesario que nos cuente todas las llamadas y WhatsApp que recibe un personaje], 139 y 272), aunque por lo general el ritmo resulta adecuado para aquello que se quiere contar.

Que la novela sea una llamada a la insurrección, como ha defendido Cercas en algunas entrevistas, me parece que es pecar de optimista, pues ni las ficciones tienen hoy ese poder ni los lectores están dispuestos a ello, fanáticos independentistas aparte, si se les manda tal cosa. Por tanto, esa llamada de Cercas, mucho me temo que se quedará sin respuesta. Otra cuestión que se ha planteado es si con esta novela ganará o perderá lectores. A mí me parece que sumará buenos lectores y es probable que pierda a aquellos malos (por usar la terminología de C.S. Lewis) que solo leen para reafirmarse en sus creencias. Por último, parafraseando al mismo Cercas, me parece que esta ha debido de ser una novela difícil de escribir, si bien resulta fácil de leer y de entender. En suma, se trata de una buena novela: inteligente, crítica, valiente y amena.

Los refugios y la intemperie

Los refugios y la intemperie

P.S. Unas declaraciones de Javier Cercas, manipuladas a sabiendas por algunos independentistas catalanes, han servido como excusa para montar en las redes y en la prensa una campaña en su contra (aunque tampoco le han faltado defensores), donde menos guapo, le han llamado de todo, que diría un castizo. Si alguno de ellos ha leído la novela (los abertzales, sus gemelos, suelen presumir de no leer aquello que los cuestiona), no habrá podido soportar las críticas que Cercas les dedica, sobre todo que en el 2025 haya dejado de hablarse del procés, y por tanto de Puigdemont, de sus acolitillos, y del fantasioso Consell per la República. Ojalá Javier Cercas sea tan lúcido para pronosticar el futuro como viene siéndolo al analizar el presente.

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Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.Fernando Valls

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