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Los desafíos de la democracia

El voto pendiente de las pensiones: las dudas sobre el sistema enturbian el futuro de la generación más afín al PSOE

Manifestación convocada por Juventud sin Futuro, en 2011. En un cartel se lee: "Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo".
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Cuando se habla del futuro de las pensiones, no sólo está en juego el futuro de las pensiones. Hay mucho más.

De cómo se resuelva –o no– la cuestión, y de los términos en que se desarrolle el debate, dependerá el compromiso con el Estado del bienestar de la conocida como generación del baby boom,baby boom la última en la que predomina la certidumbre sobre el porvenir, la que actualmente declara más simpatía por el PSOE, y que podría ser empujada hacia la ansiedad y de ahí hacia el individualismo.

Así lo advierten los datos, estudios y análisis recabados por infoLibre, que también apuntan a que está en juego la quiebra de la ya debilitada confianza en el presente y el futuro de los grupos jóvenes. Se trata de las generaciones nacidas desde finales de los 70, que ya dan muestras de desarraigo y que ahora, además de sufrir la avería del ascensor social, asisten al envejecimiento de una generación tapón numerosa y costosa justo antes que ellas. ¿Impacto de todo ello en el voto? Certezas no hay. Pero sí un pronóstico mayoritario: a más dudas sobre el sistema público de pensiones, mejores perspectivas para la antipolítica y los discursos neoliberales.

El sociólogo Jaime Aja, uno de los autores del ensayo Vidas low costVidas low cost, considera que la promoción de discursos que ponen en duda la viabilidad de las pensiones públicas, entre los que incluye el ya rectificado del ministro José Luis Escrivá, puede abrir una autopista para el éxito de los valores conservadores y las opciones electorales derechistas. Es un fenómeno ya visto en Madrid, señala, donde tanto en sanidad como en educación se ha abierto paso una cultura del sálvese quien pueda y donde el PP –añade– utiliza el discurso de los "impuestos bajos" y "libertad de elección" para defender un modelo que provoca "segregación en los servicios públicos". 

El politólogo Oriol Bartomeus advierte contra los efectos "dañinos" de plantear el debate de las pensiones en términos de "batalla generacional", castigando una solidaridad interna de la sociedad ya dolida por la Gran Recesión y amenazada ahora por otra crisis. A su juicio, las pensiones constituyen una oportunidad para abrir debates mucho más útiles: impuestos, desigualdad, salarios, demografía... Si no se hace, Bartomeus cree que habrá campo abonado para el repliegue individualista y la antipolítica. ¿Hacia dónde se podría desplazar el debate y la acción política, entonces? Hacia la corrección del excesivo peso que tiene el origen familiar en la renta de los adultos. Hacia las desigualdades territoriales. Hacia las de género. O incluso hacia las de fecundidad, que arroja datos que demuestran que la pobreza también castiga sin hijos.

Las palabras "pobres" y "ricos" son para Bartomeus claves para que el debate sobre el futuro de las pensiones no termine en el rencor intergeneracional y "sálvese quien pueda". Lo explica: "A menudo cuando se dice a los jóvenes 'vas a tener peor pensión que tus padres', se olvida que hay muchísimos que tienen pensiones muy bajas". Bartomeus defiende una explicación sobre las pensiones que no aliente los atajos individualistas. Un ejemplo: más que hablar de "gasto récord" cada mes, sería constructivo recordar que de los 6,1 millones de jubilados con pensión, más de la mitad (3,3 millones) cobran menos de 1.000 euros. A ello hay que sumar 2,3 millones de pensiones de viudedad, cuya media no llega a 740 euros.

La Moncloa y Ferraz

Pablo Simón cree que el Gobierno encara el "desafío" de hilar un discurso que, transmitiendo tranquilidad sobre el poder adquisitivo de los pensionistas actuales, explique la fórmula necesaria para garantizar la cobertura del baby boom, para lo cual sugiere "medidas graduales explicadas con claridad". No es fácil.

Tanto La Moncloa como Ferraz son conscientes del desafío. Un dirigente socialista explica que la cuestión deberá ser analizada a fondo por el PSOE en las ponencias de su congreso, previsto para octubre, porque hay una exigencia de respuestas. "Va a ser uno de los elementos importantes de la larga campaña electoral que va a tener lugar de aquí a 2023", señala otra voz desde Ferraz. "Está claro cuál es el marco en que la derecha va a querer ubicar la cuestión: 'Cuando gobierna la izquierda, las pensiones corren peligro'. No es así, pero muchas veces funciona la navaja de Ockham, según la cual la explicación más sencilla es la que convence. La derecha se beneficia de un círculo vicioso: si hay un empobrecimiento de un servicio público, la gente siente una complicidad entre lo que vive, ese empobrecimiento, y lo que oye, que es que hay que facilitar opciones privadas y que no merece la pena pagar tantos impuestos".

En Unidas Podemos hay inquietud. "Es básico transmitir seguridad. Para los que ya cobran pensión, que son los más sensibles. Para la generación posterior, los baby boomers, sobre todos los mayores, que ven ya más o menos cerca la jubilación, y para los jóvenes, que ya no aguantan más malas noticias", analiza un responsable de UP, que lamenta que el acuerdo entre el Gobierno, UGT, CCOO, CEOE y Cepyme, que ofrece "una foto importante", haya quedado "aguado" por las declaraciones de Escrivá, cuando advirtió a los baby boomers de que si quieren evitar un recorte tendrán que "trabajar algo más". A su juicio, las pensiones son un tema que a la mayoría en la calle le resulta complejo de desentrañar en detalle, por lo que es clave evitar especulaciones.

Generaciones mayores

De la generación del baby boom se suele destacar que es la más numerosa y será la más longeva. Y es cierto. Por ello, a veces se la presenta como una futura carga. Lo que rara vez se destaca sobre los baby boomers, sobre los hijos del boom demográfico entre finales de los 50 y finales de los 70, es que son "la última generación que ve la vida con algo de certidumbre, estabilidad y dirección", en palabras de Oriol Bartomeus, autor de El terremoto silencioso (CIS, 2019). A Bartomeus la preocupa, por un lado, el impacto de la incertidumbre sobre las pensiones en esa generación que creía tener esa parte de su futuro más o menos asegurada, y que ahora podrían perder compromiso con el sistema. Y le preocupa también la lluvia sobre mojado para los nacidos después: la generación X y los millennials, esos de los que ya se da por hecho que vivirán peor que sus padres.

Un rápido repaso generacional –con datos demográficos del INE de 2020 y demoscópicos del CIS, tanto del barómetro de mayo de 2021 como de la encuesta postelectoral de noviembre de 2019– empezaría con los más de 9 millones de mayores de 65 años. Es el electorado más estable y más bipartidista y el menos inclinado a votar a Voxbipartidista . Los de 65 y más años son los que más declaran votar siempre por el mismo partido: 32,2%. Y los que menos declaran haberse abstenido. "Las generaciones más mayores son la base de los partidos históricos, que tienen la ventaja de que, además, participan más y de forma más estable. Tiene cierta lógica que los hayan tratado mejor, porque son sus votantes más fieles", señala Bartomeus. Nada de lo ocurrido ahora, según su análisis, parece que vaya a tener un fuerte impacto en estas franjas de edad. A priori la reforma es beneficiosa y los posibles ajustes futuros serán para las generaciones posteriores. Se vuelve a producir un fenómeno, "el sesgo a favor de la gente de más edad", que es común a los Estados del bienestar europeos, indica Pablo Simón, profesor de la Carlos III y editor de Politikon.

Baby boomers

El siguiente bloque son los baby boomers, que sumarían en torno a 15,5 millones de almas si tomamos las fronteras de 43 y 64 años, llevando el límite hasta justo un año antes de la primera edad de jubilación. Un dato ilustra su potencia electoral. Hay 18 añadas seguidas por encima de 700.000 individuos, cuatro de ellas con más de 800.000. Por contraste, en 2019 nacieron algo menos de 360.000 niños. Además de ser muchos, hay proyecciones que indican que los boomers vivirán más años tras jubilarse: 23,7 en lugar de los 21,6 de ahora. Se trata de esa "generación ancha" a la que aludió Escrivá.

Electoralmente, son el segundo bloque más bipartidista: en torno al 20% de intención de voto al PSOE y del 16% al PP. Sus dos grandes grupos (45-54 a 55-64 años) son los que más simpatía declaran por el PSOE, ambos más del 16%, y los segundos que menos simpatía tienen por Vox, rondando el 1%.

En cuanto a fidelidad (entre el 13,5% y el 20%) y abstención (entre 8,6% y 11,6%), son un amplio bloque a medio camino entre la generación de posguerra y los millennials, operando como gran estabilizador del sistema. "No son como sus padres, pero tampoco como sus hijos", resume Bartomeus, que advierte contra los riesgos de ofrecer a esta generación una disyuntiva entre una solución colectiva y una solución egoísta. A su juicio, si en esta generación cunde una duda sobre la tranquilidad de su etapa final, podría producirse un repliegue hacia soluciones individualistas y conservadoras.

Generación X y millennialsmillennials

De ahí para abajo, la cosa se complica aún más. Los más de 15,3 millones entre la mayoría de edad y los boomers son un bloque con los esquemas de la generación de posguerra rotos. Sumados con los baby boomers, totalizan en torno a 30,8 millones de ciudadanos mayores de 18 años que aún no hay despejado la equis sobre el modelo de pensiones del futuro. La cifra sigue por encima de 30 millones si se descuentan los cerca de 600.000 con pensiones de jubilación o viudedad con menos de 65 años.

En todas las cohortes de las generaciones jóvenes, PSOE y PP, aunque siguen siendo los partidos con mayor apoyo, sufren un claro debilitamiento en intención de voto y simpatía. El porcentaje de los que declaran que votan siempre por el mismo partido llega a caer al 8,8% de 25 a 34 años, lejos de aquel 32,2% de los mayores de 65. Sus grupos dan numerosos síntomas de desconexión. La abstención declarada en ningún caso baja de 10 –y eso que siempre está infrarrepresentada– y alcanza el 14,1 entre los 25 y los 34, casi el doble que en los más mayores. Son las generaciones volátiles que ha categorizado Bartomeus, esas que el sociólogo Xavier Martínez-Celorrio, uno de los mayores estudiosos de la avería del ascensor social, ve en riesgo de inclinarse hacia la extrema derecha si pierden certidumbre.

Se trata de segmentos castigados anímicamente por la falta de expectativas, agudizada a su vez por la pandemia. La Enquesta sobre l'impacte de la COVID-19: principals resultats referents a la població joven, del Centre d'Estudis d'Opinió, concluye que la población entre 18 y 35 años es el segmento que "más padece por su futuro". Otro estudio, Las consecuencias psicológicas de la covid-19 y el confinamiento, elaborado por seis universidades, indica que el 49% de las personas de entre 18 y 34 ha experimentado sentimientos depresivos, pesimistas o de desesperanza, con “tendencia a cronificarse”. Según una investigación de Fundación Pfizer, casi un 60% de jóvenes hasta 29 años cree que van a empeorar las oportunidades. Bartomeus advierte del fuerte impacto que puede tener para ellos un debate sobre las pensiones planteado en términos de "guerra de generaciones": "No sólo están teniendo muchas dificultades ahora, sino que sobre esa incertidumbre se les dice además: 'Os va a tocar pagar la pensión de vuestros padres'. "Los jóvenes por norma no piensan ahora mismo en su pensión, pero sí que tienen asumido un futuro complicado, o que van a vivir peor que sus padres. Que les lleguen dudas sobre el futuro de las pensiones agrava este problema", señala.

El sociólogo Narciso Michavila, presidente de GAD3, apunta que son los jóvenes los que más merecen un mensaje de futuro. A su juicio, electoralmente la pensión es un tema "especialmente sensible" para los jubilados y puede ser "palanca de voto" a partir de los 50, por lo que es ahí donde se centran los gobiernos. No obstante, cree que es entre los jóvenes donde habría que hacer un esfuerzo político y pedagógico. "La pobreza y la caída de masa salarial desde la crisis han afectado mucho más a los jóvenes que a los mayores, la mayoría de los cuales, incluso los de pensiones más bajas, suelen tener la casa pagada", añade. Los salarios de los jóvenes son más bajos y sus expectativas como trabajadores y pensionistas son peores, señala Michavila, que en cambio ve a los sucesivos gobiernos dedicados a aplacar posibles movilizaciones de mayores. "Hay mucho cinismo y no se habla claro de de los ajustes que necesita el sistema", denuncia.

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El calado de los discursos 

Jaime Aja, sociólogo de la Universidad de Córdoba, afirma que el avance de discursos que ponen en duda la calidad y suficiencia de los servicios públicos facilita una promoción de los valores conservadores. "Si crees que por romperte una pierna te pueden echar del trabajo, o que no vas a tener pensión, o que necesitas un seguro privado para que te atiendan cuando necesites algo urgente, te vas volviendo más conservador en tus decisiones", señala. Y advierte: "Ahora, además del runrún de las pensiones, va a ir creciendo el runrún de la insostenibilidad de la sanidad, y con el mismo argumento: que hay demasiados mayores". Aja cree que la izquierda necesita un discurso que oponer al "impuestos bajos y libertad de elección" de la derecha, de probada eficacia en Madrid.

Este discurso alternativo no puede ser, añade, una disyuntiva entre "economía" y solidaridad". "Si los sectores que más votan no ven que se benefician directamente de un servicio y son llamados a apoyarlo por solidaridad, ese servicio empieza a perder legitimidad. No se puede apelar sólo a la solidaridad. No es que vayas a mantener a los mayores, sino a tus padres, a tu familia, ¡a tu yo futuro!", explica Aja, para quien los discursos progresistas tienen que tirar de dos recursos: "El primero, hablar en términos de familia, explicar la solidaridad como algo que te afecta a ti y a tu familia. El segundo, ampliar la gráfica de la proyección de las pensiones más allá de 2050, donde se coloca siempre de forma muy tramposa. Y es tramposa porque ese es el peor año. Pero más adelante las generaciones que se vayan jubilando serán menos numerosas. ¿Por qué no hablar de que tenemos un sistema viable, que puede pasar unos años difíciles, pero que merece la pena conservar porque nos va a dar buenos resultados a todos?".

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