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Cuiña y el 'Prestige': cuando un político del PP dimitía si una empresa de su familia sacaba rédito de una crisis

El presidente de la Xunta, Manuel Fraga, charla con el exconselleiro Xosé Cuiña en presencia del vicepresidente Alberto Nuñez Feijóo, en 2005.

Una catástrofe sin precedentes amenaza a una población que se siente abandonada a su suerte. La familia de un líder político de primera línea hace negocio con la venta de material destinado precisamente a hacer frente a esa crisis. No estamos en Madrid, ni en 2020. No se trata del coronavirus. Pero sí del Partido Popular. Ocurrió en Galicia, en el año 2002. Un enorme petrolero acababa de hundirse a 28 millas de la Costa da Morte, tiñendo de luto prácticamente todo el litoral gallego. La compra de material de limpieza a una empresa vinculada al conselleiro de mayor peso político de Manuel Fraga pone contra las cuerdas a la Xunta de Galicia, paralizada ante el mayor desastre medioambiental que se recuerda. La crisis está servida.

Las entrañas del Prestige ensombrecieron con su chapapote a la comunidad autónoma con más kilómetros de costa y a buena parte del Cantábrico. Cerca de 3.000 kilómetros de litoral acabaron enfangados de un fuel de mala calidad, afectando a 1.137 playas y 450.000 metros cuadrados de superficie rocosa. En contraste, los arenales y las rocas se llenaron de voluntarios vestidos enteramente de blanco –con unos trajes a los que más tarde pondríamos el nombre de EPI– e hicieron acto de presencia las por aquel entonces extrañas mascarillas.

Parte de ese material fue proporcionado por la empresa Gallega Suministros Industriales. La administradora de la sociedad, María Isolina Crespo Taboada, no era una empresaria cualquiera. La octogenaria era también la madre de uno de los hombres de más relevancia del Gobierno gallego, el todopoderoso Xosé Cuiña Crespo, al frente de la Consellería de Obras Públicas e Ordenación Territorial. Pero sobre todo, Cuiña era el número dos de Manuel Fraga y el candidato eterno a sucederle algún día al frente del PP gallego y de la Xunta. Isolina Crespo en realidad fue la empresaria pantalla para liderar un conglomerado de empresas familiares que llegó a facturar al año 48 millones de euros

"Considero un deber presentar mi dimisión"

En diciembre de hace casi veinte años, en plena marea negra, la empresa de la madre del conselleiro comienza a vender miles de trajes y palas por valor de 40.000 euros a la propia Xunta y a la empresa pública Tragsa, responsable de la limpieza de las playas. Lo hizo a través de un mediador, la sociedad radicada en Pontevedra Peycar S.L., quien compra el material para posteriormente revenderlo a las instituciones. El precio de la compra evidenció, según afirmaron los propios dueños de la compañía intermediaria, que sí hubo un beneficio para la empresa familiar. La venta se desarrolla justo después de que una marea humana, resguardada por cientos de miles de paraguas que se hicieron icónicos, abarrotara el 1 de diciembre las calles empedradas de Santiago de Compostela en lo que sería la génesis de aquel categórico Nunca Máis. El rugido de más de 200.000 personas cargó contra la ineficaz gestión de la catástrofe. 

Solo un mes más tarde –en esta historia sí– llega la dimisión, después de que la Cadena Ser desvelara el escándalo. El eterno delfín de Manuel Fraga presenta su renuncia un 16 de enero de 2003. "Considero un deber presentar mi dimisión y espero poder aclarar que las empresas participadas por mi familia no cometieron ninguna ilegalidad ni irregularidad sino, simplemente, una donación y una colaboración en el caso del Prestige", blandía en la misiva hecha pública aquel jueves. Años después, el lalinense reivindicaría su inocencia y reprocharía al que fue su partido hasta el día de su fallecimiento no haberle permitido enarbolar su defensa públicamente.

Crisis política

Su renuncia fue en realidad, dan cuenta las crónicas de entonces, una destitución que llegó después de una reunión celebrada la tarde de aquel enero con el líder de los conservadores gallegos. "En aquella destitución pesó mucho la estrategia que Cuiña defendió dentro de la Xunta durante los primeros días de la crisis. En el Consello de la Xunta que se celebró en Santiago horas después de la multitudinaria manifestación del 1 de diciembre de 2002, el conselleiro de Política Territorial le recomendó a Fraga que dejase de obedecer a Madrid y actuara como un verdadero Gobierno gallego. Aquella propuesta llegó a oídos del partido en la capital de España y algunos de sus dirigentes interpretaron que Cuiña quería formar una administración paralela en Galicia", publicaba el diario El País. La Voz de Galicia llevaba en portada un rotundo "Fraga destituye a Cuiña".

"El presidente de la Xunta exigió la dimisión del conselleiro porque una empresa de su familia vendió material para limpiar el fuel del Prestige", decía el rotativo gallego. El diario informaba también, en esa misma edición, de que el Servicio Galego de Saúde atendía cada día a casi una veintena de voluntarios afectados por el fuel, el 40% menores de 25 años. Al día siguiente, La Voz de Galicia publicaba que Fraga zanjaba "la era Cuiña con un gabinete en sintonía con Madrid". La crisis de gobierno había culminado con el cambio de cinco conselleiros.

En este episodio de la historia del partido también hay una pugna por el liderazgo de la facción gallega, también hay bandos –los de la boina y los del birrete, la política en clave regional frente al perfil urbano– y también hay colisión entre los conservadores gallegos y la dirección nacional. Cuiña era de los de la boina y era quien ostentaba el grueso del poder dentro del feudo conservador gallego: después de trece años en la Xunta junto a Manuel Fraga, desde 1990, el conselleiro llegó a afirmar que antes de su dimisión enviaba a su presidente un parte detallando su gestión, cada noche, para que el líder conservador "pudiera conciliar el sueño".

Catástrofe medioambiental

Al igual que con los sanitarios en la pandemia hace dos décadas también hubo héroes, los voluntarios que pusieron en riesgo su salud para limpiar las playas. Las consecuencias de la marea negra tardarían años en cuantificarse, pero los "hilitos de plastilina", en palabras de Mariano Rajoy, harían un daño irreparable en la economía y la biodiversidad del litoral.

En enero de 2003 Xosé Cuiña vería cómo se esfumaba el vaticinio más que palpable de suceder a Manuel Fraga. "El abandono de Cuiña irá acompañado de una amplia remodelación en el Gobierno autonómico, al que, según fuentes de la Xunta, se incorporarán varias caras nuevas procedentes de los cuadros jóvenes del partido", informaba El País entonces. Quien entró en sustitución del exconselleiro y quien pondría rostro a esa facción más joven del partido es hoy un viejo conocido: Alberto Núñez Feijóo. En febrero de 2003, la Comisión del Estatuto del Diputado del Parlamento gallego aprobó con los votos del PP un dictamen por el que señalaba que las actividades de las empresas del exconselleiro eran "compatibles" con su actividad política.

En cuanto a Peycar S.L., con el estallido de la crisis del coronavirus ha recuperado curiosamente un hueco en la actualidad. Una vez que las mascarillas aterrizaron en las cadenas de supermercado, la compañía se convirtió en una de las principales empresas proveedoras que se encargaron de suministrar algunos de los modelos llegados directamente desde China.

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