Rusia se adentra en un territorio financiero desconocido

El logo del gigante gasístico ruso Gazprom en su sede en Berlín.

Martine Orange (Mediapart)

Incluso antes de que entraran en vigor las sanciones adoptadas por Estados Unidos y Europa a finales de semana en represalia por la invasión rusa de Ucrania, la población rusa, que no ha olvidado el hundimiento económico de 1998, comprendió que la situación era grave. Desde el domingo, en las principales ciudades del país, se multiplican las colas ante los cajeros automáticos: todo el mundo intentaba asegurarse de retirar lo antes posible, si no todos sus ahorros, al menos algo de efectivo para afrontar los inciertos días que se avecinan.

Porque Rusia ha entrado en aguas económicas y financieras desconocidas. Y esto tendrá repercusiones en el resto del mundo.

Las sanciones contra Rusia decididas el 26 de febrero tienen un efecto difícil de medir a día de hoy. Después de haber dudado durante varios días, estadounidenses y europeos decidieron finalmente prohibir a determinados bancos rusos el acceso al sistema Swift, de mensajería electrónica utilizado para asegurar las transacciones de valores comerciales y las transferencias de fondos entre bancos e instituciones financieras de todo el mundo.

“Es el arma atómica financiera”, insistió el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, que sabe que esta medida se considera una prueba de la determinación de Occidente de defender a Ucrania. En 2014, cuando consideraron recurrir a esta prohibición tras la anexión de Crimea antes de desistir, el ministro de Economía ruso, Alexei Kudrin, estimó que el impacto de esta medida podría haber representado una caída del 5% del PIB ruso. Los europeos prefirieron dar marcha atrás.

Una medida sin precedentes

Sin embargo, los observadores han prestado mucha menos atención al segundo paquete de medidas adoptadas simultáneamente. “Equivocadamente”, insiste Eric Dor, profesor del IÉSEG de París y Lille. “Lejos de ser algo insignificante. Occidente ataca las reservas de divisas de los rusos. Los estadounidenses ya lo hicieron en agosto, cuando se incautaron de las reservas del Banco Central de Afganistán tras la llegada de los talibanes. Pero eso no es comparable a las medidas tomadas ahora contra el Banco Central de Rusia”.

La disposición adoptada contra el Banco Central de Rusia no tiene precedentes. Es una especie de bomba de neutrones financiera de consecuencias imprevisibles. Porque lleva consigo la semilla de la impugnación y de la alteración del orden monetario internacional construido tras la Segunda Guerra Mundial.

Las reservas de divisas, que sirven de garantía y medio de defensa de una moneda, son uno de los pilares de este orden. Suponen una relación de confianza entre los principales bancos centrales y un compromiso con el sistema monetario internacional. Estas reservas se mantienen en depósitos en otros bancos centrales o en forma de valores –letras del Tesoro, por ejemplo– en la moneda exterior. Hasta entonces, esta era una regla inquebrantable: estas reservas estaban protegidas, eran intocables. Ahora no lo son.

El Gobierno de Vladimir Putin acumuló estas reservas como un tesoro de guerra tras las primeras sanciones de 2014: 630.000 millones de dólares, incluyendo 130.000 millones en oro, 200.000 millones en euros, 120.000 millones en dólares, 70.000 millones en yuanes, a los que se suman los 195.000 millones guardados en un fondo soberano.

Para contrarrestar los mecanismos puestos en marcha por el Gobierno de Vladimir Putin para eludir las sanciones occidentales, estadounidenses y europeos decidieron hacer inaccesibles estos activos al Ejecutivo ruso. El 28 de febrero, el Gobierno de EE.UU. amplió este acuerdo prohibiendo cualquier transacción estadounidense con el Banco Central de Rusia, el Fondo Soberano de Rusia o el Ministerio de Finanzas ruso. Tras las sanciones, cerca de la mitad de estas reservas son inaccesibles para el Gobierno ruso.

“La medida sin precedentes que estamos adoptando hoy va a limitar significativamente la capacidad de Rusia de utilizar sus activos para financiar sus actividades desestabilizadoras”, dijo la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen. En su declaración, el Gobierno estadounidense ni siquiera disfraza su objetivo final: está lanzando una guerra financiera total para precipitar el colapso monetario, financiero y económico del régimen de Vladimir Putin. “La directiva desbaratará los intentos de apuntalar su moneda, que se deprecia rápidamente, al restringir las opciones de refinanciación del rublo y el acceso a las reservas que Rusia puede intentar canjear para respaldar el rublo”, afirma.

Hundimiento del rublo

La predicción estadounidense se confirmó nada más abrir los mercados el 28 de febrero. La moneda rusa perdió más de un 20% de su valor durante el día, hasta caer a los 111 rublos por dólar desde los 83 rublos del viernes. En menos de una semana, la moneda rusa se ha devaluado más del 50% frente a la estadounidense. Hay que remontarse al verano de 1998, cuando la economía rusa se hundió, para encontrar una caída tan espectacular. En su momento, el hundimiento provocó la quiebra del fondo LTCM en cuestión de días y estuvo a punto de provocar una crisis sistémica internacional. 

En un intento de frenar la caída, el Banco Central ruso subió los tipos del 9% al 20% durante la jornada. A pesar de este espectacular aumento, el mercado de divisas se congeló por completo, los poseedores de rublos querían deshacerse de ellos pero no encontraban compradores. La liquidez se desvaneció, en todas partes. Esta repentina subida de los tipos de interés, si bien no sirve para apoyar a la moneda, podría hacerse notar muy rápidamente y empujar a la recesión a una economía ya debilitada por la inflación y las sanciones.

“La realidad económica ha cambiado drásticamente. Ahora es importante tomar medidas para limitar las consecuencias. Actuaremos según nuestros intereses”, ha declarado el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.

Sin preocuparse por mantener las apariencias, el Banco Central decidió suspender el mercado bursátil, el mercado de bonos, el mercado de divisas y detener todas las transacciones extranjeras en el mercado de capitales ruso para evitar el pánico y las ventas masivas. Se ha ordenado a los grupos que trabajan con el extranjero que pongan a disposición del Banco Central el 80% de sus activos en divisas.

Algunos creen que el Banco Central podría restablecer rápidamente los controles de cambio con una paridad fija para el rublo y los controles de capital. Otros temen que el Gobierno ruso decida no pagar parte de su deuda.

Los bancos europeos, en apuros

Pillados por sorpresa por las sanciones adoptadas este fin de semana, los bancos occidentales, en particular los europeos, pasaron el día reevaluando su exposición al riesgo ruso y cortando relaciones. Société Générale, HSBC y Unicredit anunciaron la suspensión de las relaciones comerciales con Rusia, ya que el país se encuentra aislado de la red Swift. El banco danés Danske, que se había visto envuelto en un escándalo de blanqueo de dinero ruso en los últimos años, declaró congelados todos los fondos expuestos a activos rusos. También lo ha hecho JP Morgan.

Estas medidas preventivas no impidieron que se produjeran graves correcciones en los mercados bursátiles. El banco austriaco Raiffeisen Bank International, considerado como uno de los bancos más expuestos al riesgo ruso, perdió un 18% en la sesión del 28 de febrero; Société Générale, muy presente en Rusia en los últimos años, cayó un 16%; y el banco italiano Unicredit, igualmente expuesto, un 10%.

Estas caídas no son nada comparadas con la del banco ruso Sberbank, el mayor banco de crédito de Rusia. En Londres, la acción perdió más del 70% en el día. El Banco Central Europeo declaró el 27 de febrero que varias filiales europeas del banco, que ya no tiene acceso a los mercados de capitales occidentales ni a las líneas de refinanciación en divisas del Banco Central de Rusia, están en quiebra o casi en quiebra.

Compras masivas de gas ruso

La agitación se ha extendido, como es obvio, a los mercados energéticos, donde Rusia es un actor dominante. El crudo Brent se acerca a los 100 dólares el barril y Goldman Sachs ya lo ve por encima de los 115 dólares, mientras que los grupos occidentales están cortando los lazos con Rusia. BP ha anunciado la venta de su participación del 16% en Rosneft; y el fondo soberano de Noruega ha anunciado la venta de todos sus activos rusos.

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El precio del gas se mantiene a más de 100 euros el MWh. Para limitar el coste para los europeos, los responsables han procurado excluir todas las compras de gas ruso y todos los actores financieros vinculados a estas transacciones de las sanciones. Sin embargo, el temor a que Vladimir Putin pueda cortar el suministro a Europa en cualquier momento se ha instalado en los mercados. Desde el jueves, Europa nunca ha comprado tanto gas a Rusia.

Traducción: Mariola Moreno

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