La apatía del electorado dio a la ultraderecha de Meloni la victoria en Italia
El mayor número de escaños de las derechas tras las elecciones del domingo esconde en realidad una abstención brutal, ya que sus votantes son los de siempre
El país no se ha desplazado a posiciones ultraconservadoras, más bien se trata de un proceso de despolitización del que se ha aprovechado hábilmente el posfascismo
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A primera vista, la victoria de la derecha y la extrema derecha en Italia parece un maremoto. La coalición de centro-derecha, formada principalmente por la Forza Italia (FI) de Silvio Berlusconi, la Lega de Matteo Salvini y los Fratelli d'Italia (FdI) de Giorgia Meloni, ha obtenido una cómoda mayoría de escaños en ambas cámaras del Parlamento italiano, tanto en la Cámara como en el Senado.
En términos de votos, el maremoto parece ser del mismo orden: la coalición acumula el 43,79% de los votos emitidos a nivel nacional (excluyendo el Valle de Aosta y los italianos en el extranjero) en la Cámara y el 44,02% en el Senado. Este resultado sitúa al centro-izquierda a más de 18 puntos de distancia.
El voto por circunscripción para elegir a los principales candidatos confirmó la ola: 56 de los 67 escaños del Senado por circunscripción unitaria fueron para el centro-derecha, al igual que 121 de los 146 de la Cámara. En total, la derecha obtuvo 112 senadores de 200 y 235 diputados de 400.
¿Qué movimientos se han dado en el electorado?
Sin embargo, los movimientos no se produjeron necesariamente donde uno podría pensar. Si comparamos las puntuaciones de las coaliciones que compiten en términos de número de votos obtenidos, vemos un panorama diferente. En 2018, la coalición de derecha y ultraderecha se impuso con el 37% de los votos en la Cámara y 12.152.345 votos.Cuatro años más tarde, este resultado está muy cerca en número de votos: 12.299.648 votos. Por lo tanto, la ganancia es muy pequeña.
Este hecho pone en duda la imagen de un claro "giro a la derecha" del electorado italiano. Efectivamente, hay un aumento del número de votos para el llamado "centro-derecha", pero el aumento sigue siendo pequeño, y en absoluto tiene que ver con la idea de un maremoto. Sobre todo porque, aunque el resultado de 2018 fue casi 3 millones de votos superior al de 2013, seguía estando muy lejos de los resultados del "centro-derecha" en la gran época de Silvio Berlusconi: 17,4 millones de votos en 2008, casi 19 millones en 2006 y 18,4 millones en 2001.
En otras palabras, históricamente, el resultado de la derecha italiana del 25 de septiembre no tiene nada de excepcional. Además, las tres oposiciones combinadas (centro-izquierda, Movimiento 5 Estrellas y "tercer polo" centrista) a este bloque son casi mayoritarias.
Lo que llama la atención, además, es que esta relativa estabilidad en los votos se da también en el centro-izquierda. En 2018, la alianza en torno al Partido Democrático obtuvo 7.372.072 votos en las listas para la Cámara, lo que representó el 22,45% de los votos emitidos. A ello hay que añadir la lista independiente de izquierdas "Liberi e Uguali" (LeU), que obtuvo 1.114.799 votos (3,99% de los votos emitidos) y que esta vez se integró en la alianza de centro-izquierda bajo la etiqueta Sinistra Italiana-Verdi (Izquierda Italiana y Verdes). En total, pues, 8,49 millones de votos.
En 2022, la coalición de centro-izquierda puede reivindicar el 26,13% de los votos emitidos, pero con un número de votos muy cercano al de 2018: 7 337 624. Si sumamos a los centristas de Terzo Polo (TP), en torno a Matteo Renzi y Carlo Calenda, que seguían aún en el PD en 2018 y que obtuvieron el 7,8% de los votos y 2,2 millones de votos este año, obtenemos 9,49 millones de votos, un millón más que en 2018; este aumento solo beneficia a Terzo Polo. La alianza en torno al PD pierde en realidad casi un millón de votos.
La centralidad de la abstención
Por lo tanto, la sensación es que no ha habido grandes movimientos ni a la derecha ni a la izquierda. El flujo de votos ha beneficiado sobre todo a los centristas, ausentes en 2018, que, no obstante, han logrado un resultado mediocre, muy inferior al de la coalición en torno a Mario Monti, que en 2013 se había acercado al 10%.
Pero el hecho más importante de estas elecciones es que el hundimiento del voto del Movimiento 5 Estrellas (M5S) ha alimentado principalmente la abstención. Y ha sido este doble hecho el que ha puesto a las derechas en cabeza en todas partes, sin que se haya dado un movimiento masivo de votantes hacia sus listas y candidatos. La única condición para esta traducción directa era la ausencia de unidad en el otro lado. El imposible acuerdo entre el PD y el M5S y la decisión del Terzo Polo de ir en solitario hicieron imposible cualquier otro escenario que no fuera una victoria de las derechas.
El movimiento fundado por Beppe Grillo, liderado ahora por el ex presidente del Consejo Giuseppe Conte, ha conseguido este 25 de septiembre 4.333.748 votos, es decir, el 15,43% de los votos emitidos, frente a los 10.732.066 votos (y el 32,68% de los votos) de hace cuatro años. Estos 6 millones de votantes se han ido en masa a las filas del abstencionismo. Estas elecciones han sido las peores de la historia de la República Italiana, con una participación del 63,9% de los votantes registrados, frente al 72,94% de 2018, que ya fue la más baja de la historia.
Este descenso de 9 puntos en la participación representa casi 5 millones de votos. Y hay una clara correlación entre la abstención y el fuerte voto del M5S en 2018, ya que la abstención cae más en los bastiones del sur del país: todas las regiones del sur presentan tasas de participación por debajo del 60%. El aumento de la abstención alcanzó 15 puntos en Campania (región de Nápoles) y Sicilia, 14 puntos en Calabria (donde la participación fue sólo del 50,8%), 12 puntos en Apulia y Cerdeña.
En estas condiciones, el hecho más importante ha sido la falta de interés en estas elecciones. Falta de interés que se ha traducido en abstención, lo que ha permitido la victoria del centro-derecha. Y es un elemento palpable a lo largo de esta corta campaña y con poca repercusión sobre el terreno: una gran parte de la población italiana se siente abrumada por una sensación de impotencia política y por un rechazo a la oferta de los partidos.
En este sentido, el camino del centro-izquierda hacia el M5S y la abstención de una parte de esta población parecen lógicos. Desilusionados por una izquierda neoliberal incapaz de proponer alternativas, algunos habían visto en el M5S una posibilidad de hacer política de forma diferente. Pero la participación de ésta en el juego gubernamental, sus múltiples bandazos (apoyando una política migratoria más dura durante un tiempo, luego defendiendo y dejando caer a Mario Draghi) y sus divisiones desde 2018 han llevado a esta sensación de bloqueo que, para muchos, se refleja en la abstención.
Este sentimiento se ha visto reforzado por la crisis inflacionista, mientras que la retórica de defensa de las libertades y los derechos, desarrollada sobre todo por el líder del PD Enrico Letta, no ha dado lugar realmente a una movilización masiva. Ha sido, por tanto, un fenómeno complejo que combina causas coyunturales y estructurales lo que ha llevado a esta abstención y, en consecuencia, al triunfo de la derecha y la extrema derecha.
El giro a la derecha de la coalición de centro-derecha
No obstante, el domingo ocurrió algo importante en Italia. No tanto a nivel de los bloques como dentro de los propios bloques. Dentro de las derechas, los Fratelli d'Italia engulleron a una gran parte de los votantes de la derecha italiana tal y como estaba constituida desde mediados de los años noventa. Fratelli d'Italia, en las papeletas para la Cámara, pasó este domingo del 4,1% en 2018 al 25,99%. En términos de votos, esto representa casi 6 millones de electores.
Al mismo tiempo, Forza Italia (FI) cayó del 14,4% al 8,1% y perdió casi 2 millones de votos.FI es un partido ahora vinculado a un hombre ya mayor, Silvio Berlusconi, y con el programa económico de Giorgia Meloni cerca, la fuga de votantes era inevitable. Pero el golpe es especialmente duro para la Lega de Matteo Salvini. Primer partido de la derecha en 2018 con el 17,6%, ha perdido esta vez casi la mitad de su electorado, no muy lejos de los 3,2 millones de votos, retrocediendo hasta el 8,8% de los votos.
Se trata de una auténtica bofetada para Salvini, ex ministro del Interior que, en 2013, se había hecho con una Lega exhausta con el 4,09% de los votos. La había convertido en un partido nacional más que regional, jugando con la inseguridad, la identidad italiana y el miedo a la inmigración. En 2018, el éxito fue aparentemente total. Tanto es así que, en los primeros días de la alianza con el M5S, en 2018-2019, la Lega salía en las encuestas como el primer partido de Italia con un 30%. Pero Matteo Salvini abrió la caja de Pandora.
Giorgia Meloni supo aprovechar un debate centrado en las obsesiones de la extrema derecha, al tiempo que mostraba un perfil más coherente como nacionalista italiana, y no como antigua regionalista, y jugaba al contragolpe donde lo consideraba útil: sobre la guerra de Ucrania, por ejemplo, desarrolló un perfil muy atlantista que permitió poner de manifiesto las sospechas de connivencia de la Lega con Moscú. Por último, pero no menos importante, el FdI aprovechó al máximo su oposición al gobierno de Draghi, al que FI y la Lega apoyaron. De este modo, pudo aparecer como el principal partido de la oposición real.
El resultado ha sido que Fratelli d'Italia parecía más coherente y serio que sus socios. La Lega comenzó entonces a retroceder. El resultado del domingo es un desastre para Matteo Salvini, que hace sólo un año y medio se veía en el Palacio Chigi, la sede del gobierno italiano. Por supuesto, Giorgia Meloni le necesitará para formar gobierno, pero será un socio menor, equivalente a Forza Italia.
La Lega también está muy afectada en sus feudos. En Lombardía baja al 13,87%, frente al 28,05% de 2018 y el 27,6% de FdI. Esto es casi tanto como en 2013, un año terrible para la Lega. En el Véneto, se limita al 14,6% de los votos emitidos en el Senado, lejos del 31,8% de 2018. El FdI, en cambio, gana terreno en esta región, pasando del 4,2% al 32,8%. Es verdad que la Lega mantiene puntuaciones de entre el 5 y el 10% en el resto de Italia, pero surgirá necesariamente la cuestión de la identidad política del partido. Y algunos en el partido, empezando por el muy popular presidente de la región del Véneto, Luca Zaia, sin duda pedirán cuentas a Matteo Salvini.
El giro a favor del FdI se traduce así en un expropiación de los votos de la derecha. El partido lidera la derecha en todo el país, excepto en una circunscripción de Calabria que va a Forza Italia. Giorgia Meloni supo aprovechar los puntos débiles de sus compañeros. Está recogiendo los frutos del trabajo realizado por estos dos aliados, primero por Berlusconi, que banalizó a los postfascistas con Gianfranco Fini, ya en los años 90, y libró a fondo la batalla cultural contra la izquierda, y por Matteo Salvini, que pensó que podía ocupar el lugar del FN/RN en Francia, pero le puso la alfombra roja al FdI.
El PD sigue debilitado y el M5S tranquilo
Por parte de la nueva oposición, el balance es preocupante. El centro-izquierda liderado por el PD está debilitado. Hemos visto que ha perdido casi 1,5 millones de votos, incluyendo el resultado de 2018 de la alianza a su izquierda. Enrico Letta nunca ha convencido realmente, a pesar de su voluntad de dramatizar lo que se está jugando en las elecciones. El PD, incluso aliado con la izquierda italiana, no ha conseguido recuperar el terreno que perdió entre 2013 y 2018, con los gobiernos de Renzi y Letta.
Por supuesto, consigue resistir en algunos bastiones: en Emilia-Romaña, en torno a Bolonia y Reggio Emilia, o en Toscana, en torno a Florencia.
Pero en estas dos regiones, la derecha lleva la delantera en las generales y el recuento de votos de la coalición, si se compara con el resultado del centro-izquierda y de LeU en 2018, desciende considerablemente: 200.000 votos en Emilia-Romaña y 100.000 votos en Toscana. Y en las circunscripciones uninominales, la mayoría escapan al centro-izquierda. El PD y sus aliados parecen ser ahora las principales fuerzas, especialmente en los centros urbanos. Es en estos centros donde se ganaron las pocas elecciones directas de la coalición. Es el caso de Milán, Turín, Bolonia, Florencia y Roma.
El principal hecho para el PD y sus aliados es, por tanto, su incapacidad para aprovechar el colapso del M5S, al tiempo que pierde algo de terreno frente al Terzo Polo centrista. La coalición no logra así recuperar dos antiguos bastiones de la izquierda que se fueron a la derecha en 2018 con un M5S fuerte, como son Umbría y Las Marcas.
En cuanto al Movimiento 5 Estrellas, como se ha dicho, se desploma, cayendo a nivel nacional del 32,68% al 15,43%. Sin embargo, el movimiento tiene algunos motivos para alegrarse. Teniendo en cuenta las puntuaciones que decían las encuestas, este resultado es bastante positivo, aunque sea inferior al de 2013 (25,56%). La prueba de poder fue dura para el movimiento, que sin embargo consiguió un nuevo líder, Giuseppe Conte.
Y eso que Conte ha hecho una campaña muy activa en las últimas semanas para intentar limitar los daños. En particular, respondió a los ataques de Enrico Letta por la caída de Mario Draghi, que él mismo provocó, y presentó un programa social evitando la dramatización de una vuelta al fascismo. Esto le permitió mantenerse y seguir siendo el tercer partido del país, no muy lejos del PD (que obtuvo el 19% en el voto de la lista nacional). En total, el centro-izquierda del PD cuenta con 80 diputados y 39 senadores.
El otro aspecto positivo para el M5S es que confirma su anclaje en el Mezzogiorno. A pesar del alto nivel de abstención y de las pérdidas que supone para el M5S en esta parte del país, los ex "grillistas" consiguen 10 escaños directos en la Cámara y 5 en el Senado, principalmente en la aglomeración napolitana, en Apulia y en los alrededores de Palermo, en Sicilia. El M5S es también el partido líder en la región de Campania y es el segundo partido de centro-derecha en el resto del sur y en Sicilia. Este anclaje le permite obtener 28 escaños en el Senado y 51 en la Cámara.
Finalmente, la escisión del M5S liderada por el ministro de Exteriores Luigi Di Maio, que se había aliado con el PD en una línea centrista, fracasó estrepitosamente. En Nápoles, Di Maio fue derrotado ampliamente por su antiguo compañero de partido, Costa Sergio, por un 39,7% a 24,4%. En esta circunscripción, el partido de Luigi Di Maio sólo obtuvo el 2,38% de los votos. Y a nivel nacional, su puntuación es del 0,6%.
Esto significa que no hay un flujo desde el M5S hacia el centro-izquierda. Y si los votantes que han abandonado el M5S se han refugiado en la abstención, es porque siguen sin querer votar al PD y sus aliados o a la derecha. En otras palabras, constituyen una reserva potencial para el M5S. Ahora le queda a Giuseppe Conte construir una nueva identidad para el movimiento, pero ha conseguido salvaguardar una base para la reconstrucción.
Por lo tanto, al final de estas elecciones no vemos un giro a la derecha del electorado que se refleje en el giro a la derecha del Parlamento. El sistema de votación y la abstención permitieron que una derecha radicalizada, pero en general estable, ganara con un amplio margen de escaños. Pero en realidad, Italia sigue dividida en tres, como lo ha hecho desde 2013. Con un matiz, ahora más claro: el PD y sus aliados dominan la oposición a la derecha en el norte y el centro, el M5S en el sur.
Ahora queda por sacar conclusiones de estas elecciones en el plano político. La incapacidad del PD para erigirse en una oposición creíble ya ha provocado el anuncio de la retirada de Enrico Letta. El próximo debate tendrá que resolver una difícil ecuación: cómo devolver al PD una dinámica que pueda convencer a los votantes del M5S y a los abstencionistas. Este es un debate fundamental y no es seguro que el partido sea capaz de hacerlo.
En la derecha, la cuestión también se planteará para la Lega. Pero es aún más difícil. Tras las elecciones, Matteo Salvini anunció que estaba decepcionado pero que no iba a dimitir. Habrá que seguir de cerca el inevitable ajuste de cuentas dentro del partido, ya que también debe determinar la dirección de la Lega y su lugar en el futuro gobierno de Meloni.
Este artículo se ha elaborado con datos del Ministerio del Interior italiano. En el momento de redactar este informe, el 99,95% de los colegios electorales habían transmitido sus resultados, pero aún no se disponía de una distribución definitiva de los escaños. El artículo se completó cuando la distribución se publicó alrededor de las 20:00 horas del lunes.
Salvo que se especifique lo contrario, los porcentajes se refieren al voto en Italia, excluyendo el Valle de Aosta y los italianos en el extranjero, que tienen un sistema de voto especial.