La guerra de Ucrania acaba con la reputación del temible espionaje ruso y el mito del todopoderoso KGB

Los agentes del departamento de información operativa (DOI) del FSB acusados por Ucrania de haber espiado para la invasión: Yuri Alexandrovitch Vodolazsky, Marina Nikolaiyevna Terentyeva, Ivan Sergueiyevitch Tyuryakov, Dmitri Vladimirovitch Zubarev y Leonid Yurievitch Vakalov.

Matthieu Suc (Mediapart)

Igor Nikolayevich Kovalenko necesita alojamiento rápido y en una buena zona. Es febrero de 2022 y el hombre al que una ONG ucraniana presenta como jefe de la oficina 9 del Departamento de Información Operativa (DOI) del FSB, heredero del KGB, debe garantizar que el Gobierno títere planeado esté al mando de Ucrania una vez que el Ejército ruso haya llegado a Kiev. Así que no hay que demorarse.

Kovalenko y sus hombres llevan años sobornando a políticos ucranianos. El 18 de febrero, telefonea a uno de sus subordinados en el FSB para obtener la dirección y el número de teléfono de uno de sus informadores infiltrado en la presidencia de Volodímir Zelensky. Con la cabeza rapada, barba de tres días y la barriga de quien ya acostumbra a no privarse de nada, Kovalenko podría verse ocupando el piso del topo, en un barrio verde con vistas al Dniéper.

El topo, una vez detenido e interrogado por los servicios de seguridad ucranianos, confesó haber sido contactado por el FSB en los días previos a la guerra, y que le habían dado instrucciones para abandonar la capital y... dejar las llaves de su piso. El oficial Kovalenko no tuvo la oportunidad de disfrutar de la vistas desde su piso, pues que el ejército ruso nunca consiguió acercarse a la capital enemiga. 

The Washington Post, que reveló el asunto del alojamiento de Kovalenko, ve en este ejemplo la "enorme responsabilidad" del FSB en el fracaso del plan de guerra ruso "y la soberbia que lo impulsó". Un fracaso que contrasta con una de las hazañas más conocidas del DOI cuando la anexión de Crimea. El departamento había redactado un informe falso atribuido a los servicios de seguridad ucranianos, en el que se sugería que Kiev había financiado a la oposición en Turkmenistán para socavar los lazos entre las dos antiguas repúblicas soviéticas. Incluso otros servicios de inteligencia rusos creyeron que el documento era auténtico... Eso fue hace ocho años. Una época diferente.

El 20 de diciembre de 1917, la Okhrana zarista fue sustituida por la Cheka bolchevique. Desde entonces, esta fecha se celebra en Rusia como el Día del Chekista, rebautizado bajo el mandato de Boris Yeltsin como "el día del empleado de los órganos de seguridad". En esta ocasión, Mediapart (socio editorial de infoLibre) ha tratado de entender por qué Igor Kovalenko y sus amigos han sufrido tantos reveses en los últimos años.

 La división de los servicios secretos en la era postsoviética es sencilla, en teoría:

  • El FSB (Federálnaya Sluzhba Bezopásnosti Rossíyskoy Federátsii, heredero del KGB) es responsable de la seguridad interior, la lucha antiterrorista y el contraespionaje.
  • El SVR (Sluzhba Vnéshney Razvedki), inteligencia exterior.
  • El GRU (Glavnoe Razvedyvatel'noe Upravlenie), inteligencia militar.

Aunque el FSB es un servicio de seguridad nacional, como el FBI (Federal Bureau of Investigation, Estados Unidos) o la DGSI (Direction générale de la sécurité intérieure, Francia), obtuvo el derecho a realizar operaciones en el extranjero a finales de los años 90, en países que su director de entonces, un tal Vladimir Putin, consideraba que seguían formando parte de la esfera de influencia de Rusia.

Abiertos 650 expedientes por traición

Incluso antes de que empezara en el campo de batalla, se libró una guerra secreta entre los servicios de inteligencia rusos y ucranianos. Una guerra entre hermanos enemigos. El SBU ucraniano es un descendiente directo del KGB, ocupa su antigua sede en Kiev y está estructurada de la misma manera que su predecesora soviética. Con 27.000 agentes, su plantilla es cinco veces mayor que la de la DGSI. Cualquier cosa menos un pariente pobre. Además, se beneficia de la ayuda de las agencias de inteligencia occidentales, encabezadas por Estados Unidos.

El Dr. Paul Maddrell, historiador británico de la Universidad de Loughborough, lo considera una señal de la derrota rusa: "Están haciendo la guerra a Ucrania, pero también a los servicios de inteligencia estadounidenses, británicos y franceses. Así que fracasarán.”

Esta cooperación internacional no ha evitado meteduras de pata y errores de análisis. Los servicios de inteligencia americanos llevaban meses advirtiendo que Putin invadiría Ucrania, pero habían subestimado la capacidad de resistencia de este país. Los servicios de inteligencia ucranianos, por su parte, no creyeron las advertencias americanas, en base a lo que sus propios espías informaban sobre tropas rusas amontonadas al otro lado de la frontera, con soldados que cambiaban combustible por alcohol.

Pero estos errores coyunturales no son tan grandes como los aparentemente estructurales del aparato de inteligencia ruso. Según el mencionado artículo de The Washington Post, el FSB contaba con encuestas que establecían que la población ucraniana no daría la bienvenida al invasor e incluso estaba dispuesta a tomar las armas, lo que no impidió que el FSB escribiera lo contrario en sus informes al Kremlin.

“Se trata de un fenómeno frecuente en los regímenes autoritarios, donde nadie se atreve a contradecir al jefe", afirma Olivier Schmitt, profesor del Center for War Studies de Dinamarca. “Los agentes que dependen de la buena voluntad del jefe por su propia seguridad y riqueza tienden a auto-intoxicarse y a tener un sesgo de confirmación.”

Un sesgo que no habrían compartido todos los servicios rusos, como detalla el doctorando Cyril Gélibter, que está terminando un trabajo sobre el tema. "Dos ramas del FSB reclutaron fuentes como parte de los preparativos de guerra: el DOI y la Dirección de Inteligencia de la Guardia de Fronteras del FSB. Por otro lado, Sergei Narychkin, el jefe del SVR, no estaba en absoluto a favor de una invasión. Probablemente por eso Putin le humilló públicamente tres días antes del inicio de las hostilidades.”

Un ex agente del contraespionaje francés, que comenzó su carrera en la sección "Rusia" de la DST, subraya el "refinamiento" de los agentes del SVR, formados en las escuelas más prestigiosas, cultos y diplomáticos. Y, sobre todo, "conocen sus objetivos mejor que nadie, así como el mundo en el que operan".

Otro oficial de contraespionaje retirado, Michel Guérin, que terminó su carrera en 2019 como jefe de la inspección general de la DGSI, coautor de un reciente libro sobre la Guerra Fría (léase en Caja Negra), hace un llamamiento a la humildad. "¿Hubo carencias en la inteligencia? A priori, se puede pensar que sí. Pero debemos seguir siendo modestos. En realidad, no sabemos mucho sobre su actividad en el terreno, sobre el papel que desempeñan en la mala evaluación de la información y la del responsable político.”

Cyril Gélibter, estudiante de doctorado, señala que, en su opinión, el trabajo de análisis no se valora lo suficiente por el Kremlin . Se basa en particular en el ejemplo de Yuri Vasilyevich Kurnosov, ex oficial del FSB, en su libro Análisis e inteligencia. Reflexiones de un profesional, publicado en Rusia en 2017. Kurnosov escribe que en 2002 sólo había tres analistas dedicados al conflicto de Chechenia. Y Gelibter insiste en referirse a un discurso de Putin en 2013, en el que dijo a una reunión de espías sobre las notas de inteligencia: "¡Es inútil! No son hechos, es sólo el punto de vista de un analista. Lo sé, he escrito sobre ello".

700.000 euros en efectivo y piedras preciosas

Existe una cifra que mide la actividad de la inteligencia rusa en Ucrania. Durante el verano, el gobierno de Zelensky reconoció que se habían abierto 650 expedientes por traición. Se sospecha que más de 800 personas han participado en operaciones de seguimiento o sabotaje. Entre ellas había varios oficiales de alto rango del SBU, incluido el jefe de la agencia en Jersón, que ordenó a sus hombres abandonar sus puestos mientras las fuerzas rusas invadían la región, y un subordinado pasaba al ejército ruso mapas que mostraban la ubicación de los puestos de defensa aérea en la región.

Hubo incluso, según el Departamento del Tesoro americano, una red de agentes durmientes que, en el periodo previo a la guerra, robaron archivos internos del SBU de "interés operativo". La noche anterior a la invasión, uno de los miembros de la red bloqueó la difusión de información que advertía de que las fuerzas rusas con base en Crimea estaban a punto de atacar.

Asimismo, conspiraron para ascender a un cómplice a jefe del departamento de contrainteligencia del SBU. El cómplice fue finalmente detenido en junio en Serbia con dinero en efectivo y joyas por valor de más de 700.000 euros.

El grado de infiltración rusa en el SBU llevó al presidente Zelensky a despedir al jefe del servicio, a pesar de ser amigo de la infancia, por su incapacidad para "limpiar" de topos la agencia. Lo que lleva a Olivier Schmitt a decir: "En las misiones de subversión, sabotaje y reclutamiento, los espías rusos hicieron bien su trabajo.”

Pero esto no bastó para evitar un fiasco. Igor Kovalenko regresa a Rusia con un dedo roto y bastante preocupado. Según las escuchas telefónicas interceptadas por los servicios ucranianos, planea mudarse, cambiar de teléfono y vender sus coches. A finales de mayo, anuncia que iba a volver a Ucrania, y su interlocutor lanzó un juramento. Desde entonces, los servicios ucranianos no han tenido noticias del hombre cuya misión era hacerlos desaparecer. 

Putin les ha devuelto lo que perdieron en la década de 1990. No lo perderán dos veces

Un ex oficial de contrainteligencia francés

La historia de la inteligencia rusa está jalonada de éxitos que han forjado su leyenda. La llamada red de los "Cinco de Cambridge", incluido Kim Philby, el famoso espía británico encargado de la lucha contra los soviéticos, que de hecho estaba a sueldo del Kremlin, es el epítome de un agente doble. El traidor Aldrich Ames, oficial de la CIA responsable de la muerte de varios agentes americanos. Desertores como el físico italiano Bruno Pontecorvo o el científico británico Alan Nunn May. El episodio del "paraguas búlgaro" (oculta un arma que dispara un perdigón envenenado, ndt).

En el imaginario colectivo, el KGB representaba el referente del espionaje. Tanto es así que, en un tutorial de Al Qaeda para sus aprendices de terroristas, hace referencia a los preceptos enseñados a los reclusos de la Lubyanka, la sede del KGB, y luego del FSB en Moscú.

La caída del Muro de Berlín y el hundimiento del imperio soviético provocaron una pérdida temporal de sus habilidades. “Cuando se desmanteló el KGB, muchos espías se fueron al sector privado porque se habían empobrecido", recuerda el ex agente francés de contraespionaje antes mencionado. “Durante la URSS, disfrutaban de los beneficios de la nomenklatura y, de repente, pasaron a mendigar. Para ellos, esto fue un trauma. Cuando Putin llegó al poder, mejoró la imagen de los servicios, aumentó los salarios y dio viviendas a los agentes.

Una práctica que sigue vigente. Según el Washington Post, en 2020 el FSB multiplicó por seis el personal del DOI que trabaja en Ucrania. Para reclutar a gente de otras ramas del servicio, se les ofrecía primas y alojamiento gratuito. "Putin les ha devuelto lo que perdieron en la década de 1990. No lo perderán dos veces", afirma el ex oficial francés de contraespionaje.

De nuevo valorados y alentados con Putin, los espías rusos han seguido manteniendo su leyenda. En 2010, el FBI detuvo a diez clandestinos de la SVR que habían asumido la identidad de personas fallecidas y llevaban muchos años viviendo en Estados Unidos, casados y con hijos. Su historia inspiró la serie de televisión The Americans y convirtió a la clandestina Anna Chapman en una estrella en Rusia.

De especial importancia fue la acción de los hackers afiliados al GRU que consiguieron interferir en las elecciones presidenciales de 2016 pirateando los correos electrónicos de la candidata demócrata Hillary Clinton. En diciembre de 2020, los hackers del SVR por su parte llevaron a cabo un ciberataque histórico contra un software utilizado para gestionar las redes informáticas de varias grandes empresas y administraciones. Al parecer, los piratas lograron infiltrarse en los sistemas informáticos de la OTAN, algunos departamentos gubernamentales americanos y el Parlamento Europeo.

Pero lo que más llama la atención del reinado de Putin es la espectacular aniquilación de sus principales oponentes. Entre 2006 y 2015 fueron asesinados la periodista Anna Politkovskaya, el espía reformado Alexander Litvinenko y el político Boris Nemtsov, este último junto al Kremlin. El oligarca Boris Berezovsky, refugiado en el Reino Unido, tuvo una muerte "sospechosa" en 2013. Pero luego la maquinaria se avería.

Los cafres del GRU y los chiflados del FSB.

El 4 de marzo de 2018, Sergei Skripal, ex coronel del GRU que había traicionado a su país, fue envenenado junto con su hija con un producto neurotóxico, Novitchok, esparcido en la manilla de la puerta de su casa en Salisbury (Gran Bretaña). Se salvaron ambos, pero una ciudadana británica, víctima colateral, murió unos meses después. El otoño siguiente, la web de investigación británica Bellingcat y su socio ruso The Insider desvelaron la identidad de los dos envenenadores, dos agentes del GRU, condecorados con la medalla de "héroes de la Federación Rusa" y cuyas identidades ficticias estaban domiciliadas en la dirección de la sede del GRU en Moscú. A raíz de ello, Gran Bretaña y otros veinte países expulsaron a 149 "diplomáticos" rusos.

Pero las humillaciones continúan. El 13 de abril de 2018, un mes después del fallido envenenamiento de Skripal, cuatro agentes del GRU fueron detenidos en La Haya por los servicios secretos holandeses, que, en una práctica excepcional, revelaron durante una rueda de prensa y con un dossier de 35 páginas accesible con un clic en Internetlas identidades, las fotos de los espías rusos y el equipo de interceptación que había en el maletero de su coche. Los hombres del GRU intentaban obtener los datos técnicos de conexión y localización de todos los teléfonos utilizados por los empleados de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), donde se estaba analizando el neurotóxico utilizado contra Skripal.

La web Bellingcat revela también que uno de los espías llevaba un ticket de taxi que indicaba que había sido recogido en la dirección del GRU. Los vehículos particulares de los cuatro hombres estaban registrados en la misma dirección y sus pasaportes tenían el mismo número de serie. Las direcciones personales se referían a los mismos edificios de apartamentos, lo que permitiría identificar a otros agentes no implicados en el fiasco de La Haya. En total, en 2018 se revelaron las identidades de más de 300 clandestinos y se publicaron sus rostros. “El GRU es una guarida de cafres", afirma el oficial francés de contraespionaje retirado. “Cada vez que nos enfrentábamos a ellos, no se preocupaban por los imprevistos. Son extremadamente violentos y capaces de cualquier cosa. Les da lo mismo ser descubiertos.”

Joseph Henrotin, investigador del Instituto de Estrategia Comparada y director de la revista DSI (Defence & International Security), lo ve como una marca: "Siempre ha habido una especificidad de los servicios de inteligencia rusos, un papel declarativo en sus acciones, que nuestros servicios no utilizan. El mensaje podría resumirse así: "No importa quién seas o dónde estés, vendremos y te mataremos. Existe una supuesta dimensión de la comunicación. A veces dejan rastros deliberadamente para meter miedo.”

¿Ha sido víctima el GRU de sus repetidos fracasos? ¿O se trata de una manifestación más de la guerra entre servicios que causa estragos en Rusia y otros países? En cualquier caso, en agosto de 2020, fue una célula del FSB la encargada de envenenar a Alexei Navalny, principal opositor de Putin, con un neurotóxico del tipo Novitchok durante un viaje en avión. Con el mismo resultado catastrófico. Estuvo un tiempo en coma pero Navalny se salvó. En diciembre de 2020, publicó un vídeo titulado "Llamé por teléfono a mi asesino. Ha confesado".

Haciéndose pasar por empleado del Consejo de Seguridad ruso, el opositor interrogó por teléfono a uno de los agentes del FSB implicados en su envenenamiento. El interlocutor cayó en la trampa, confirmando en detalle la operación. La identificación de los tres implicados del FSB se había conseguido antes porque habían cometido el error de utilizar sus teléfonos personales.

En uno de sus libros (véase Caja negra), el profesor Andrei Kozovoy afirma mordazmente: "Más allá de la leyenda dorada de los servicios secretos rusos, no se puede ignorar la parte de desatinos y meteduras de pata, de fracasos y escándalos, que inducen a pensar que la reputación de omnipotencia de Moscú puede ser exagerada, que los agentes secretos rusos son también una panda de aficionados, de chiflados y de espías ridículos". Así lo confirma incluso uno de ellos.

Boris Volodarsky es un ex capitán de los spetsnaz del GRU, las fuerzas especiales rusas. En marzo de 2022, publicó un análisis que echaba por tierra el mito de los espías rusos. Denuncia la visión occidental, que considera distorsionada. "Los países occidentales siempre han tenido una opinión bastante buena de la inteligencia soviética. Los servicios secretos británicos (...) tendían a exagerar considerablemente los éxitos de Rusia durante la Guerra Fría e incluso tras el colapso de la URSS.” Pero sobre todo, arremete contra los envenenamientos de Skripal y de otros como "fracasos imperdonables". Los agentes que fueron desenmascarados en estas ocasiones "no son héroes sino perdedores". 

¿Siguen siendo posibles las operaciones clandestinas en la era de las redes sociales?

Damien Van Puyvelde, profesor de Inteligencia y Seguridad Internacional

 Sin ser tan crítico, el doctorando Cyril Gélibter señala que Putin tiende a dejar a los jefes de sus servicios secretos en sus puestos durante mucho tiempo, "por lo que se instalan más fácilmente en la rutina". Análisis confirmado por el ex oficial de contraespionaje francés que insiste en que "un servicio de inteligencia es una mezcla de burocracia, pereza y, a veces, jugadas maestras. Los rusos son unos ideólogos brutales, unos resentidos, de una maldad poco común, pero no hay que subestimarlos. ¿Cuántas veces he pensado que les había ganado cuando en realidad el pringado era yo? Nos fijamos en sus operaciones fallidas, pero ¿cuántas no hemos detectado y han tenido éxito?”

Y quizás haya otra explicación para estos fracasos que Damien Van Puyvelde, profesor de inteligencia y seguridad internacional en la Universidad holandesa de Leiden, se plantea como pregunta: "¿Siguen siendo posibles las operaciones clandestinas en la era de las redes sociales?”

En un artículo publicado en Francia por Le Monde, Bellingcat explica cómo sus periodistas reconstruyen la existencia y las operaciones de los espías rusos analizando datos, cruzando correos electrónicos, metadatos de contactos telefónicos, archivos de compañías aéreas, listas de embarque, archivos de identidad o de matriculación de vehículos y geolocalizaciones.

Incluso habrían utilizado fuentes abiertas. “Es difícil de entender desde nuestro punto de vista", confiesa Cyril Gélibter, "pero en términos de inteligencia, Rusia es al mismo tiempo mucho más cerrada y mucho más abierta que nuestras sociedades occidentales. Cerrada porque el acceso a los archivos de los servicios es muy limitado. Pero regularmente se publican decretos en los que aparecen el nombre, el rango y la función de tal o cual funcionario, y esto es perfectamente admitido.”

Este acceso acelerado a la información y la video-vigilancia casi generalizada complican las operaciones clandestinas pero, como señala Michel Guérin, "eso no las anula". El funcionario retirado de la DGSI subraya que el modus operandi de los espías rusos no ha cambiado, simplemente se ha adaptado a los tiempos. Michel Guérin señala un reciente artículo de Le Monde que revela que se contactó con franceses a través de anuncios clasificados en la web de anuncios y compra-venta Leboncoin.

Este veterano ve un paralelismo con el asunto Temperville, en el que un físico francés fue reclutado a través de un anuncio clasificado en el que ofrecía clases particulares de matemáticas. Un agente soviético se hizo pasar por un estudiante sudamericano para acercarse a él a finales de los años ochenta.

El monasterio de los conspiradores

¿Y en el futuro? Romain Mielcarek, periodista que escribió un instructivo libro sobre los intentos de reclutamiento de espías rusos, del que él mismo fue objeto (véase Caja negra), está preocupado: "Durante la Guerra Fría, nos asustaba el KGB. Hoy pasa lo mismo con el GRU y el FSB. Se expulsa a los espías y todo el mundo se alarma. ¿Y mañana? Cuando termine la guerra en Ucrania, nuestra atención se centrará en otro tema de actualidad. Ya veo a jóvenes franco-rusos hablando con "diplomáticos" rusos con el pretexto de hacer negocios. Esta nueva generación de agentes, muy bien conectados, se integrará muy fácilmente. Lo considero un fallo importante...".

Mientras tanto, hagamos balance desde el comienzo de la guerra en Ucrania.

Una docena de oligarcas han muerto sospechosamente, como Boris Berezovsky. Varios han "caído" desde un velero, desde una escalera o desde una ventana. Otros se han suicidado ahorcándose. Al menos dos de ellos, según la policía rusa, han matado a sus esposas e hijos antes de acabar con sus vidas.

Un “becario” con falsa identidad brasileña fue detenido tras intentar infiltrarse en la Corte Penal Internacional, cuatro meses después de que su fiscal jefe anunciara una investigación sobre crímenes de guerra en Ucrania.

En Noruega, ahora el mayor proveedor de gas de Europa, la policía detuvo a siete rusos en una semana en octubre. El primero estaba en posesión de dos drones y 4 terabytes de fotos y vídeos en un paso fronterizo en el Ártico; el segundo, equipado con un dron y equipo fotográfico, estaba tomando fotos de un aeropuerto en el extremo norte; otros cuatro están acusados de violar la prohibición de fotografiar un lugar estratégico; el último, que voló un dron en un archipiélago situado en una zona estratégica, es el hijo del ex jefe de los ferrocarriles rusos, amigo íntimo de Putin.

El martes 22 de noviembre se detuvo en Suecia a una pareja de agentes durmientes. Llegaron a finales de la década de 1990 y se sospecha que han estado transmitiendo información sobre tecnologías utilizadas por la industria militar. El mismo día, el SBU realizó un registro en el corazón de Kiev, en el lugar sagrado del Monasterio de las Cuevas, sede de la Iglesia Ortodoxa, "para hacer frente a las actividades subversivas de los servicios especiales rusos en Ucrania", según justificó el SBU en Telegram. Los agentes ucranianos buscaban a espías y saboteadores rusos que se hacían pasar por clérigos.

Caja negra

Este artículo es el resultado de una quincena de entrevistas realizadas desde el comienzo de la guerra en Ucrania con miembros de los servicios de inteligencia franceses, antiguos o actuales, e investigadores especializados en inteligencia y en Rusia.

Esta investigación también es producto de las fuentes abiertas mencionadas en el cuerpo del texto. Y de la lectura de las siguientes obras: 

Jean-François Clair, Michel Guérin y Raymond Nart, La DST sur le front de la guerre froide, Mareuil Éditions, 2022. 

Andreï Kozovoï, Les Services secrets russes. Des tsars à Poutine, éditions Tallandier, 2022. 

Andreï Soldatov e Irina Borogan, Les Héritiers du KGB. Enquête sur le renseignement russe, Nouveau monde éditions, 2022. 

Romain Mielcarek, Les Moujiks. La France dans les griffes des espions russes, Denoël, 2022.

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Traducción de Miguel López

 

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