Historia del fútbol

Teresa González Aja

En el libro Historia del fútbol, la catedrática emérita de Historia y Política del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid, Teresa González Aja, desarrolla la historia del deporte rey a través de todo lo que le ha rodeado a lo largo de los años. Creador de identidad, vehículo de la propaganda de estados totalitarios o, incluso, una religión pagana, el fútbol ha estado presente en la sociedad gracias a el mayor fenómeno de masas del siglo XX. Por eso, el libro intenta entender este impacto de una forma amplia, asumiendo su sentido social y vinculándolo al contexto histórico de cada época.

La editorial Catarata publica esta obra el próximo 4 de mayo e infoLibre publica en exclusiva un extracto del libro, correspondiente al capítulo titulado Fútbol o femineidad, en el que se aborda el origen y desarrollo del fútbol femenino.

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En cuanto al fútbol femenino, el primer partido internacional se jugó el 9 de mayo de 1881, enfrentando a Escocia e Inglaterra en Edimburgo. Este encuentro merecerá, ese día, una reseña en el Glasgow Herald, en la que resulta curioso ver como los comentarios se centran en la vestimenta de las jugadoras, tildándola de “atuendos tan feos como inapropiados” y no en su juego. En realidad, este periódico no hace más que reflejar la opinión general que la actividad deportiva femenina, y muy especialmente el fútbol, despertaba en la población en general. Ni los periodistas ni el público sabían cómo enfrentarse a las mujeres futbolistas ni cómo reaccionar ante ellas. La imagen de la mujer victoriana, que debía comportarse de forma ejemplar cuya misión en la vida era ser madre y esposa no estaba hecha para el deporte, mejor dicho, tal como señala Robert Miles, jugador de cricket muy popular de la Universidad de Oxford: “La maternidad también es un deporte, el verdadero deporte de la mujer”. El fútbol es cosa de hombres.

Lo cierto es que se esperaba de ellas, especialmente de las de clase alta, que mantuviesen también su femineidad en la práctica deportiva, por lo que algunos deportes tales como la equitación, el golf, el tiro con arco o la caza eran mucho más aceptados. Obviamente estos deportes permitían una vestimenta mucho más acorde con la moral imperante en la que se incluían pesados miriñaques y estructuras de aros metálicos debajo de las amplias faldas. Dejaban que la mujer que practicaba deporte mantuviera su feminidad. Frente a esto, las futbolistas vestían camisetas, pantalones cortos, leotardos, cinturones y botas de tacón. De hecho, no faltan espectadores que van a los partidos precisamente por esa razón, algo de discutible gusto por parte de los asistentes que acuden a ver a mujeres que consideran de dudosa moralidad y que se exhiben, según los parámetros de la época.

Pero no solo es la vestimenta lo que preocupa, el British Medical Journal afirmará, en diciembre de 1894, refiriéndose al fútbol femenino que “debería ser proscrito porque es peligroso para los órganos reproductores y para el pecho, debido a las brutales sacudidas, torsiones y golpes inherentes al juego”. No es el único deporte que merece la atención de los médicos preocupados por la salud y las costumbres de las mujeres, así no dudan en afirmar lo perjudicial de ir en bicicleta, ya que contribuye a crear ninfómanas.

Todo esto llevará a una creciente hostilidad hacia las jugadoras, que en ocasiones son agredidas por el público, teniendo que ser protegidas por la policía de los posibles golpes e incluso adoptando nombres falsos, como en el caso de la militante sufragista Helen Matthews, portera que se hace llamar “señora Graham”.

Esta situación dificultó el desarrollo del fútbol femenino, pero pese a ello vemos como algunas mujeres no dudaron en practicarlo. Así Lady Florence Dixie, escritora política y corresponsal de guerra, y Nettie Honeyball, militante feminista cuyo verdadero nombre era Mary Hut, fundaron el British Ladies’ Football Club (BLFC) en 1894, primero y único club de fútbol femenino, por lo que tuvieron que dividirlo en dos equipos para que jugaran entre ellos, los Reds del Norte y los Blues del Sur. Las aspiraciones de estas mujeres no se limitaban a jugar al fútbol, perseguían la emancipación femenina en todos sus aspectos, e incluso que las mujeres llegasen al Parlamento para hacer oír su voz.

Los años en los que nos polarizamos peligrosamente

El BLFC organizará su primer partido el 23 de marzo de 1895 en Crouch End. En él se enfrentarán un equipo del norte y uno del sur de Gran Bretaña. El acontecimiento atraerá a unos 10.000 espectadores, pero el rechazo de la prensa fue prácticamente unánime. La cobertura periodística del partido fue mezquina y sarcástica. Se hablaba de que el partido fue una burla, de que las jugadoras no conocían las reglas del juego, en definitiva, se afirmaba que “estas descarriadas hembras” no sabían nada de fútbol y eran un espectáculo deplorable. De nuevo, se hace referencia a la vestimenta y al aspecto físico de las jugadoras. Así en el diario londinense Pall Mall Gazette, publicado dos días más tarde, se ridiculiza la figura de la jugadora Nellie Gilbert, a la que el público y los periodistas van a apodar Tommy, señalándose que parece un chico con su baja estatura y su aspecto físico. En realidad, este nombre se le adjudicaba porque no se podía aceptar que una mujer jugara tan bien, por lo que la única explicación era que fuese un hombre. Esto no es más que una prueba del temor de una sociedad a las mujeres masculinas y a los hombres afeminados. Así se llega a la conclusión de que las mujeres que jugaban bien eran unos bichos raros, mientras que las que lo hacían mal demostraban la creencia popular de que las mujeres eran incapaces de jugar al fútbol. Las críticas y los comentarios de mal gusto señalando la ambigüedad de su género, las risas y el cinismo no impedirán que Tommy se convierta en una de las mejores jugadoras del British Ladies’ Football Club.

En el polo opuesto, en lo que al físico se refiere, podemos señalar a la ya mencionada señora Graham, del North, a quien se elogia ampliamente como portera y como jugadora de campo y nunca se cuestiona su género. El Daily Telegraph del 25 marzo 1895, en su página 6, la describió como “una joven matrona con una profusión de pelo dorado colgando por la espalda, que llevaba una blusa de franela blanca y una falda oscura”. Era femenina y jugaba bien, frente a mujeres masculinas que jugaban mal.

Ambas, Gilbert y Graham, pueden ser consideradas, cada una en su estilo, las primeras estrellas femeninas de la historia del fútbol. Ambas aparecen en innumerables ocasiones en la prensa, señalándose su excelente juego. Son más abundantes las noticias referentes a Tommy, pero esto es debido a que muchas de ellas poco tienen que ver con la calidad de su juego, haciendo referencia, sobre todo, a su identidad sexual. Debemos señalar, no obstante, la confusión que parecen tener los periodistas en lo que a Tommy se refiere, ya que podemos ver como este nombre también se adjudica a otra futbolista, Daisy Allen. Esta jugadora parece que también era bastante bajita, metro y medio y “pizpireta”. Las especulaciones sobre Tommy y su género continúan, llegándose a afirmar, en el Paisley Daily Express, del 29 de abril de 1895, y en el Newark Advertiser, del 1 de mayo, ambos en 1985, que era un niño de trece años llamado Richardson e hijo de una de las jugadoras. En definitiva, todo ello parece conducir a la necesidad de una explicación al buen juego de Gilbert/Allen, ya que solo una era posible: si jugaba bien, tenía que ser un hombre. Para ser aceptada como mujer y futbolista, su físico debía de ser incuestionable, como en el caso de la señora Graham, descrita, como hemos dicho, como “matrona”, además estaba casada y vestía adecuadamente, a pesar de todo lo cual muy pocos periodistas la consideraban un modelo para otras mujeres. Otras jugadoras serán mencionadas, como Nettie Honeyball, miss Thiere y miss Coupland, pero con mucha menos frecuencia. Para la mayoría de la prensa, la mujer en el terreno de juego seguía siendo una rareza inútil y peligrosa moralmente.

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