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Luis Soto: "Salir a la calle e interactuar cara a cara con tus vecinos es un acto plenamente revolucionario"

El director Luis Soto junto a la película 'El gran dictador' y 'El triunfo'.

Por esta sección han pasado escritores, historietistas o filósofos. Todos han contribuido con el sólido bagaje de sus extensas carreras a enfriar el clima de odio imperante de un tiempo a esta parte. Con sus recomendaciones culturales han abierto camino a obras que estaban en el diván y que nos ayudan a ampliar horizontes. Por supuesto, en infoLibre también escuchamos lo que las nuevas generaciones de artistas tiene para decir, y por eso este sábado se despide Cultura contra el odio con un cineasta que con su ópera prima, Sueños y pan, ha conquistado al público y a la crítica.

"La gente se quiere más y se insulta menos en la realidad", afirma el cineasta respecto a los discursos que llenan las redes sociales, especialmente Twitter, si bien, por fortuna y según remarca, esas "dinámicas sociales" no se extrapolan a la vida real. En estas atalayas digitales y también televisivas, afirma Soto, es donde se generan "perfiles radicales dispuestos a discriminar al contrario sin diálogo ninguno". Ahí es cuando "salir a la calle e interactuar cara a cara con tus vecinos se convierte en un acto plenamente revolucionario".

"Primitiva". Así es como califica Soto la cultura de la cancelación, de la que dice que es el ojo por ojo contemporáneo y "un desagradable reflejo de la deshumanización que provocan las máscaras" que son los perfiles en redes. "Devuelve de manera multiplicada el odio", sostiene el realizador, en vez de crear "un clima de aprendizaje, diálogo y reflexión". Los que tienen que actuar son "las fuerzas legales de manera correcta y proporcionada sobre el tipo de delitos que se suelen exponer", puntualiza.

La cultura de la cancelación no genera un clima de aprendizaje, diálogo y reflexión sobre la problemática tratada, sino que devuelve de manera multiplicada el odio creado por el culpable

La recomendación audiovisual de Soto va precisamente sobre segundas oportunidades y la capacidad de cambiar y crecer de las personas. La película que ha elegido, Un triomphe (Emmanuel Courcol, 2020), trata, según explica, sobre un actor en cierto declive que decide montar su propia obra de teatro adaptando el Esperando a Godot de Samuel Beckett en una cárcel y con reclusos como actores. Lo que destaca, sobre todo, es la poderosa herramienta del teatro como rehabilitador y transformador que desafía en esta cinta a "las percepciones tradicionales sobre las personas que han cometido delitos" y amplía, asimismo, la compresión de la condición humana y su capacidad de superación.

Una de las elecciones más especiales de Luis Soto es la canción Colorete y quitasueño, de Nacho Umbert & La Compañia, que canta con entusiasmo a la inocencia y la fascinación por sentirse querido por primera vez, "de una manera tan sensible que es inevitable empatizar". "La letra de esta canción te sumerge en las imágenes de la infancia de un niño homosexual y su crecimiento en un entorno de pensamiento retrógrado y anticuado que no le permite expresarse libremente y le mantiene en un estado de cohibición. Hasta que, por fin, encuentra un ecosistema clandestino donde su identidad sí que es aceptada y con nueva ilusión comienza a frecuentar estos lugares y a florecer como le corresponde a un joven".

Marilar Aleixandre frena al odio con las lecturas de Brenda Navarro, Alfredo González-Ruibal o Brais Lamela

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Sentirse libre es el resultado de una reacción al clima social en el que uno se encuentra, afirma Soto, incidiendo en que "como ciudadanos occidentales en el siglo XXI debemos percibirnos privilegiados respecto a las libertades que se nos otorgan". También reconoce que no podemos perder el foco de "ciertos colectivos" que amenazan con el odio. "Debatir y confrontar dialécticamente este tipo de argumentos debiera ser una acción para cualquiera" que se viera violentado por estas acciones reaccionarias, asume.

La línea que distingue un acto de libertad y una muestra de odio en ocasiones se desdibuja. La respuesta que plantea el cineasta es atender al "contexto en el que se realiza la expresión y la audiencia a la que va dirigida". Para clasificar cada caso a uno u otro lado de la cuerda "no hay un dogma universal", opina, sino que "se debe hacer un quirúrgico análisis de las intenciones e impacto del emisor". Salvo que lo que ocurra sea una incitación directa a la violencia o prejuicio debido a su raza, religión, etnia, género, orientación sexual u otra característica protegida, pues ahí clava Soto la bandera roja.

El gran dictador de Charles Chaplin es la obra que recupera Soto a sabiendas de que posiblemente todo el mundo la conozca: "Forma parte de los grandes títulos de la historia del cine, pero nunca viene mal revisitarla". Algunas de sus lecturas son extrapolables a dinámicas de pensamiento actuales, sostiene, a pesar de que su espacio contextual esté en la Alemania nazi. "La película es una poderosa obra que pone en evidencia las consecuencias destructivas de los discursos de odio y la intolerancia", destaca, explicando a su vez que es el ingenio satírico y el mensaje conmovedor de Chaplin lo que promueve la empatía y el respeto. "Su legado perdura como una llamada a la conciencia y un recordatorio de la importancia de la humanidad y la bondad en un mundo lleno de desafíos y divisiones", finaliza Soto.

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