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Mujeres de más de 65 años víctimas del machismo: cuando no se llamaba violencia a la violencia

Miles de personas recorren las calles de la capital en la manifestación del 25N por la eliminación de la violencia contra las mujeres, a 25 de noviembre de 2022 en Málaga

Sofía Henales

Hace casi 25 años, Astrid, que ahora tiene 72, se quedó ciega del ojo derecho después de que su exmarido le agrediera con una percha. Había decidido retomar el trabajo que dejó para cuidar a sus hijos pequeños y eso a él no le gustó. Durante el tiempo en el que Astrid fue ama de casa, él la controlaba económicamente y le impedía el acceso a su nómina. A lo largo de casi cuatro décadas sufrió violencia física y psicológica.

Los últimos datos actualizados del Ministerio del Interior reflejan que 1.887 mujeres mayores de 65 años figuran como casos activos en el sistema de vigilancia de violencia de género (Viogen). Eso supone 226 más que en el mismo período del año anterior. El estudio Mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género, realizado a finales de 2019 por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género y por Cruz Roja Española, aporta datos muy relevantes sobre la situación que viven las víctimas de estas edades. En concreto, desvela que 8 de cada 10 ha sufrido violencia física en forma de puñetazos, empujones, patadas o bofetadas. Más de la mitad confesó que sus parejas las habían agredido sexualmente y a un 30% las pretendieron quemar o asfixiar. Este análisis, que reveló que el 40% sufrió violencia durante más de 40 años y el 27% entre 20 y 30 años, está basado en una encuesta hecha a 245 víctimas usuarias del Servicio Atenpro (el Servicio Telefónico de Atención y Protección para víctimas de la violencia de género).

Astrid no tuvo fuerzas para denunciar a su exmarido hasta 2016, y lo hizo gracias a que un vecino llamó a la policía tras oír una discusión. En otras ocasiones, cuando había intentado acudir a la justicia, su entorno la disuadió. De hecho, después de la primera paliza inició los trámites, pero un cura amigo de la familia la presionó para retirarlos. Astrid no es una excepción. Según el mismo informe del ministerio, el 35% de las encuestadas admiten haber tenido miedo a que las mataran, 3 de 10 diez apuntaron que este tipo de violencia era aceptado por la sociedad en aquella época y el 13% indicó que no se permitían denuncias por ese motivo.

La violencia económica

Esa manera de controlar a Astrid a través del dinero antes no tenía nombre. Ahora sí: se llama violencia económica. Así lo atestigua a infoLibre la jurista y directora de la Fundación Mujeres Marisa Soleto: “En 1982 la violencia económica no era reconocida por las mujeres porque la propia noción no existía”. Y por eso no había la percepción social que tenemos hoy en día. Si nos remontamos a un pasado más lejano, a 1969, “todas las mujeres casadas en España sufrían violencia económica porque ni siquiera podían abrir una cuenta corriente a su nombre”. Los avances legislativos y el derribo de ciertas creencias arcaicas han ido de la mano del “reconocimiento de los derechos de las mujeres”, que comenzaron a mitad de los 90 “cuando Naciones Unidas conceptualizó la violencia de género”.

El informe de Igualdad también revela que 6 de cada 10 mujeres sufrió este tipo de violencia. El maltratador, asegura el estudio, les impedía tomar decisiones relacionadas con la renta familiar. Además, el 55% de ellas no recibía dinero para los gastos del hogar y a un tercio no les dejaban trabajar fuera del domicilio. Los números son altos. Durante décadas solamente había un destino para muchas mujeres en nuestro país: ser ama de casa, algo que se ha ido revirtiendo a raíz de la incorporación de la mujer al mercado laboral.

En el juicio, pese a que Astrid tenía grabaciones en las que se escuchaban gritos de su agresor como “hija de puta, si te dejo tirada en el contenedor ni el basurero te recogería, te rompí un ojo y ojalá te hubiera roto el otro…”, no lo condenaron. Tampoco por dejarla invidente del ojo porque la agresión había prescrito. Los delitos, salvo el asesinato, prescriben como máximo a los diez años. De ahí que Astrid recalque tanto la importancia de denunciar, aunque insiste en que no es la única vía. “El 20% de las mujeres asesinadas había recurrido en algún momento al sistema y eso no impidió que las mataran”, confirma Marisa Soleto. En lo que llevamos de año se han producido 55 feminicidios, cinco de ellos a mayores de 71 años.

“Saldrás de esta casa con los pies por delante”

Rosalía, que actualmente también tiene 72 años, dejó su puesto laboral para atender a sus dos hijos, que nacieron de forma prematura y necesitaban atención constante. Como consecuencia, perdió su independencia económica. A partir de ahí comenzaron el control y la violencia. “Llegaba a quitarme el dinero y tampoco podía hacer uso de la tarjeta de crédito”, expresa. Para ella, esta violencia psicológica que padeció era “peor que los golpes”. Su exmarido la tenía atemorizada con frases como: “Saldrás de esta casa con los pies por delante”. Después, él se disculpaba y le decía que no lo volvería a hacer, pero, como en la mayoría de los casos, era mentira.

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La realidad es que 3 de cada 10 mujeres señalaron que sus hijos también fueron víctimas de agresiones, insultos o intimidaciones. Uno de esos casos es el de Rosalía, tal y como relata: “A mi hijo pequeño le rompió la nariz de un puñetazo”. Un día de 2009 no aguantó más y se marchó de casa, instigada por su hijo mayor, quien siempre ha estado a su lado. Aunque no fue fácil salir de allí porque “se puso en la puerta con un cuchillo”. Su exmarido fue condenado a 9 años y 1 día y se le impuso una orden de alejamiento, pero nunca llegó a pisar la cárcel.

Rosalía terminó en una casa de acogida. Posteriormente, a través de la Fundación Anabella, que ayuda a víctimas de violencia machista, consiguió varios trabajos. Ella, al igual que Astrid, es una superviviente. Sin embargo, un buen número de mujeres choca con una cadena administrativa rota. En su opinión, hay una “falta de unión entre todos los eslabones que debería existir desde que se denuncia”. En efecto, para la jurista “el sistema sigue cometiendo muchos fallos: de coordinación, de credibilidad… Son muchas las mujeres que en este momento refieren que no se han sentido suficientemente protegidas”.

La violencia machista en los jóvenes

A pesar de ser un país formalmente igualitario y de haber logrado enormes progresos en la lucha por la igualdad, en España todavía queda mucho camino por recorrer. Alarman especialmente los jóvenes. Según Soleto, “el 20% dice que la violencia machista es un invento. Y eso es un claro retroceso”. La manera de relacionarnos ha evolucionado, y las redes sociales tienen mucho que ver en ello: se han convertido en un arma de doble filo que permite controlar a la pareja. En ocasiones, su uso indebido da paso a la ciberviolencia. También preocupa el auge de otro tipo de violencia: la sexual. Por eso es vital desmontar “muchos de los mitos del amor romántico que siguen intactos”, así como dotar de recursos “para saber distinguir una buena de una mala relación”. Se deben hacer “cambios estructurales” para erradicar la violencia de género. Si no, “las creencias y los valores que la soportan se adaptarán a las innovaciones que haya”, es decir, se amoldarán a las plataformas digitales.

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