“El barrio no se vende”: los vecinos de Tribulete 7 se plantan frente a la amenaza de los fondos buitre
En el barrio de Lavapiés de Madrid, los gritos y la música provenientes del portal número 7 de la calle Tribulete se escuchaban este sábado desde todas las esquinas.
Al grito de “¡Basta ya!” y “el barrio no se vende”, cientos de manifestantes se sumaron a los vecinos de este edificio, que están a punto de perder sus viviendas a manos de la empresa Elix Rental Housing, propiedad del fondo buitre AltamarCAM Partners, presidido por Claudio Aguirre, primo de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.
Algunas personalidades del mundo del espectáculo, como Alberto San Juan, Cristina Medina o Soleá Morente, entre muchos otros artistas de diferentes disciplinas, quisieron unirse a los vecinos actuando y reivindicando con ellos la defensa de sus viviendas. “Esto es una vergüenza, ya no podemos vivir en nuestra propia ciudad. Queremos dejar claro que desde la cultura podemos combatir, estamos hartos”, afirma Rocío Saiz, actriz y cantante.
Los vecinos, ayudados por el Teatro del Barrio, organizaron un pasacalles encabezado por Medina, que comenzaba en el propio teatro y culminó frente al edificio, donde la actriz ha sido la encargada de leer un manifiesto en nombre de las 54 familias afectadas por la compra.
InfoLibre ha tenido la oportunidad de hablar con algunos de los vecinos del edificio.
“Piensas que no te va a tocar a ti, y cuando te toca, te sobrecoge”, dice emocionada María Jesús, dueña de la zapatería Calzados Vinigón, en la planta baja del edificio, abierta desde 1940. Mientras habla, tras la puerta de entrada de Tribulete 7, los manifestantes cantan al unísono el Bella Ciao. “Estoy muy emocionada porque esta unión es lo que debe mover el mundo. Si pasamos por esto, que al menos sea de las últimas veces que pasa”, añade entre lágrimas.
María Jesús fue una de las primeras en conocer la noticia. Se enteró hace casi dos meses gracias al Sindicato de Inquilinos, que la informó de los planes de la junta de Elix Rental Housing de adquirir el inmueble. Ni caseros ni compradores se pusieron en contacto con los vecinos, que se enteraron por el boca oído y por la prensa.
El primer intento de contacto tuvo lugar el viernes, cuando representantes del grupo se personaron en el edificio con la intención de hablar individualmente con los inquilinos. Sin embargo, ellos, ya organizados, los recibieron en la puerta con un comité representativo que se negó a tener cualquier conversación que no incluyera a todos los vecinos como colectivo. “Somos todos un grupo y si quieren tener alguna reunión será colectiva”, afirma Miguel Ángel.
Él lleva en el edificio 12 años y se enteró de la noticia, como muchos otros, a través de otros vecinos. Está preocupado por el futuro: “Me sacarán con las piernas por delante si hace falta”, explica emocionado mientras agradece la respuesta de la gente que acercó a apoyarles y de los artistas que participaron en el evento.
Algunas vecinas como Antonia ya esperaban la noticia. Ella vio a unos hombres trajeados dentro del edificio con una de las dueñas. “Esto me huele mal”, pensó. Días más tarde recibió un mensaje de una de sus vecinas en el que le explicaba la situación del edificio. “Yo he vivido en el centro toda mi vida, esta es mi ciudad, mi barrio”, explica. El aumento de los precios de la vivienda, ya no solo en la ciudad de Madrid, sino en toda la comunidad, recorta las posibilidades de los vecinos a la hora de encontrar una solución. “De pronto hay que pensarse un futuro, ¿qué futuro hay más allá de Tribulete 7?”, se pregunta. Las paredes de este edificio “son una historia”.
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Tras las 54 puertas del edificio se cuentan historias tan diversas como lo son sus habitantes. “Yo estoy sin trabajo, con el ingreso mínimo vital y para mí es muy difícil hoy en día salir de aquí”, explica Luis, de 64 años. Él lleva viviendo en Tribulete más de 20 años. “No tengo familia, mi familia es el barrio, mis vecinos”, afirma.
“Aquí hay personas que no se juegan la vivienda, se juegan la vida”, explica Jesús, trabajador de la librería El Coleccionista, otro de los negocios afectados por la compra. Este es el caso de Joana, que llegó al edificio hace dos años. Es madre soltera y vive con sus tres hijos, dos de ellos con discapacidad. “Los niños tienen el cole en el barrio, los médicos en el barrio”, y ella, en su situación, se ve incapaz de permitirse una vivienda “tal y como están los alquileres” en el centro de Madrid.
Jesús decidió sumarse a las protestas para “impedir que priven a estas personas de sus derechos, de su entorno, de sus vecinos, de sus amigos, de sus tiendas, de su barrio y lo más importante, de sus recuerdos”. “Una sociedad democrática no puede quedarse de brazos cruzados ante un disparate de esta magnitud”, concluye.