Antonio de la Torre: "Ya estamos los subvencionados rojos otra vez con otra película de la Guerra Civil"
En el otoño de 1945, un grupo de maquis tiene en plena huida la mala idea de intentar tomar una estafeta en la que una ilusionada Remedios Buendía (Carmen Machi) se prueba su vestido de novia. De férreos ideales fascistas y sin necesidad de cambiarse de ropa, se enfrenta a los rebeldes en Tratamos demasiado bien a las mujeres, la ópera primera de la cineasta Clara Bilbao –quien en realidad tiene en su haber tres premios Goya, si bien como figurinista y diseñadora de vestuario–.
La cinta, presentada en el Festival de Málaga, es una adaptación de la novela Raymond Queneau On est toujours trop bon avec les femmes (Siempre somos tan buenos con las mujeres), que se ambienta en el conflicto en Irlanda en 1916 pero que aquí se desarrolla en plena posguerra española con un elenco integrado también por Luis Tosar, Óscar Ladoire, Julián Villagrán, Gonzalo de Castro o Antonio de la Torre. Precisamente este último atiende a infoLibre para hablar sobre esta comedia negra que acaba de llegar a nuestra cartelera y, como es costumbre, de otros muchos asuntos que se crucen en el camino.
Hola, Antonio. Tratamos demasiado bien a las mujeres es ya de por sí título un poco a la contra, diríase que políticamente incorrecto.
Hola. La verdad es que se pueden decir tantas cosas... El título es una pequeña variación de la novela de Raymond Queneau y me invita a una reflexión general que tuve ya en mi época de periodista, que es que hay algo peor que la censura: la autocensura. Hay que tener sensibilidad y respeto por cualquier víctima o por cualquier situación estructural o coyuntural, pero al mismo tiempo hay algo peligroso también cuando alguien se autocensura. Esta es una reflexión que amplío al ámbito del arte y del periodismo también.
La autocensura es lo peor que hay en cualquier cosa, también en el arte o el periodismo. Es preferible abordar un tema que no hablar de él, aunque te puedas equivocar o cometer una imprecisión
Clara Bilbao debuta como directora con este su primer largo. ¿Qué te parece esa expresión que ahora usamos tanto de la mirada femenina del cine español?
Como todas las etiquetas, sirven porque todos tenemos que estructurar un relato. En La noche de los 12 años interpreté al que fuera presidente de Uruguay, Pepe Mugica, que tiene una frase que me encanta: 'Como te digo una cosa te digo la contraria'. Me parece maravillosa porque refleja mi discurso y creo que en general la vida adulta. Normalmente un rodaje tiene el ambiente y el tono del director o la directora. Cuando estás en una peli de Álex de la Iglesia, se nota. O de Sánchez Arévalo o de Alberto Rodríguez, porque su carácter se imprime al rodaje. En general, cuando he rodado con mujeres, y el año pasado diría que lo hice casi exclusivamente con alguna excepción, hay una sensibilidad, un cuidado especial. Las autoras que han llevado nuestra cinematografía lejos prestigiosamente, como Carla Simón, Pilar Palomero, Celia Rico, Belén Funes, Neus Ballús, Elena Trapé o tantas otras, en general tienen una mirada con una especial capacidad para diseccionar las emociones y la vida. Me recuerdan a Icíar Bollaín o Ángeles González Sinde. Pero de repente llega Clara Bilbao, que te hace una película tan inclasificable como Tratamos demasiado bien a las mujeres, con lo cual como te digo una cosa te digo la otra.
Una comedia negra sobre la Guerra Civil ya no debería ser un problema para nadie desde hace mucho tiempo. ¿O sí lo es?
La autocensura es lo peor que hay en cualquier cosa, también en el arte o el periodismo. Es preferible abordar un tema que no hablar de él, aunque te puedas equivocar o cometer una imprecisión. Cuando hace 17 años estuve presentando AzulOscuroCasiNegro en Donosti, hablaba con José Luis Rebordinos –el director del Festival de San Sebastián– sobre Vaya semanita, un programa de la ETB que hacía humor ácido con ETA en activo. Él decía que este país necesita eso, que necesitamos eso, porque el humor es sanador. Una frase muy lúcida que le escuché a mi hermano Alberto San Juan una vez es que 'el sentido del humor nos salva del suicidio'. Y yo creo que sí, que la realidad a veces es insoportable, por eso necesitamos el arte, y también el periodismo. Esta es una ironía muy buena (risas), porque la realidad es insoportable y necesitamos el periodismo, que es otra cosa distinta a la realidad. Pero, ya en serio y bromas aparte, necesitamos reírnos de lo dramático.
Necesitamos eso en estos tiempos tan polarizados, que estamos siempre a la gresca. A lo mejor esta película nos ayuda a olvidarnos un rato de tanta pelea.
Sí, porque el ser humano busca gresca también.
No tenemos más que mirar a la política española, donde tenemos a PP y PSOE discutiendo constantemente, algo que se ha acrecentado en la última semana con la reaparición pública de Miguel Ángel Rodríguez para defender a Ayuso por todas las acusaciones a su pareja.
¿Y te das cuenta de que siempre se lo montan para marcar la agenda setting? A mí me nombraron alumno ilustre en la Complutense, lo cual implica hasta qué grado está ya degradándose la universidad pública, y recuerdo que me dieron dos minutos para hablar y hablé sobre esto. Porque la gresca también se organiza, se promueve y se fomenta, y hay determinados líderes de opinión, acabas de citar a dos, que claramente marcan la agenda y el debate público. La estrategia es tan de manual y tan simplona que hasta yo la entiendo, con discursos fáciles que calen en la gente para, en definitiva, llevarnos al debate pasional en lugar de a la gestión de las cosas.
Ahora que tenemos toda la información en el móvil, necesitamos la educación sentimental e intelectual para poder discernir la que es interesante de la que no. Ese es el gran reto. Cuando nos meten en estas grescas nos hurtan eso, nos hacen perder el tiempo
Desvían nuestra atención.
Por eso hay gente que me hace gracia cuando me dicen que por qué nos metemos en temas de política. Vivir es un acto político. Cuando sales a la puerta de la calle pisas un asfalto, una carretera, que se ha construido con dinero público. Porque nada más salir a la calle hay ya un montón de decisiones que te afectan, que se han tomado. Es una pena no hablar de verdad de cosas más profundas como sociedad. José Luis Sampedro reflexionaba mucho sobre eso, especialmente en sus últimos años, que fueron muy de discurso político, y hay citas suyas que hay que revisitar, porque hablaba de cómo nos hurtan la posibilidad de hablar de esas otras cosas. Ahora que tenemos toda la información universal en el móvil, necesitamos la educación sentimental e intelectual para poder discernir la que es interesante de la que no. Ese es el gran reto. Cuando nos meten en estas grescas nos hurtan eso, nos hacen perder el tiempo.
En la película, Carmen Machi es una mujer franquista que se va a casar pero de repente se convierte en una especie de ángel exterminador.
Ella defiende con mucho arrojo y de manera poliédrica ese personaje tan difícil. Remedios Buendía arma su discurso y luego se desata, por eso la película es muy loca por momentos. Esto me lleva a pensar que la violencia nunca tiene justificación pero sí tiene explicación. Como actor, o Carmen como actriz en este caso, tiene la obligación de entender la ideología de ese personaje. George Bush era encantador, tenía pinta de pasártelo teta echando una tarde con él haciendo una barbacoa, pero se ponía a bombardear iraquíes y se quedaba tan pancho. Donald Trump seguro que quedas con él y tiene su gracia y te ríes, pero es un irresponsable, un loco. Hitler quería mucho a su perro. Me preguntan mucho en entrevistas qué personaje no interpretaría y yo respondo que ninguno, porque yo con todo el mundo me quiero sentar, mirarle a los ojos y preguntarle por qué. Porque desgraciadamente la gente se inventa un por qué. Como actor y como periodista siempre he tratado de buscar qué pasa por esa cabeza, por qué no se para a pensar en las consecuencias, que está equivocado o que puede hacer mucho daño. Múgica lo decía mucho. Para La noche de los 12 años le pregunté cómo hacia para sobrevivir a la locura estando solo e incomunicado, y él me decía que estaba todo el rato pensando cómo era el ser humano en esencia, tratando de averiguar cómo somos realmente, por qué hacemos el mal, qué nos lleva a hacer esto o lo otro. Me parece la gran pregunta. A mí me interesan más las películas por lo que aprendo que por lo que puedo hacer. Desgraciadamente, es otro de los dramas del actor de éxito: ¿Qué hago ahora? ¿Qué puedo hacer? Pues al final, mira, hago lo que puedo y encuentro un gran placer en aprender, descubrir y conocer, lo cual está muy bien porque me conecta mucho a la vida.
Palestina es un genocidio y un problema anclado como el del Sáhara. Ya toca que el ser humano como civilización asuma que ningún problema le es ajeno. Ese es el gran reto de la humanidad para mí en este momento. Todo te es cercano, todo te debe ser cercano
¿Esta es, por cierto, otra película más de la Guerra Civil?
Por supuesto, otra vez los subvencionados. Hombre claro. Por fin hemos llegado al asunto. Somos otra vez los subvencionados rojos haciendo otra película de la Guerra Civil. Que, por cierto, solo es el 1% de la cinematografía española de los últimos veinte años. No llega al 1%, de hecho. Pero bueno, da igual, esa será otra de las grandes verdades que quedarán instaladas en el imaginario: hemos vuelto a dar la turra con la Guerra Civil.
Ahora tenemos un rostro, una imagen clara de quien dice eso, con el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, aguantando la respuesta perfecta de Pedro Almodóvar en los Goya. ¿Le calaría algo?
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Al que he escuchado más decir cosas interesantes sobre la cultura y el poder es a Bayona, que sabe mucho porque su cinematografía ha trascendido fronteras. Le escucho con mucha atención cada vez que puedo porque es muy interesante y muy lúcido. Él pone el ejemplo de Francia, que es como de manual. Pero es que hay que añadir un cero más en las ayudas al fondo de cinematografía en los países de nuestro entorno, como Francia, Alemania o Italia, cuando y el PIB es casi similar en algún caso. Bayona lo dice, que Francia se toma la cultura como un asunto de Estado y en España no. Esa es la diferencia. Esto me lleva a un pensamiento de cómo se entienden la cultura y el poder recordando cómo aguantaba estoicamente García Gallardo las palabras de Almodóvar. En La zona más oscura hay una secuencia en la que están torturando a un hombre mientras en la tele está Barack Obama diciendo que Guantánamo está cerrado y ya no hay más torturas. Poco después, Michelle Obama entregó un premio a esa película donde sale su marido como un mentiroso. Esa es una manera de entender la relación de la cultura con el poder. Pienso también en los carnavales ahora, que son como la sublimación del sentido de la cultura, que es tocarle los cojones al poder. Eso es lo que debe hacer la cultura. Y también el periodismo.
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Mucho, es un genocidio y un problema anclado como el del Sáhara. Yo estuve con el FiSáhara, y es tremendo ver a gente viviendo allí. Es otro de los retos del mundo global. Igual que desde el móvil tenemos información universal, vivimos en una era en la que, por responsabilidad, creo que ya toca que el ser humano como civilización asuma que ningún problema le es ajeno. Ese es el gran reto de la humanidad para mí en este momento. Todo te es cercano, todo te debe ser cercano.