"Necesitó escribir este libro para poder morirse": llega la lección póstuma de Ramón Lobo
Más de trescientas personas recorrieron el 4 de agosto del pasado año el Cementerio Civil de La Almudena en una procesión de flores "muy laica" que visitó las tumbas de Pío Baroja, Benito Pérez Galdós, Forges, Pablo Iglesias Posse, Marcelino Camacho, Nicolás Salmerón o Almudena Grandes. Un periplo que cumplía la voluntad de Ramón Lobo, quien había dejado instrucciones bien detalladas sobre cómo quería que fuera su entierro, con una parada final en el muro de las Trece Rosas y el monumento por los represaliados durante la dictadura.
Se cumplía así la última voluntad del periodista, analista en infoLibre y articulista en la revista TintaLibre durante casi una década, fallecido el 2 de agosto a los 68 años tras una batalla contra el cáncer que nunca ocultó y que ahora, diez meses después, llega este 5 de junio a las librerías en forma de libro póstumo con el título de Pensión Lobo (Ediciones Península). Un proyecto que mantuvo al reportero de guerra no ya ocupado, sino convenientemente centrado mientras enfrentaba la enfermedad y se reconciliaba con la vida.
Es así como escribió un relato en primerísima persona que ahora nos llega como legado de encomiable esfuerzo e incalculable valor: una despedida lúcida, plagada de optimismo y aceptación, una meditación sobre la experiencia vivida. Porque el periodista no rehuyó de la realidad: en lugar de arrojar la toalla tras ser diagnosticado con dos cánceres, trató de diseccionar la presencia y la inminencia de la muerte desde su propia experiencia.
"En su etapa final, Ramón necesitó escribir este libro para poder morirse. Parece que siempre hacemos cosas para vivir, pero él escribe Pensión Lobo para poder morirse, que es algo que también forma parte de la vida", remarca a infoLibre su compañera, que prefiere mantenerse en el anonimato para que siga siendo la voz de Lobo la que resuene desde las páginas de estas memorias póstumas que superan los límites tradicionales del propio género para convertirse a su vez en una enseñanza sobre la hondura de la despedida forzada y el feliz cobijo que propician los recuerdos de lo vivido.
Una intención que la persona que vivió todo el proceso junto a él resume con estas palabras como si salieran de la boca del propio Lobo: "He vivido siendo consecuente y consciente de mi vida y me muero siendo consciente de mi muerte". Así es como se mezclan recuerdos, reflexiones, esperanza, negociación y resignación en esta oda a la vida que se dibuja serenamente en el marco de lo que le da valor: su propio fin. Un ejercicio personal y al mismo tiempo colectivo pues, a partir del testimonio de sus vivencias y su testimonio, Ramón Lobo investiga la muerte desde un enfoque sociológico con honestidad brutal.
"Me acaba de llegar. Y duele, Lobito Bueno", escribía Maruja Torres en redes sociales al recibir su ejemplar de Pensión Lobo. No es que esta fuera la intención del autor, pero es inevitable esa sensación en quienes se adentren en estas páginas desbordantes de verdad. Porque el propio rito de la escritura fue el que le permitió sostenerse, poner todo en orden y "despedirse de sí mismo y de quien había sido". El resultado es incluso una "reivindicación de la muerte como algo fundamental en esta vida". "Ojalá este libro aporte un poco de humanidad a todo este proceso tan íntimo, porque nadie se puede morir por otro. Ramón tenía muy claro que había que hablar de esto", apunta su compañera, aun añadiendo: "Es muy necesario porque hay pocos libros en los que se dé testimonio de una persona que se está enfrentando a la muerte y al cáncer. Una persona que de repente se encuentra con la enfermedad y se da cuenta de que, por mucho que hubiera ido a las guerras, nadie le había preparado para morirse. Ves que se mueren otros, pero no que te mueres tú, aunque está claro que eso sí le dio cierto bagaje para enfrentarlo".
A la escritura de Pensión Lobo se entregó el reportero hasta el límite de sus fuerzas, pues en los últimos días apenas veía y no podía trabajar, de tal manera que grabó la parte final a viva voz. "Eso fue el domingo por la mañana, y el lunes por la noche le dije que le veía muy bien y le animé a terminar el libro. Se puso como si no estuviera enfermo, sentado, escribiendo en su ordenador 45 minutos. Escribió el último párrafo y me dijo 'ya lo he terminado'. El miércoles estábamos ingresados en el hospital y falleció el jueves", rememora su compañera, quien recuerda con humor cómo Ramón aún le preguntaba camino del hospital por el ordenador, por si tenía algo más que escribir.
El tiempo que me queda lo necesito para terminar el libro y morirme
Y comparte todavía un momento que le da sentido a todo lo anterior: "Le sedaron y me puse a hablar del libro con una de las enfermeras a los pies de la cama. Estábamos contentas porque el libro, tan importante para Ramón, estaba terminado. En ese momento cambió la respiración y yo siempre digo que él estaba escuchando que nosotras hablábamos de su libro, diciendo que iba a salir. Estoy convencida de que el libro era la puerta, porque a los cinco minutos de irse la enfermera Ramón murió. Este libro para Ramón era él, era su vida, el permanecer de alguna manera".
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A pesar de los momentos extremadamente complicados que atravesaba, el libro está lleno de humor porque es "puro Ramón". Hay, por ejemplo, un pasaje en el que comenta que él no sabía que esto de morirse podía llegar incluso a ofender a la gente a la que no permites que te visite para despedirse, no por nada retorcido, sino por una pura cuestión de energía. "Si lo llego a saber, no me muero", bromea en el texto, mientras su compañera recuerda una frase que da idea del momento: "Él decía 'el tiempo que me queda lo necesito para terminar el libro y morirme'. Él reivindicaba su tiempo para morirse, porque no tenía tiempo para estar tranquilo". "Encima, él recibía a la gente como si estuviera bien, e incluso se levantaba para despedir a las visitas, aunque no podía andar. Incluso consolaba a los que venían a despedirse. Ese era el personaje, pero cuando se cerraba la puerta detrás había una persona que se había despedido porque se moría, no porque se fuera de viaje, algo muy complicado de gestionar emocionalmente", termina.
infoLibre y tintaLibre
Tiene Ramón palabras para infoLibre y tintaLibre en las páginas de Pensión Lobo. En este segundo caso, recuerda un reportaje que hizo a raíz de que su madre fuera diagnosticada con alzheimer, con la intención de armarse de argumentos sobre esta enfermedad. Su último artículo en nuestra revista, publicado en octubre de 2021 con el título de Kapuscinski y los 'influencers', analizaba la profesión periodística en este mundo frenético y digitalizado.
También recuerda su presencia en abril de 2023 en la fiesta de cumpleaños por la primera década de infoLibre con estas palabras: "En la fiesta del décimo aniversario de infoLibre, periódico digital en el que colaboré durante ocho años, aún no se había producido la remontada capilar. Solo me reconoció Jesús Maraña, que estaba a la puerta atento a la llegada de algunas autoridades. Tuve que representarme con una frase chestertoniana: 'Hola, soy lo que queda de Ramón Lobo'. Se la repetí a compañeros y conocidos; también al presidente del Gobierno".