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El curso escolar empieza en todas partes pero no en Gaza: 625.000 niños y niñas no pueden ir a clase

Fotomontaje de Mediapart con niños y niñas de Gaza.

Gwenaelle Lenoir (Mediapart)

En el pasado, hace no tanto tiempo, apenas un año, antes del derramamiento de sangre y las masacres sin fin, las calles, avenidas y caminos de la Franja de Gaza se veían invadidos varias veces al día por bandadas de niños vestidos con uniformes azules, que se dirigían a la escuela con sus mochilas a la espalda.

Como el 47% de los habitantes del enclave palestino tiene menos de 18 años, y el sistema educativo, bajo bloqueo israelí desde 2006, como todos los sectores de la vida, no daba abasto, las escuelas de primaria organizaban hasta tres clases diarias para el mismo nivel. Los alumnos de las escuelas públicas padecían ya un deterioro educativo.

Los estudiantes de secundaria, igual de numerosos, también sufrían el bloqueo y unas condiciones de aprendizaje insatisfactorias. Los laboratorios estaban mal equipados, había escasez de todo tipo de material, incluso para reparar los edificios dañados por los ataques israelíes durante las guerras anteriores a 2023.

La educación, sin embargo, era una de las principales preocupaciones de todas las familias, fuera cual fuera su clase social. Las buenas notas eran obligatorias. “Una de las prioridades de todos era invertir en la educación de sus hijos, fueran niños o niñas. En la Franja de Gaza prácticamente no hay analfabetismo”, explica Raji Sourani, abogado y fundador del Centro Palestino de Derechos Humanos, una de las principales organizaciones de derechos humanos de la Franja de Gaza.

Y añade: “Históricamente, tenemos una de las tasas más altas del mundo de titulados superiores. A pesar del bloqueo, teníamos excelentes universidades, excelentes profesores e investigadores, y excelentes estudiantes”. El decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Islámica me contó una vez lo asombrada que estaba una delegación de médicos británicos por la calidad de los estudiantes.”

Toda una generación privada de educación

En este minúsculo territorio sometido a un severo bloqueo, las oportunidades de empleo son limitadas. Un buen título no es garantía de nada, pero abre puertas. Y además, añade Harbi Daraghma, profesor de contabilidad en la Universidad de Bir Zeit, en Cisjordania, “como todo el mundo, los jóvenes de Gaza tienen derecho a soñar, a soñar que algún día se abrirá la frontera y podrán ir a trabajar a Cisjordania, por ejemplo, a países árabes como los Estados del Golfo”.

Sus sueños y su futuro están hoy por los suelos. Toda una generación de jóvenes ha perdido no sólo un curso escolar, sino probablemente también el siguiente. Habrá que reconstruirlo todo.

En el comienzo del nuevo curso escolar 2024, la organización de defensa de los derechos humanos Al-Mezan publica un informe en el que se resumen todos los datos facilitados por diversos agentes, entre ellos el Ministerio de Educación palestino y la UNRWA, la agencia de la ONU responsable de los refugiados palestinos. La UNRWA informa de que 188 de sus 288 escuelas han sido atacadas por el ejército israelí, con 76 directamente afectadas y 42 gravemente dañadas.

En cuanto a las escuelas públicas gestionadas por el Ministerio de Educación, fueron destruidas por los bombardeos israelíes 285 de las 448 que había. Hay más de 625.000 niños, desde primaria hasta bachillerato, sin escolarizar.

Han sido dañadas y destruídas más del 60% de las escuelas y casi todas las universidades y asesinados cientos de profesores y universitarios

Blinne Ní Ghrálaigh, representante legal de Sudáfrica

Los cerca de 88.000 estudiantes y 5.100 miembros del personal de enseñanza superior no están en mejor situación: ni una sola de las 19 universidades, facultades e instituciones de enseñanza superior sigue en pie.

La Universidad Islámica de Gaza (UIG), la primera del pequeño territorio palestino, llamada así porque se fundó con el apoyo de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) en 1979, ya no existe. Obtuvo su adjetivo “islámica” por ese patrocinio. Por lo demás, es una universidad como las demás, donde se estudia medicina, literatura y teología. “Se estudiaba”, más bien, porque su campus fue bombardeado en los primeros días de la guerra contra Gaza, desencadenada tras la masacre del 7 de octubre cometida por Hamás y otras facciones palestinas.

El ejército israelí acusó a la universidad de albergar una fábrica de armas y explosivos, de lo que nunca ha aportado pruebas. Pero el Estado Mayor, los políticos y los propagandistas israelíes usan y abusan de ese argumento. Así se justifican, siempre sin pruebas, el bombardeo de la Facultad de Ciencias Aplicadas el 19 de octubre, la destrucción parcial de la Universidad de Al-Azhar el 4 de noviembre, la destrucción de la Universidad de Al-Quds el 15 de diciembre y los incesantes ataques hasta hoy contra decenas de escuelas de la UNRWA, reconocibles por sus edificios pintados con los colores de la bandera de la ONU, cada una de las cuales sirve de refugio a cientos de desplazados hacinados en aulas, pasillos y patios.

“La Universidad de Al-Azhar está repartida en dos campus, el antiguo y el nuevo”, explica Mkhaimar Abou Saada, profesor de ciencias políticas que ahora está refugiado en El Cairo. “El nuevo campus se construyó hace seis o siete años en Mughraqa, en el antiguo asentamiento de Netzarim. Cuando estalló la guerra, el ejército israelí estableció allí un cuartel general. Después bombardearon los edificios. Ya no es posible organizar ningún curso allí. El antiguo campus, que está en la ciudad de Gaza, resultó parcialmente dañado por los bombardeos.”

“Yo estaba en tercer año en la Universidad de Al-Azhar y debía graduarme el pasado junio en literatura inglesa y francesa”, cuenta Nour Elassy, una joven contactada por Mediapart en Deir al-Balah, en el centro de la Franja de Gaza. “Me encantaba mi campus. En Mughraqa teníamos árboles y rosales. A veces pasaba allí seis horas al día, y lo consideraba mi segundo hogar. Me dio mucha pena cuando vi que lo habían bombardeado, saqueado y devastado. Es tan violento.”

El bombardeo de la Universidad de Israa, filmado y difundido por las redes sociales y los medios de comunicación, es emblemático de lo que investigadores y profesores de todo el mundo han descrito como “educidio” o “escolaricidio”. En una carta abierta al gobierno británico publicada el 30 de enero, Neve Gordon, vicepresidente de la Sociedad Británica de Estudios sobre Oriente Medio (Brismes) y profesor de Derecho Internacional en la Universidad Queen Mary de Londres, fue uno de los primeros en exponer esa noción. Describió el “ataque sistemático” contra escuelas, bibliotecas y universidades como “parte de una estrategia genocida destinada a destruir total o parcialmente el sistema educativo palestino en la Franja de Gaza”.

La Brismes se hizo eco de las acusaciones formuladas por Sudáfrica en su demanda contra Israel ante el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) por incumplimiento de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio.

“Cerca de 90.000 estudiantes palestinos no pueden ir a la universidad en Gaza. Han sido dañadas y destruídas más del 60% de las escuelas, casi todas las universidades e innumerables librerías y bibliotecas. Han sido asesinados cientos de profesores y académicos, entre ellos decanos universitarios y eminentes investigadores palestinos. Se han eliminado las futuras perspectivas educativas de los niños y jóvenes de Gaza”, argumentó ante el TIJ Blinne Ní Ghrálaigh, una de las representantes legales de Pretoria.

La destrucción del sistema educativo no es sólo una cuestión de edificios. Es también, y quizás sobre todo, la destrucción de la riqueza intelectual y de la inteligencia, con la desaparición, asesinados por las bombas israelíes, a veces con sus familias enteras, de rectores y decanos de universidad, profesores, investigadores y doctorandos, entre los miembros más eminentes de la élite intelectual palestina.

Los israelíes no se contentan con matar gente, quieren erradicar la cultura y la educación, esperando que todos los jóvenes se marchen en cuanto puedan

Raji Sourani, director del Centro Palestino de Derechos Humanos

A principios de septiembre, el ministerio de Educación palestino contabilizó 111 académicos asesinados. Algunos de ellos eran de renombre internacional, como Sufyan Tayeh, físico y matemático muy premiado y presidente de la Universidad Islámica, o el poeta Rifaat Alareer, profesor de literatura y fundador de We are not numbers (No somos números), una plataforma que pretende dar voz y rostro a los muertos de la guerra de Gaza.

El ejército israelí, preguntado por Mediapart, asegura: “Las IDF [Fuerzas de Defensa de Israel, nombre oficial del ejército israelí -ndr] no tienen por política atacar escuelas o educadores. Más bien, es la estrategia general y bien documentada de Hamás de explotar escuelas e instituciones educativas para actividades terroristas lo que ha hecho necesaria la intervención de las IDF en estas zonas.”

En su respuesta, el ejército israelí se extiende en hablar de los túneles supuestamente descubiertos bajo la sede de la UNRWA y de los 12 empleados de la UNRWA –de los 13.000 que hay en la Franja de Gaza– que supuestamente participaron en la masacre del 7 de octubre. Una investigación independiente de la ONU, cuyas conclusiones se publicaron a principios de agosto, concluyó que no había pruebas. No obstante, echaron a nueve personas.

En cuanto a los bombardeos de escuelas, el ejército israelí afirmó sistemáticamente que iban dirigidos contra “centros de mando de Hamás”, sin aportar ninguna prueba.

Para los intelectuales y expertos entrevistados por Mediapart y la mayoría de los informes internacionales, esas acusaciones son falsas y ocultan el verdadero objetivo. “Impedir la educación es una política israelí que viene de lejos”, afirma Sa'ed Nier, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Bir Zeit, en Cisjordania. “Israel lleva intentando controlar nuestro sistema educativo desde 1967. Cuando en 1974 se anunció la creación de Bir Zeit, la primera universidad palestina, su presidente fue deportado. Desde entonces, los israelíes no han dejado de intentar interferir en nuestros asuntos educativos.

Iniciativas para suplir la ausencia de cursos, pero sin Internet

Durante la primera Intifada, que estalló en diciembre de 1987 en el campo de refugiados de Jabaliya, en Gaza, las clases se impartían en locales privados. Ahora los niños de Gaza asisten a algunas clases en tiendas de campaña.

Esto se debe a que todos los actores del sistema educativo palestino están uniendo sus fuerzas para intentar proporcionar un nivel mínimo de educación, o al menos algunas actividades educativas. En agosto, la UNRWA puso en marcha un programa de emergencia denominado “Vuelta al aprendizaje. Su primera fase, aún en marcha, se centra en el deporte, la música y el apoyo psicológico.

La segunda fase debería centrarse en la vuelta a la educación básica: lectura, escritura y aritmética. Los jóvenes de la Franja de Gaza no sólo han perdido un año de escolarización. Han desaprendido y aprendido otras cosas que los niños no deberían saber.

“Han pasado este año desplazándose de un lugar a otro. Han pasado el tiempo intentando encontrar comida, agua potable, una tienda de campaña, en definitiva, intentando sobrevivir”, lamenta Mkhaimar Abou Saada. Philippe Lazzarini, Comisionado General de UNRWA, saca conclusiones y advierte: “En ausencia de un alto el fuego, los niños corren el riesgo de ser presa de la explotación, en particular del trabajo infantil y del reclutamiento en grupos armados. Hemos visto eso con demasiada frecuencia en conflictos en todo el mundo, no lo repitamos en Gaza”, escribió en la red social X el 2 de septiembre.

El sector de la enseñanza superior también ha tomado medidas. En febrero, las universidades de Cisjordania crearon un curso online llamado “Reconstruir la esperanza”. Se inscribieron en la web de la Universidad Bir Zeit 7.800 estudiantes de Gaza para beneficiarse de la enseñanza de 280 profesores voluntarios. Uno de ellos, Harbi Daraghma, explica a Mediapart cómo lleva a cabo su trabajo. “Grabo cada una de mis clases y, tras algunos retoques, transfiero los archivos a un grupo de WhatsApp específico”, explica. “Luego, a la semana siguiente, intento programar tres clases durante las cuales los alumnos pueden hacerme preguntas en directo”.

Pero todo es muy complicado. La red de Internet en Gaza es imprevisible, con anchos de banda muy bajos, y conectarse a las redes 4G israelíes o egipcias es bastante difícil. También es necesario poder recargar el teléfono o el ordenador.

La Universidad Al-Azhar de Gaza, como las demás, también ha decidido reanudar los cursos online. A principios de septiembre, los estudiantes que pudieron hacerlo se presentaron a los exámenes para el segundo semestre de 2023. antes del inicio del nuevo curso académico a mediados de septiembre.

Mkhaimar Abou Saada imparte tres cursos online, seguidos por el 60% de los alumnos, que tienen que superar un sinfín de obstáculos. “Mis alumnos me han dicho que hay una especie de cafés, en tiendas de campaña, con puntos de acceso a Internet. Los llaman 'cafés tienda'. Así que van allí e intentan conectarse, seguir las clases, hacer los deberes y presentarse a los exámenes”.

Nour Elassy lo intentó, pero no pudo matricularse en uno de estos programas de educación a distancia. “Como casi todos, no tengo conexión, ni red, y es realmente difícil cargar mi teléfono, por no hablar de mi ordenador y por no hablar de tener un lugar decente para estudiar”, dice la joven desplazada, que ahora vive hacinada en una casa.

Se supone que es un lugar de educación, un lugar para la ilustración. Pero se ha convertido en un lugar de oscuridad y escombros

Mkhaimar Abou Saada, profesor de ciencias políticas

Pero estos programas parecen beneficiar sobre todo a quienes han podido salir de la Franja de Gaza, gracias a un pasaporte extranjero o pagando una pequeña fortuna. Rawan Skeik, de 22 años, estudia en la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Islámica. Está refugiada en El Cairo (Egipto) desde finales de marzo y se beneficia del programa Bir Zeit para estudiantes gazatíes. “ Yo era la primera de mi clase, pero no pude terminar a tiempo el último curso, el año de mi licenciatura”, cuenta a Mediapart. “Me aceptaron en la Universidad de Bir Zeit al comienzo de la primera sesión, conocida como la 'sesión de la esperanza', donde completé con éxito dos cursos. Pero necesitas un buen teléfono y banda ancha. Muy poca gente en Gaza tiene eso”.

La UNRWA denuncia los bombardeos israelíes sobre sus escuelas en campos de refugiados en Gaza

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Todos estos esfuerzos tienen el mérito de existir, pero no engañan a nadie, ya que son incapaces de compensar la destrucción del sistema educativo. “Estamos perdiendo nuestro futuro, con todos esos investigadores asesinados, la crème de la crème de la sociedad palestina, los que se formaron en el extranjero y regresaron para transmitir sus conocimientos y construir un país”, afirma Raji Sourani. “Por eso estaban en el punto de mira. Los israelíes no sólo quieren matar gente, quieren erradicar la cultura y la educación, esperando que todos los jóvenes se marchen en cuanto puedan.”

“No pueden imaginarse el dolor que sentí al ver las imágenes de los tanques israelíes en medio del campus universitario donde trabajo desde hace veintisiete años”, afirma Mkhaimar Abou Saada. “Se supone que es un lugar de educación, un lugar de ilustración. Pero se ha convertido en un lugar de oscuridad y escombros. Es espantoso.”

Traducción de Miguel López

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