La izquierda tiene un problema con el voto joven: la precariedad laboral y la vivienda pasan factura

Jóvenes se dirigen a las pruebas de Evaluación para el Acceso a la Universidad (EvAU).

Tenía que ocurrir, iba a ocurrir y por fin ha ocurrido: el líder de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, ha puesto el cascabel al gato al reivindicar en un informe político presentado a la Coordinadora Federal de su partido, “una propuesta unitaria para que las formaciones que tengan coincidencias programáticas en la construcción de un proyecto de país y la gestión de gobierno tenga una correlación en una propuesta electoral unitaria con todos dentro y sin vetos cruzados”. 

¿Por qué tenía que ocurrir? Lo explicamos con números en el análisis del barómetro del CIS de este mismo mes. Si mañana hubiera convocatoria de elecciones generales y tanto Sumar como Podemos concurrieran por separado, apenas obtendrían 12 y 3 escaños respectivamente, cuando juntas lograron 31 hace apenas un año y medio. Sin esos escaños, game over. Los efectos de la ley D’Hondt en partidos que están a nivel nacional en la horquilla del 8% al 12% es demoledor, por la cantidad de votos perdidos que no revierten en diputados en las provincias medianas y ya no digamos las pequeñas. Pero es que además, la división está pasando factura también en términos de horizonte y expectativa vital en un segmento clave para la izquierda en su conjunto: los nuevos votantes, la generación Z y la generación Y (más conocidos comúnmente como millennials), muchos de ellos padres de familia con hijos en edades tempranas. Es decir, entre aquellos que se incorporan al censo electoral y votarán por vez primera en ¿2027?, aquellos que viven en casas de sus padres con 25 o 30 años, y entre aquellos que se han emancipado y están haciendo malabares para seguir formándose, trabajar, pagarse un alquiler o formar una familia.  En estos destaca la ausencia de un relato vital de futuro ilusionante a lo que se une, en la izquierda, una moral de victoria baja, a diferencia de lo que sucede con una derecha efervescente. 

La marcha por la vivienda ha servido de acicate a Pedro Sánchez para anunciar ayudas por valor de 200 millones de euros a menores de 35 años.  ¿Por qué ahora y no hace 4 o 6 años? ¿Qué votan esos menores de 35? Vamos a coger como referencia el estudio “Fecundidad, Familia e Infancia” publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas el pasado 8 de octubre, con 5.742 entrevistas, uno de los más importantes que se han realizado en los últimos tiempos en cuanto al número de entrevistas, ya que permite hacer un análisis segmentado con un margen de error relativamente reducido.

Los datos son elocuentes. La comparativa entre voto directo declarado (a quién votarían en unas elecciones generales que se celebran en la actualidad) y el recuerdo de voto (a quién se votó en los últimos comicios), deja una conclusión a marcar en negrita: la derecha recupera terreno con claridad por debajo de 55 años, que es donde la izquierda perdería las elecciones si las cosas no cambian. Vamos a ver en detalle cómo ha variado la distancia entre izquierda (PSOE+Sumar+Podemos) y derecha (PP+Vox+SALF), obviando en este análisis a los partidos nacionalistas de uno y otro lado:

  • De 18 a 24 años la izquierda perdió por 1 punto. Hoy lo hace por 9. Retrocede 8 puntos.
  • De 25 a 34 la izquierda ganó por 12 puntos. Hoy pierde por 3. Retrocede 15 puntos.
  • De 35 a 44 la izquierda ganó por 17 puntos. Hoy gana solo por 1. Retrocede 16 puntos.
  • De 45 a 54 la izquierda ganó por 9 puntos. Hoy pierde por 2. Retrocede 11 puntos.
  • De 55 a 64 años la izquierda ganó por 7 puntos. Hoy pierde por 1. Retrocede 8 puntos. 
  • Por encima de 65 años la izquierda ganó por 15 puntos y hoy sigue ganando con claridad por 10. En esta numerosa franja el retroceso ha sido relativamente pequeño, de 5 puntos. 
  • Por géneros no hay diferencias en términos de crecimiento / decrecimiento, en ambos casos la distancia se reduce 10 puntos. Entre los hombres ganó la izquierda por 7 puntos y hoy pierde por 3 (retrocede 10). Y entre las mujeres ganó por 16 puntos y hoy sigue ganando, aunque sólo por 6 (retrocede 10).

La fotografía, con algunas diferencias, no varía en lo sustancial en el barómetro político recién publicado este mismo lunes, lo que viene a corroborar la consistencia de los resultados y la conveniencia de las reflexiones que se plantean de fondo. 

¿Qué podemos sacar en claro de estos datos? 

En primer lugar, el retroceso que está sufriendo la izquierda (y sensu contrario el avance de la derecha) en la franja de 25 a 44 años, la misma que desniveló la balanza hace una década con la aparición de los nuevos partidos. Hay que pensar en las dificultades específicas de esas generaciones, con la vivienda y la conciliación subrayadas en mayúsculas. Esto puede verse con claridad en cómo responden a la pregunta de los problemas que más les afectan, donde la vivienda, las dificultades de índole económica y las cuestiones relacionadas con la calidad del empleo se sitúan a la cabeza. No es de extrañar que el gobierno, con el presidente y la vicepresidenta a la cabeza, pongan el foco ahí.

En segundo lugar, cabe fijarse en la ascendencia que tiene entre los votantes que se incorporan al censo electoral (que hoy tienen 18 o 19 años) las posiciones que rompen con el sistema. Ya en las últimas generales fue la franja en la que mejor se comportó la derecha en términos comparativos, pero han aparecido más señales que apuntan en esa dirección.

Los españoles entre 18 y 24 años son los más situados a la derecha en el eje ideológico con un 5,5 en la escala de 1 a 10. Seguidos de los que tienen entre 25 y 34 años que se ubican en el 5,2 (la media del país es 5,0 según el mencionado estudio de fecundidad, familia e infancia). Y no acaba aquí, más madera. El voto a Vox por debajo de 35 está a la par del voto al PP o directamente por encima, como señala el CIS de este lunes que sitúa a Vox en esa franja con el 17% y al PP con 12%. Por último, cuando se pregunta en espontáneo por el presidente preferido, Abascal (14%) duplica en menciones a Feijóo (7%), la misma franja en la que también despunta Alvise (sobre todo entre los 25 y los 44 años).

España no es la excepción. En el análisis postelectoral de las elecciones europeas publicado en estas páginas ya abordamos la incidencia de la brecha generacional en los resultados. 

Llegados a este punto volvemos aquí a las palabras de Maíllo del pasado fin de semana en las que pedía una confluencia de partidos a la izquierda del PSOE. Lo cierto es que el Partido Socialista sigue liderando en voto declarado todas estas franjas, también las jóvenes con mucho menos apoyo que entre los mayores–, con que lo que le está faltando al bloque de la izquierda son los aportes que en su momento hacían Sumar y Podemos. Un ejemplo de ello, si nos detenemos en la franja en la que más ha caído la izquierda, la de 25 a 44 años, el PSOE mantiene los mismos apoyos que tenía en julio’23, un 17% de los votos, pero sin embargo Sumar/Podemos han bajado de 16% a 10%, al mismo tiempo que la derecha se refuerza. Esto no es extrapolable del mismo modo a territorios como País Vasco o Cataluña, pero sí es una tónica general a la mayoría. 

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En tercer lugar la izquierda muestra síntomas de agotamiento entre las mujeres, el sostén que le permitió ganar las elecciones en julio del año pasado. Tras el verano el PSOE experimenta una caída significativa en su apoyo, que tampoco se ve compensada con un crecimiento en voto a Sumar o Podemos. Entre 4 y 5 puntos de caída desde junio. Aquí las cosas se simplifican, ellas han sido el sostén de la izquierda y sin ellas jaque mate. Las mujeres siguen votando más a la izquierda pero la distancia se acorta. No es que salten al PP, lo que crece es la indecisión: en torno a un 20% no tienen decidido a quién votarían.  

A estos tres frentes de batalla se suman otros, en clave ocupacional, formativa y vital que iremos desglosando en futuros artículos.

Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.

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