la dana más mortífera

Los locales que ya levantan la persiana en la zona cero: "No teníamos ilusión, pero la gente nos la ha devuelto"

La Administración nº1 de Benetússer abrió este martes pese a haber perdido los ordenadores y las máquinas de lotería. D.L.

Los locales que no han quedado devastados por la dana se cuentan con cuentagotas, pero una semana después de la tormenta algunos pequeños comercios comienzan a reabrir en la zona cero. Son un supermercado, un par de estancos, un bar, una administración de loterías… y cada día se suman nuevos. No es que se hayan librado del agua, porque en todos ellos se ha colado y han tenido que limpiar el barro, pero han tenido algo más de suerte que sus vecinos y se han apresurado en reabrir para devolver una mínima normalidad al barrio.

En la Avenida Camí Nou, que separa los municipios de Bennetússer y Alfafar, está la administración nº1 de Loterías de Bennetússer, que consiguió abrir durante la tarde del martes. En la calle hay barro por todas partes y no paran de subir y bajar grúas con coches desvalijados, pero dentro de este pequeño local los vecinos pueden recuperar su vida anterior al 29 de marzo durante unos minutos. Comprueban sus números de la bonoloto, echan un rasca y gana y charlan con la dueña. También se abrazan, se emocionan, y recuerdan a los que ya no están.

"Ilusión no teníamos mucha, la verdad, porque hemos perdido clientes y amigos, aquí nos conocemos todos. Pero es la gente la que nos ha dado el ánimo, y nos ha agradecido mucho que abriésemos", contaba este miércoles Bernabé Martínez, el dueño de la administración, mientras su mujer atendía a una fila de clientes. Trabajo no les ha faltado, y en horas punta de la mañana la cola sale hasta la calle. "Desde luego lo que sobra es ilusión y esperanza. Aquí todos nos hemos quedado sin coches, algunos sin casa, y la lotería puede echar una mano". Una vecina que acaba de comprar dos números para Navidad, lo resumía así: "A ver si la mala suerte atrae a la buena".

En este local el agua alcanzó un metro de altura y destrozó los ordenadores y tres de las cuatro máquinas de lotería que tenían, pero han conseguido dos datáfonos y un portátil de unos amigos, y con la ayuda de los voluntarios ya se han vuelto a poner en marcha. Debe ser que en este punto de la calle el agua corrió con algo menos de fuerza, porque enfrente también hay un supermercado Dicost que está completamente operativo y una sucursal de seguros Mapfre que lleva abierta desde el sábado, solo cuatro días después de la tormenta, cuando los militares y los bomberos estaban todavía asentándose en la zona.

En el local de la aseguradora trabaja Victoria Sobrino, que lleva recibiendo llamadas de afectados desde el 1 de noviembre. El día de la dana tuvieron que salir corriendo del local cuando un vecino les avisó que el río se había desbordado, pero lograron salvar el móvil de la sucursal, donde tienen desviadas las llamadas de sus 2.000 clientes. "Las primeras llamadas empiezan a las 6.00 de la mañana, y así hasta que me voy a dormir, fácilmente recibo 200 al día", afirmaba este miércoles.

Tres días después de la riada, el viernes, su compañero Nacho fue a la oficina, pero no consiguió entrar, y se puso a tomar notas a mano de las reclamaciones de los vecinos que acudían para enviarlas al Consorcio de Compensación de Seguros, el ente estatal que asumirá el coste de la catástrofe. El sábado ya consiguieron abrir el local y atender presencialmente, y una semana después de la catástrofe son la única aseguradora abierta en Benetússer.

"Hemos tenido suerte porque en otras oficinas de la zona solo ha quedado en pie el marco de la puerta. En Catarroja no han podido todavía entrar. Aquí entró barro y nos quedamos sin enchufes, pero entre vecinos y voluntarios conseguimos volver a estar operativos", añade. Como lleva toda la vida atendiendo en la zona, Sobrino confiesa que a menudo hace de psicóloga. "Tengo un caso de una vecina que ha velado a su madre en el maletero de un coche, y te lo cuenta al teléfono porque necesita hablarlo con alguien. Están siendo días difíciles".

Una farmacia intacta que cuadruplica clientes

A menos de un kilómetro de allí, en el interior de Alfafar, la vuelta a la normalidad está siendo todavía más acelerada. Las manzanas que rodean la comisaría de la Policía Local se libraron del torrente de agua y allí incluso hay un Mercadona funcionando a pleno rendimiento, y una cafetería que está rebosar. Este jueves, un grupo grande de vecinos se amontonaba en el Bar Alaska para tomar un aperitivo, compartir historias y despejar la mente con una caña de cerveza.

En una calle cercana, también se encuentra una escena insólita en un pueblo afectado por la dana: una farmacia perfectamente conservada con sus estanterías llenas de cremas, geles y hasta un tensiómetro que todavía funciona. Su dueño, Carlos Grau, señala a las tres estatuas de la virgen que cuelgan de la pared y les da las gracias por salvar su negocio. Fuera, hacen cola más de diez personas que necesitan medicamentos.

Un cole improvisado para proteger a los niños: "Dejan las botitas debajo de la silla y entran a un mundo nuevo"

Un cole improvisado para proteger a los niños: "Dejan las botitas debajo de la silla y entran a un mundo nuevo"

"Los nervios están haciendo mucho daño estos días", explica el propietario. "Estamos vendiendo muchas pastillas para dormir, sobre todo dormidinas, y mucha medicación para la tensión. También se están llevando pastillas para cortar la diarrea, que sí que hay bastantes casos, y algún antibiótico", relata Grau. Sus farmacéuticos, todos voluntarios de otras farmacias, están intentando equilibrar el dispensario para evitar acopios innecesarios porque se ha disparado su clientela, que llega de todos los pueblos de alrededor, mientras que las reposiciones se han recortado. "Me llegan una cuarta parte de los pedidos y tengo cuatro veces más de clientes", resume.

Estos testimonios son, en todo caso, anecdóticos. De los miles de locales que hay en los más de 20 municipios gravemente dañados por la dana, más del 99% están todavía destrozados. Restaurantes, comercios, talleres, peluquerías… llegaron a tener entre uno y dos metros de barro, especialmente los locales más antiguos, que tenían unas puertas y ventanas que no pudieron resistir el impacto del agua o de los coches que arrastraba la corriente.

La magnitud del daño queda patente en el Mercadona de la Avenida Camí Nou, donde decenas de personas trabajan desde el sábado pasado para recuperar el supermercado. Por allí han pasado electricistas, fontaneros, obreros y hasta camiones de desatascos, pero llevan una semana de trabajo y todavía queda mucho por hacer. "Esta semana es imposible que esté listo, veremos la que viene", decía uno de los encargados de las reparaciones.

Más sobre este tema
stats