Eduard Fernández: "Hay que defender lo público con uñas y dientes porque si no, es el caos"
Eduard Fernández (Barcelona, 1964) es el actor del momento. Por un lado, con El 47, la película en catalán más vista en España en los últimos cuarenta años, que cuenta la lucha vecinal y el empeño de un conductor en llevar su línea de autobús público hasta lo más alto de las cuestas del barrio barcelonés de Torre Baró. Por otro, con Marco, cinta que cuenta la historia de Enric Marco, un hombre que durante años fue capaz de mantener la gran mentira, incluso ante su familia, de que había sido prisionero en un campo de concentración nazi, llegando a ser presidente de la Asociación Española de Víctimas del Holocausto.
Dos trabajos de enjundia que colocan al intérprete catalán en la rampa de lanzamiento para la próxima edición de los Goya. Tres meses antes de la ceremonia más importante del cine español, esta misma semana, distinguimos a Eduard Fernández con el Premio a la Cultura 2024 en la cuarta edición de los Premios infoLibre, que se entregan este 21 de noviembre en el Ateneo de Madrid. Por El 47, por Marco y por toda una carrera siempre comprometida con las historias que importan, con las películas transformadoras. Con él charlamos sobre esto y mucho más.
¿Qué tal está? Menudo año con dos peliculones.
Sí, sí, un año muy bueno. Estoy muy contento. Fue una sorpresa muy grande el éxito popular de El 47, luego se estrenó Marco, que está yendo muy bien y me alegra mucho porque he hecho un papel muy arriesgado con el que he disfrutado mucho y estoy muy satisfecho, la verdad. He estrenado el corto también, El otro, con el que vamos haciendo los pinitos para ver si lo podemos presentar a los Goya del año que viene. Encantado con todo.
El 47 se ha convertido ya en la película en catalán más vista en España en los últimos cuarenta años con casi medio millón de espectadores, que se dice pronto.
Se dice pronto, sí. Y además la reacción del público es muy bonita porque aplaude en el cine cuando termina. Hay una reacción muy empática con El 47, se ha producido una comunión muy bonita. No sé por qué. Supongo que por lo que tiene de comunitario, por este héroe a su pesar que no tiene ningún ego. No tiene nada que ver con Marco, son dos personajes muy contrarios. El conductor, Manolo Vital es un tío muy honesto, con una dignidad brutal a pesar de ser muy pobre, de haber tenido que dejar su lugar en Extremadura. Es alguien que mantuvo siempre su dignidad personal y social.
¿Un sentido de la colectividad y de la lucha vecinal que se está a lo mejor perdiendo en este siglo XXI de la individualidad?
No lo sé, pero en el éxito que ha tenido hay algo que apunta a eso, a que la gente ve la película y dice 'hostia, pero claro, si tenemos eso, tenemos la unión de todos'. Yo creo que con las redes y la cantidad de desinformación tan brutal que tenemos, la gente se refugia, le cuesta aunarse para luchar por algo. Al mismo tiempo, también hay manifestaciones enormes de personas que se manifiestan a favor o en contra de algo, pero sí, hay que mantener esa unión.
Un papel, como bien apunta, muy diferente al de Marco, tremendamente exigente. ¿Es de los más difíciles que ha hecho?
Sí. Es de los más difíciles, de los más compuestos. De mis mejores papeles, desde luego. Estoy muy contento. Me lo curré mucho, engordé, me afeité la cabeza y trabajé mucho. Cada película es cada película, pero cuando tienes unos directores como Jon Garaño y Aitor Arregi, te colocan la interpretación arriba del todo. La película está muy bien rodada, muy bien montada, muy bien escrita, con muy buenos diálogos y muy buenos compañeros. Todo muy redondo.
¿Qué es lo que más le gusta de la historia tan peculiar de Marco?
Es curioso que aunque la gente ya sabe todo lo que pasó cuando entra a ver la peli, es muy atractivo y goloso ver cómo alguien miente y manipula. Ver cómo lo hace. Luego también qué le pasa más profundamente, qué le ocurre a esa persona, y ese es el trabajo que me tocaba a mí, preguntarme qué le pasa para necesitar ese foco mediático constante y qué vacío interior tiene él. Mi trabajo era que se viera en la pantalla qué le ocurre por dentro detrás de la mirada.
¿Una lección en estos tiempos de medias verdades y mentiras completas?
No lo sé, no tengo ni idea. Una vez hecha la película es de los espectadores y cada cual saca la conclusión que quiere. Pero en cualquier caso, hoy en día Marco hubiera sido el rey, hubiera sido feliz con los bulos que hay en los medios de comunicación, las redes sociales y demás.
Hay que tener ciertos baremos, no vale poner en las redes una impresión personal y que todo el mundo la dé por cierta
¿En este mundo de bulos qué papel le da al periodismo comprometido?
Tanto al periodismo como a la justicia deben seguir teniendo una rectitud para que nos sigan indicando y señalando qué baremos hay para saber cómo poder dar una noticia por cierta, para poder dar por cierto algo que se dice. Hay que tener ciertos baremos, no vale poner en las redes una impresión personal y que todo el mundo la dé por cierta. Luego, todo es muy subjetivo, y tanto el periodismo como la judicatura tienen el deber de ser imparciales y valorar.
A los políticos les quitaría todos los cargos y les llamaría 'servidor público número 1', 'servidor público número 2' y así sucesivamente
Y los políticos no deberían mentirnos tampoco, pero nos mienten a la cara...
Los políticos deberían hacer su trabajo de una puñetera vez. Yo es que a los políticos les quitaría todos los cargos y les llamaría 'servidor público número 1', 'servidor público número 2' y así sucesivamente, para que tuvieran cada día claro que nada más que son servidores públicos. Que ellos no es que estén ahí porque son la hostia, no, no, son servidores públicos y tienen que dedicarse a gestionar. En primer lugar a gestionar, y a intentar hacer que el dolor de algunas personas sea menor para vivir en sociedad.
¿Hemos perdido definitivamente la confianza en los políticos? ¿Y en el periodismo?
Hay una responsabilidad personal también. Porque la gente dice 'eso es culpa del gobierno, aquello de los medios', pero cada uno es responsable de saber elegir qué lee, qué no lee y ser crítico. Para eso está la educación pública, la educación buena. Lo público hay que defenderlo con uñas y dientes, tanto la educación, como la sanidad como la cultura porque, si no, ya es el caos. Y en el caos no hay error, como decía Radio Futura.
Eso de que los periodistas hagan la pelota al gobierno de turno me parece una barbaridad
En este contexto, ¿juega también un papel aún más importante el cine comprometido?
Sí, aunque o siempre digo que la película tiene que ser buena, que hay que intentar hacer buen cine. Que nada pase por encima de hacer buen cine. Y luego, si es comprometido y está bien contado me parece cojonudo. Tiene que estar tan bien contado, como cuenta por ejemplo la serie Querer, de Alauda Ruiz de Azúa, que cuenta muy bien lo que cuenta.
Más allá del cine, ¿es la cultura en general más necesaria que nunca en este mundo tan polarizado?
La cultura tiene que estar ahí, ahora y siempre, y tiene que ser independiente del poder, no puede una herramienta en manos de ningún poder, ni de derechas, ni de izquierdas. La cultura suele jugar ese papel, incluso cuando las cosas van medio bien, en caso de que fueran bien. Tiene que seguir siendo crítica cuando toca ser crítico; cuando no, no. Pero la cultura tiene que ser crítica con el poder, nunca una herramienta en sus manos.
Durante la pandemia entendimos el poder y la importancia de la cultura pero, ¿cuatro años después queda algo de ese sentimiento?
No lo sé, por eso digo que la cultura no debería ser una herramienta ni a favor ni en contra. Y la gente que trabaja en la cultura debería ser suficientemente inteligente para no intentar ser una herramienta en poder de nadie, ni en favor del que gobierna que ahora para que me dé lo que sea, ni nada. Debe ser crítica y debería ser un pilar como lo es en Francia, donde la cultura, la sanidad o la educación es algo acordado por los partidos mayoritarios y eso no se toca, y a partir de ahí ya se hacen otras políticas. Pero debería ser sagrada. Yo creo que en la pandemia nos aunamos mucho, seguramente por estar encerrados, cuando aplaudíamos por las tardes, que era muy hermoso y estaba todo muy aunado y era unánime.
¿Para conseguir una sociedad verdaderamente democrática, con presencia de lo público, es más que necesario un periodismo realmente libre?
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Si, claro. Eso de que los periodistas hagan la pelota al gobierno de turno me parece una barbaridad. Pero, para eso, los gobiernos no deberían censurar a los que no opinan como ellos. De alguna forma es un juego, tiene que tener sus normas y a partir de ahí todos jugamos, cada uno siendo honesto en su visión. Porque siempre habrá gente, y periodistas, de derechas y de izquierdas, pero hay que ser muy preciso y muy concreto en todas las apreciaciones. Yo aprendí de todos los directores buenos con los he currado porque todos son muy precisos y muy concretos.
¿Qué pasará si no cae el Goya en febrero? Está ya muy señalado.
Es verdad, pero si no cae no pasará nada. Vendrá luego marzo y después abril (risas). Se verá. Me gustaría mucho, eso sí, que quede claro. Por Marco, quizás, sobre todo.