Esa es la cuestión

Doira B. Paratcha

A menudo tengo la sensación de que las mujeres no somos más que un añadido en el conjunto social. «Las mujeres» somos tratadas con frecuencia como un tema. Somos una causa y un problema sin resolver. Y pese a los intentos, intensos e inhumanos, del movimiento feminista, al que tanto le debe la mía y otras generaciones, sigo sintiéndome apéndice. Algo falla.

Esa falta de integración, de no pertenencia a la argamasa social, sigue siendo origen de la desigualdad de género en todas sus materializaciones.

El trato a favor de forma exagerada, que intenta, con buenas intenciones, reparar el daño causado, es una muestra más de esa percepción de cuerpo extraño, del papel de figurantes en el conjunto social.

Sobra decir que ni todas somos buenas madres, ni buenas parejas, ni buenas profesionales, ni buenas personas. Acertamos y erramos al igual que los hombres y poseemos la misma inaudita capacidad, aunque pueda sorprender a más de uno, la de mentir. La tenemos desde el momento en que hemos sido dotadas de boca y de capacidad para comunicarnos.

Una capacidad de la que nos servimos en innumerables ocasiones para decirle al pesado de turno, con el que no queremos nada, que somos lesbianas o para exponer en nuestro currículum que tenemos un nivel de inglés intermedio-alto, por poner algunos ejemplos.

Pedir que no se cuestione un testimonio anónimo en RRSS es como pedir que no se cuestione la biblia. Debemos cuestionar

Lo que el mensaje "feminista" hegemónico viene a decir es que la capacidad para mentir o engañar, que posee todo ser humano, se bloquea mágicamente en las mujeres cuando se trata de una denuncia o testimonio (incluidos los anónimos) por agresión sexual. Fagocitando así el éxodo del pensamiento crítico y procurando la cancelación de quien hace uso de él. 

Este hiperfeminismo bebe de los principios de la posverdad, ya que invita a la fe ciega y exige el no cuestionamiento por razones de género. Esto está muy lejos de ser feminista.

Se trata de un proteccionismo que no mira al otro con igualdad sino con inferioridad, nos quita agencia y nos infantiliza.

Es muy diferente exigir que no se desconfíe de nosotras por la forma en la que íbamos vestidas o por nuestros hábitos sexuales a exigir que no se dude de nuestro relato en absoluto.

Pedir que no se cuestione un testimonio anónimo en RRSS es como pedir que no se cuestione la biblia. Debemos cuestionar. 

Cuestionar (siempre que ese cuestionamiento no nazca de un prejuicio) es la base del conocimiento, de la razón, que no se somete sino al hecho y la demostración. ¡Cuestionen! Porque cada vez que se invita al no cuestionamiento, un incel se abre una cuenta en TikTok y el planeta Tierra reduce su curvatura 1°.

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Doira B. Paratcha es socia de infoLibre.

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