Los héroes son los refugiados

Antonio García Gómez

Hace ya unos cuantos meses que fueron acogidos en Torrox, un pueblo floreciente de la Axarquía malagueña, mangos, aguacates, turismo con poder adquisitivo y mucha sequía fuera de toda preocupación, o eso parece, donde, efectivamente, es fácil encontrar un piso para “segunda vivienda” por más de 300.000 euros para un número considerable de refugiados recogidos en su intento desesperado por llegar a Europa, por escapar de sus infiernos de origen, procedentes principalmente de latitudes senegalesas, del continente africano, tan vecino, tan lejano, tan ajeno.

Aproximadamente alrededor de un número cercano a los 140 refugiados llegaron y continúan recogidos y acogidos en un hotel de la ciudad de Torrox, mientras se tramitaban y tramitan, sin prisa, sus regulaciones. Son jóvenes, son fuertes, mansos y expectantes, conectando, me imagino, con sus familiares de Senegal, y también con sus contactos europeos, disimulando la desesperación por un presente y un futuro muy inciertos. Quién sabe nada de sus angustias, de sus ansiedades, de sus sueños paralizados ante una burocracia que les podrá ser bonancible o implacable, ante una mirada sospechosa de un sector de la población que los acoge con sospechas inducidas.

A los pocos días de haber llegado, un concejal del PP de Torrox afirmó que tales refugiados, seguramente, traerían a “su apacible pueblo” el tifus o la delincuencia generalizada. Ni una cosa ni otra. No se ha escuchado ni un solo caso que haya podido trascender a las alarmas que los miserables tienen activadas.

Y, sin embargo, a lo ancho y largo de nuestra geografía los peores entre los peores andan sembrando miedo y odio contra quienes han acudido a nuestra tierra, que por cierto no es de nadie, para intentar sobrevivir. Y anuncian el apocalipsis a diario, demonizando a los más desgraciados entre los desesperados.

En lo que va de año se calcula que más de 5.000 seres humanos han podido desaparecer ahogados en su intento por llegar a Europa. Y, sin embargo, muchos mal nacidos prefieren el miedo y odio a la admiración, al respeto

Y, lo que es peor, logrando envenenar a quienes son fáciles de convencer y de contagiar. Convirtiéndose así en un lastre más que humano, inhumano, de supuestos compatriotas bienintencionados que solo se merecen mi desprecio y mi rechazo, incluso en medio del silencio cómplice de quienes “van a lo suyo”, porque parece que no les compete, porque seguramente su reacción es muy íntima o muy acorde con la atmósfera pestífera que solo ha sido capaz de engendrar miasmas de odio, de insolidaridad, de racismo, de intolerancia, de encanallada perversión a favor de una convivencia perdida en medio de quienes solo tienen mi rechazo más absoluto. Y estoy hablando en primera persona del singular. Para evitar equívocos.

Para poder estar del lado de Eduardo Blasco, deportista de élite, el mismo que en septiembre pasado logró el oro en la prueba de 50m remolque del mundial de Salvamento y Socorrismo. El mismo compatriota, este sí, que ha dedicado horas de su tiempo vital a intentar y lograr rescatar a desesperados jóvenes migrantes en las aguas mediterráneas y oceánicas.

Y es que en lo que va de año se calcula que más de 5.000 seres humanos han podido desaparecer ahogados en su intento por llegar a Europa. Y, sin embargo, muchos mal nacidos prefieren el miedo y odio a la admiración, al respeto.

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

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