Colombia afrontará en menos más de tres meses las elecciones presidenciales con al menos cuatro candidatos con opciones serias de plantarse en la segunda vuelta. Por el flanco derecho, Iván Duque, y Germán Vargas Lleras; por el izquierdo Gustavo Petro, y Sergio Fajardo. Aunque los comicios legislativos de 11 de marzo arrojen algo de claridad, el futuro presidente no heredará el encauzamiento del fin del conflicto entre el Estado y el Ejército de Liberación Nacional.
El pasado 29 de enero Juan Manuel Santos suspendió el quinto ciclo de negociaciones con la guerrilla tras los atentados que costaron la vida a siete policías. El presidente de Colombia oficializó la paralización de las conversaciones con el bombardeo de un campamento cercano a comunidades indígenas en el Chocó con el coste de tres elenos muertos.
No faltan generalmente desde las ciudades, con procesos electorales cercanos las voces que piden una ofensiva para aplastar al ELN. Siempre generalmente en los lugares que menos padecen la violencia política en Colombia. Lo reflejó el plebiscito sobre los acuerdos de paz de 2016, en el que se impuso el no con un 63 por ciento de abstención. Sobran ejemplos en la literatura. El cadáver insepulto, de Arturo Álape; Crónicas de guerra, de Juanita León; o La Tormenta, de Germán Castro Caycedo cuentan con crudeza el periodo anterior en el que las FARC armadas poblaban los montes, así como los relatos de víctimas y victimarios.
“No sé si habrán muerto todos los hijos de mis enemigos, aunque los paramilitares, como ha sucedido desde el Imperio Romano, tienen una manera de operar que puede ser cruel, pero que para mí es válida: si eliminas al padre hay que hacer lo mismo con el hijo. De lo contrario, este te matará más tarde a ti mismo”. El libro de Castro Caycedo recoge tal aseveración, expresada por una mujer adinerada que contrató los servicios de los paramilitares con el objetivo de liberar a su hermano secuestrado por las FARC.
Expresiones muy presentes en la presidencia de Álvaro Uribe entre los defensores de la militarización del país a través Política de Seguridad Democrática. Y no digamos entre los más arduos admiradores del ex presidente. Quien no derrotó a las FARC, ni tampoco al ELN por la fuerza; como tampoco lo hará Juan Manuel Santos, ni quien lo sucederá. Para muestra los acontecimientos del siglo pasado que recogen publicaciones como Breve historia del conflicto armado en Colombia, de Jerónimo Ríos Sierra.
Lecciones del pasado
La guerra de los 1.000 días causó un millar de muertes entre 1899 y 1902 en un país de tres millones llamado Colombia. Hasta 1930 la patria de García Márquez no presentaba niveles de violencia inferiores a las regiones vecinas.
Luego llegó La violencia. Etapa definida como para Erik Hobsbawm como el mayor periodo de movilización de campesinos, guerrilleros, grupos armados de autodefensa en la historia contemporánea del hemisferio occidental. El asesinato a Jorge Eliecer Gaitán en 1948 inauguró los enfrentamientos armados entre conservadores y liberales. En el campo se mataban los simpatizantes de uno y otro partido mientras los grandes propietarios, y hombres de negocio, liberales y conservadores disfrutaban de la vida tranquila en las ciudades.
Los levantamientos armados movilizaron a 20.000 personas el año que llegó a la presidencia el Gustavo Rojas Pinilla en 1953. Cuatro años después, terminó el periodo del general, con el triste balance de 800.000 desplazados y 180.000 muertos desde 1947.
En 1964 las muertes por violencia política superaron las 200.000, en su mayoría civiles, y surgió el ELN. Grupo armado fundamentalmente campesino, con cuadros proceden de la Universidad Industrial de Santander, y cuyos principios los recoge el Manifiesto de Simacota -combinación de marxismo-leninismo, guevarismo y teología de la liberación- con el mártir Camilo Torres, sacerdote, y sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia como mayor símbolo.
Misael Pastrana intentó con 33.000 militares terminar con el ELN: no lo consiguió. Aunque la operación Anorí terminara con las vida de Manuel y Antonio Vásquez Castaño, y diezmara a la guerrilla. De 250 guerrilleros pasaron a contar con 70.
El Cura Pérez durante los años 80 logró centralizar el mando guerrillero, y quintuplicar las tropas entre 1983 y 1986. Bajo su liderazgo carismático el ELN se fusionó con el PRT y el MIR-Patria Libre, y dio surgimiento a la Unión Camelista-Ejército de Liberación Nacional.
La década de los 90 se suceden los acuerdos de Cravo Norte, los diálogos de Tlaxcala, el acuerdo de Puerta del Cielo y el acuerdo del Palacio de Viana.
Cuarto de siglo después de la operación Anorí murió el Cura Pérez, para entonces el ELN contaba con 5.000 efectivos. Aumentar el gasto en defensa no doblegó a la guerrilla. Si en 1997 llegaba al 3,6% del PIB; cinco años después alcanzaba el 4,4%. Entre 2002 y 2010 la policía pasó de 110.000 a 160.000 efectivos; y las Fuerzas Militares de 203.000 a 270.000.
La intensificación de la guerra trajo 15.000 violaciones de derechos humanos y del derecho internacional humanitario entre 2002 y y 2010. Más de 10.000 de ellas cometidas por paramilitares y Ejército según el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP). Y aunque los secuestros de las guerrillas bajan en este periodo, se contaban por cientos al año.
Lecciones del presente, y retos del futuro
El paro armado de 10, 11, 12 y 13 de febrero ha demostrado que la guerrilla no fue aplastada ni en la guerra, ni en la tregua. Pese al tremendo error cometido, cuentan con más tiempo que Juan Manuel Santos. Y aunque la fiscalía haya ordenado la búsqueda y captura de la cúpula del ELN por el presunto asesinato de tres exguerrilleros de las FARC, así como el reclutamiento de 45 menores indígenas en Chocó: no es más que una dramática escenificación.
Ambos actores del conflicto seguirán con sus roles en forma de de acciones armadas antes de reactivar la quinta sesión de las negociaciones antes o después de las elecciones.
“Sólo aquellos que nunca han experimentado una guerra la consideran dulce”, afirmó Erasmo de Rotterdam. Sólo unos pocos desean mandar a los hijos de los pobres a matarse con la indumentarias de distintos brazaletes hoy en día en Colombia. Más si tenemos en cuenta que se llegó tan lejos en una negociación entre el Gobierno y el ELN. Y que pese a los más recientes tropiezos, los últimos tres meses de alto el fuego no se produjeron enfrentamientos entre guerrilla y ejército.
Tras el punto y aparte del acuerdo de paz, se abrirá otra historia para Colombia. El nuevo país sin guerrillas deberá superar el triste registro de contar en su espacio territorial con las cifras más elevadas de desplazamiento interno en el mundo: 7.246.000 según el Consejo Noruego para los Refugiados. Un goteo sin cesar, pues sólo en 2016 sumaron 171.000 casos según la misma organización.
Los paramilitares tienen presencia en 344 municipios de 31 de los 32 departamentos del país según el Observatorio de Conflictos Unidad de Investigación del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ). El Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP) les atribuyó en 2016: más de 80 ejecuciones extrajudiciales, 9 desapariciones forzadas y 12 casos de tortura. Las bandas criminales se cebaron con defensores de derechos humanos y dirigentes sociales, y avanzan en la toma de los territorios que han abandonado las FARC.
Obstáculos demasiado altos pese a todo lo recorrido y, por supuesto, salvables. Si cómo nos enseñó Johan Galtung para pasar de los círculos viciosos, a los virtuosos hay que identificar tres problemas: los propios de la de la raíz subyacente del conflicto, los vinculados directamente con reconstrucción posterior a la violencia directa, y los asociados a la reconciliación de las partes del conflicto… Todos ellos están identificados en Colombia.
El postconflicto que afrontará la república suramericana correspondiente a la reconstrucción posterior al daño material, y la rehabilitación a las víctimas que eliminen las causas que las provocaron, y evitar repetirlas… Costará más. Será después de las elecciones a la Cámara de representantes, el Senado; los comicios presidenciales, y la elección de quien dirija los designios de Colombia. Pero será y pasará porque el ELN y Gobierno volvieron previamente a las negociaciones.
Hace tres lustros se estrenó La pelota vasca, la piel contra la piedra. En el documental de Julio Medem, Bernardo Atxaga expresó: “La paz algún día se producirá, entonces la gente en vez de andar un poco sobre el suelo, andará a 20 centímetros. Levitará por el peso que nos quitaremos encima: ahora tenemos mucho peso sobre los hombros”. Los colombianos no disfrutarán de un meteórico y estético como el de Remedios la Bella cuando la paz llegue. Aun así se dará, con políticas de Estado, palabras horrendas en los periodos electorales en 2018. Pero imprescindibles y hoy ausentes. ________________
José Luis Torremocha Martín es socio de infoLibre.
Colombia afrontará en menos más de tres meses las elecciones presidenciales con al menos cuatro candidatos con opciones serias de plantarse en la segunda vuelta. Por el flanco derecho, Iván Duque, y Germán Vargas Lleras; por el izquierdo Gustavo Petro, y Sergio Fajardo. Aunque los comicios legislativos de 11 de marzo arrojen algo de claridad, el futuro presidente no heredará el encauzamiento del fin del conflicto entre el Estado y el Ejército de Liberación Nacional.