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En la muerte de Josep Fontana

Javier Paniagua

Mi carrera académica no hubiera sido la misma sin Josep Fontana. Me dirigió la tesis, encauzó mis investigaciones sobre el anarquismo y me acogió en el Departamento de Historia Económica de Valencia como catedrático de la materia cuando el entonces catedrático de Historia Contemporánea, José Manuel Cuenca, no se sentía bien con mi presencia.  

Fontana trasmitía una capacidad de liderazgo como docente de Historia a sus alumnos de la Facultad y a muchos profesores de enseñanza secundaria. Tenía la habilidad de un actor cuando explicaba cualquier tema de Historia Contemporánea, española o mundial. Modulaba su voz al son de lo que le interesaba destacar y sus explicaciones eran redondas: todo estaba claro. De hecho, demasiado claro porque no daba resquicio a otras versiones. Sus análisis, por ejemplo, sobre el paso del Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea solían cautivar a un público que admiraba su capacidad de exposición sobre temas historiográficos. Desde su expulsión como profesor interino de la Universidad de Barcelona por motivos políticos, en 1966, dirigió las voces de Historia de la mítica Enciclopedia Larousse y sabía como resumir y comunicar un tema.

Fue pionero en el conocimiento de la historiografía francesa y anglosajona desconocida entonces en España. Fontana había trabajado en la Universidad de Liverpool. Allí entró en contacto con la obra de los historiadores marxistas ingleses –Hobsbawm, E.P. Thompson, M. Dobb, R. Hilton...– que dieron una interpretación alejada de la historiografía esquemática soviética. Muchas de las publicaciones de historiadores europeos se tradujeron por su iniciativa en la editorial Crítica, con el apoyo del editor Gonzalo Pontón.  Eso y su relación con Pierre Vilar y la escuela de Annales hicieron que difundiera una forma de entender la Historia distante de una parte de los profesores de las Universidades españolas durante el franquismo.

En Valencia coincidió con Ernest Lluch, otro de los discípulos de Vicens Vives junto con Josep Termes, que formarían parte del Consejo de la Revista de investigación histórica Recerques. Les unía el catalanismo, el antifranquismo y la pasión por el Barça. La quiebra de la monarquía absoluta fue una de sus obras de referencia donde analizó la crisis del feudalismo durante el reinado de Fernando VII y cuestionó las interpretaciones de ciertos historiadores que consideraban que aquel rey fue virando hacia un régimen liberal moderado, lo que de alguna manera asimilaban a la evolución del franquismo de los años 60.

Sus concepciones historiográficas le llevaron a entender las revoluciones como una manera de superar las contradicciones políticas y sociales en que las sociedades se desenvuelven, y así concebía la Revolución Francesa o la Rusa de 1917 como inevitables y necesarias. Uno de sus ultimos libros, Por el bien del Imperio, es una crítica de la política de EEUU desde 1945 contra los llamados países socialistas y aquellos que ponen en cuestión el capitalismo norteamericano.

La última advertencia de Josep Fontana

La última advertencia de Josep Fontana

Precisamente su manera de explicar las cosas con rotundidad y buena expresividad le alejaban de considerar posiciones críticas. La historia para él era un combate contra todo lo que retrasara el triunfo del socialismo, y en ese sentido obviaba cualquier interpretación que matizara o criticara sus teorías. Su marxismo le llevó al compromiso político, militó en el PSUC, el Partido Comunista de Cataluña, y en el proceso de su escisión defendió las posiciones más radicales. Pero en las ultimas décadas viró hacía el nacionalismo catalanista y el independentismo, utilizando la Historia de Cataluña como una justificación de la consolidación de su identidad nacional (La formació d´una identidat), no en balde recibió clases del historiador catalanista Ferran Soldevila.

Tenía una de las bibliotecas más amplias de libros de historia, y la mayoría los cedió a la Universitat Pompeu Fabra donde fue profesor y fundó el Instituto de Historia Jaume Vicens Vives. Su padre regentó una librería de segunda mano en Barcelona y él se encargaba de redactar los contenidos del catálogo, lo que le proporcionó una erudición proverbial. __________Javier Paniagua es socio de

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