No hay cuartel
Manolete llevaba la muerte escrita en su rostro la tarde del verano del cuarenta y siete. El fascismo necesitaba sangre y muertos. Donde fuese. 85 años después de la muerte de Manolete, este país sigue arrastrando sus miserias de posguerra. Abascales, Ayusos, Almeidas, Feijóos. Falsos personajes de medio pelo, que proclaman consignas salvadoras de la patria. “Somos la voz de aquellos que tuvieron padres en el bando nacional”. Nada que añadir.
No les interesa la Memoria Democrática, 85 años después siguen perpetuándose junto al legado de la rancia España, y sus trileros políticos, en busca de perdedores para colocarles un producto caduco, engolillado y obsoleto. Producto que millones de españolitos compraron en su momento. La derecha fascista de ultramar se agazapa, se coloca al pairo y observa la tormenta que tiñe el horizonte.
La escuela americana y argentina marcan la línea básica de su discurso, tan pobre y miserable como sus representantes
El lenguaje y su mensaje, el que manejan estos tipos, no va más allá de la mentira. La escuela americana y argentina marcan la línea básica de su discurso, tan pobre y miserable como sus representantes. Lo paradójico, a pesar de que algunos analistas hablan de su declive, es que los prendas suman en lugar de restar. Sus acólitos compran el mensaje y lo difunden armados con sus smartphones y sus redes. No hay cuartel.
Tras 85 años, el mundo no se inmuta con los titulares ni con las imágenes que los acompañan en los telediarios. Asaltos a la soberanía popular, a la democracia o la paz. Todo lo consume una retina acostumbrada al odio, acompañada de la ensalada y la tortilla de patatas.
La derecha de ultramar, agazapada, trama cómo volver a matar a Manolete. Que les folle un pez.
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Pako Martí es socio de infoLibre.