Francisco Soler ha escrito en infoLibre un artículo que titula Tocata y fuga del rey de Borbón. En él, pone de relieve las declaraciones del primer presidente de la democracia, Adolfo Suarez, a la periodista Victoria Prego. Le confiesa que de forma solapada incluyó algo en la votación que se realizó en la primera sesión del Congreso en noviembre de 1976, en la que se debatió la aprobación de la Ley para la Reforma Política: la figura del rey como sistema de monarquía parlamentaria.
Titulando su artículo con el libreto de la obra de Sebastián Bach, Tocata y fuga, parece da la impresión de que el autor, de forma deliberada y con dosis de sorna, utiliza el término de fuga sacándolo del contexto de la obra musical, relacionándolo con la huida y escapada del rey emérito que hizo un brillante cometido en el período de la transición democrática, pero que atemorizado por las presuntas irregularidades financieras y sin estar siquiera imputado, abandona el país de forma temporal…
Se pone especial énfasis en la crónica que las encuestas previas a la aprobación de la Ley de la Reforma Política auguraban un resultado favorable a la implantación de la República. No deja de ser un puro vaticinio. Las visiones proféticas de Casandra quedaron relegadas hace más de dos mil quinientos años a los ceremoniales en el Partenón de la Grecia clásica. Adolfo Suárez, obedeciendo a su instinto de hombre de Estado, era consciente de que con la asamblea parlamentaria en esos años postreros a la dictadura resultaba evidente que la mayoría de los procuradores eran de mayoría fascista, nombrados a dedo por Franco, por lo cual consideraba de dudosa garantía que una República condujera el tránsito a la democracia sin sobresaltos.
No cabe duda, que tal como se ha titulado este artículo, se presta a variopintas interpretaciones. Una de ellas que requiere de aguda perspicacia, guarda una concomitancia con la figura del presidente Adolfo Suárez.
La partitura de Sebastián Bach Tocata y fuga, según describen grandes compositores, como Beethoven, Amadeus y finalmente Felix Mendelsohn, no deja de ser un enigma el hecho de que una obra plena de arte y de belleza que alinea en sus compases la tradicional música litúrgica, enlazándola con la música del Barroco y del romanticismo, y que se caracteriza por su originalidad e incluso osadía, adelantándose a su tiempo y compuesta solo para organistas que dominaran todos los registros, quedara en el anonimato con el libreto bien custodiado como oro en paño. Cuentan que Félix Mendelsohn, a quien le confiaron los familiares el libreto, quedó extasiado al interpretarla, lanzando un suspiro de admiración con el corazón esponjado de armonía y de estética. Este compositor estaba convencido de que Sebastián Bach la compuso en su juventud y ante el temor de que su atrevida partitura fuera objeto de críticas por su innovación la guardó, sin atreverse a interpretarla en un escenario.
Adolfo Suárez no era un político al uso, podríamos calificarlo como una rara avis que se formó en las instituciones falangistas, y que vislumbraba desde su juventud la salida de una España autárquica y más en consonancia con los países europeos. Bajo el manto protector del Jefe del Movimiento, Fernando Herrero Tejedor, fue escalando puestos de gran peso en la dictadura con amplios poderes como fueron los cargos de gobernador civil, aterrizando en su última etapa como presidente de Televisión Española.
Suárez mantenía en su cacumen interiorizado su partitura musical más explosiva y de mayor enjundia, que guardaba celosamente. A diferencia de Sebastián Bach, que falleció sin desvelar su Tocata y Fuga, el intrépido presidente se atrevió a interpretarla convocando, una vez legalizado el Partido Comunista, los Pactos de la Moncloa.
Resumido análisis de los Pactos de la Moncloa:
En 1977 España, estaba sumida en una grave crisis económica:
1) La inflación superaba el 30% con picos que llegaban al 45%.
2) El paro crecía hasta el 10%.
3) Estaban prohibidos los derechos de asociación, tanto sindical como de reuniones culturales, así como la libertad de prensa.
Suarez libró batallas a diestro y siniestro con jornadas maratonianas para conseguir consensuar las medidas tanto económicas como sociales que paliaran a corto plazo los puntos cardinales de la crisis, antes de las primeras elecciones democráticas:
a) Económica: Con la reducción de la inflación, devaluando la peseta y estableciendo normas para controlar el gasto público.
b) Laboral: Se reconoció el despido libre en un máximo del 5% de los trabajadores de una empresa, reconociendo el derecho de asociación sindical.
c) Política: Aprobación de la Libertad de Prensa, y de los derechos de asociaciones y reuniones.
d) Reforma tributaria: La creación del impuesto sobre las Rentas de las Personas físicas, que era el primer paso para el establecimiento del Estado del bienestar.
Ha llegado el momento de concentrarse en el proyecto de la Reconstrucción
Estamos inmersos en una situación caótica, con cierta semejanza y salvando las distancias con la España de 1977, con el agravante de la amenaza latente de los estragos que está causando el virus covid-19, todavía por evaluar en su total dimensión, con actividades empresariales de nulos y bajos rendimientos, en sectores claves de nuestra economía como es el turismo, la hostelería y un largo etcétera.
Albergamos la esperanza de ver cristalizar a corto plazo la recepción de los fondos aprobados en la cumbre europea, pero al día de hoy, sigue siendo una ensoñación de Pedro Sánchez, me parece que ha sido una falta de sensatez los aplausos de la bancada socialista en el Congreso, por un éxito que está todavía en el limbo, puesto que la autorización de transferencia de las retribuciones firmadas pasa por la condición sine qua non del análisis y aceptación de los nuevos presupuestos que estamos obligados a presentar por los países hanseáticos, que están ojo avizor.
Esto conlleva la necesidad de unos nuevos Pactos de la Moncloa. Cuánto echamos de menos un estadista de la talla de Adolfo Suárez que articule el programa de los pactos, pero apelamos a la responsabilidad de los dirigentes políticos para que entierren el hacha de guerra y encuentren con diálogos constructivos la elaboración de unos presupuestos que sirvan para poner los cimientos de la Reconstrucción.
Una vez normalizada la economía y las prestaciones sociales, respetando las reglas que nos marca la comunidad europea, dejemos el clima de respeto y tolerancia. Eso no significa que la oposición cese en su tarea de vigilancia y control de la actividad política. Nos tranquiliza a todos la reciente reestructuración llevada a cabo por el PP, sustituyendo a la polémica Álvarez de Toledo y situando como portavoz del partido a Luis Martínez Almeida, persona juiciosa, con un grado elevado de sensatez. Confiamos que transcurran los más de tres años que queda de legislatura y después, en los prolegómenos de las próximas elecciones, pronunciemos los electores la famosa frase de Tip y Coll: Hablemos del Gobierno. Es decir que en este periodo de tiempo podremos comprobar los comportamientos del gobierno de coalición y de las instituciones públicas y si el resultado de su gestión se ha traducido en mejoras del bienestar social y la normalización de las actividades empresariales, dispondremos de una mayor perspectiva para votar si los ciudadanos desean una monarquía constitucional o prefieren una República.
En estos instantes, recordar el aforismo de Ignacio de Loyola: “En momentos de tribulaciones, no es tiempo para mudanzas”.
Antonio Agar es socio de infoLibre
Francisco Soler ha escrito en infoLibre un artículo que titula Tocata y fuga del rey de Borbón. En él, pone de relieve las declaraciones del primer presidente de la democracia, Adolfo Suarez, a la periodista Victoria Prego. Le confiesa que de forma solapada incluyó algo en la votación que se realizó en la primera sesión del Congreso en noviembre de 1976, en la que se debatió la aprobación de la Ley para la Reforma Política: la figura del rey como sistema de monarquía parlamentaria.