La siesta
Aquel día, todos nos sentíamos como abandonados a nuestra suerte y no queríamos seguir tragando kilómetros. Para unas vacaciones, como las nuestras, no queríamos exigirnos demasiado.
-¿Te parece bien que nos metamos en ese ventorro?
-Chica, por mí, como tú quieras. Ya sabes que, si descansamos un día de la comida del hotel, no nos va a pasar nada. Y como está el tiempo, nadie nos va a llamar la atención.
-Es lo que yo pienso, porque así, siempre podemos conocer nuevos lugares y nueva gente.
-Vamos sin más tapujos y aparcamos y entramos con valor y sin miedo. No arriesgamos tanto. Además, tiene buena pinta. El aparcamiento no desdice mucho que digamos, dada su categoría.
-Sin embargo, parece que no está muy concurrido.
-Ten en cuenta que la gente sabe que el tiempo no acompaña mucho para andar de aquí para allá.
-Mira allí. Nos podemos poner cerca de aquella pareja y así no nos sentimos tan solos.
Enseguida un camarero se acercó y nos dio las buenas tardes de bienvenida, extendiendo su brazo.
Nos sentamos y, a la vez que nos ofrecía la carta, nos preguntó que qué queríamos beber.
-¿Puede ponernos dos “sin”? Es que tenemos que conducir. Del tiempo, no del frigorífico, porque si no, vamos a necesitar más de tres horas para volver en sí. La tarde se presenta ausente y larga.
No era tan tarde y había muy poca luz en el ambiente. Daba la impresión de que el tiempo se estaba cerrando en banda.
-Me acuerdo, ahora, de aquella vez, cuando, bajando de Francia, nos paramos en La Seo de Urgel y visitamos la catedral. Al salir, el cielo estaba muy oscuro y decidimos no pasar la noche en el camping, por mor de lo oscura que estaba la tarde, a pesar de ser tan temprano. Nos mosqueamos y nos bajamos a todo trapo y nos metimos más de 150 kilómetros entre pechos y espaldas y paramos en un camping, donde todavía había luz clara del día de sobra.
-Sí, y al otro día nos enteramos de que en Urgel había caído un verdadero diluvio.
-Mira esa pareja, ¡Qué a gustito están! Parecen de por aquí. Al menos, andaluces no son, además hablan rarillo.
-La cara de él me suena, pero no me hagas caso. Con tantos chismes sociales y políticos que te meten los medios, parece que vivimos en una superaldea global. Con todos mis respetos, pero él tiene una cara durilla o endurecida, aunque hable fino y un poco raro para nosotros.
-Anda, mujer, que te gusta sacarle punta a todo. Todos somos diferentes, aunque unos pocos quieran hacernos desiguales, que eso sí que es “harina de otro costal”.
-Bueno; seguimos comiendo, que es para lo que nos hemos parado.
-Oye, parece que está empezando a llover y que lo hace con bastante fuerza.
-Mira. Esa pareja está muy contenta. Parece como si no estuvieran casados.
-Anda, mujer, que tienes cada cosa. Vaya líos que tienes en la cabeza.
-Te he dicho que me parece, pero no voy a ir al Registro para averiguarlo. Y además, lloviendo. Tú me conoces. Yo me figuro una cosa y la largo. Con eso ni quito ni pongo rey.
-La verdad es que en esta patria, los reyes se largan solos desde hace tiempo y luego, encima, los llaman, a pesar de que abandonan a su pueblo, como pasó con el Sahara Español y tan español, que se merecía el respeto y el apoyo y respaldo de su rey, aunque lo fuera por voluntad franquista.
-Mira: la parejita no se priva de nada: hasta con su copita. Estarán de acuerdo en algo importante.
Ahora que las aguas, aunque no las verdades, han vuelto a sus cauces, ella sigue siendo una desconocida y, hasta la fecha, nadie le ha preguntado nada de nada…
Luego nuestros vecinos se levantaron con rapidez. Él se dirigió a la barra y le dijo al jefe: -“Me lo apuntas donde siempre”. - “Lo que usted mande, don Carlos”.
No nos dimos cuenta si se fueron en un coche, porque no queríamos que se nos enfriara la comida.
-¿Sabes? Me estoy acordando de cuando estuvimos en las Jornadas de Aprendizaje Libertario en Cheste, hace unos treinta años ¡Cómo llovía y se nos iba el coche de las manos! ¡Vaya miedo!
Esperamos, porque el cielo se había abierto en canal. Cuando escampó, pudimos volver para cenar con los compañeros del Imserso. Eran las 20:28, y el comedor estaba abierto y con bastante gente.
La verdad es que ahora que las aguas, aunque no las verdades, han vuelto a sus cauces, ella sigue siendo una desconocida y, hasta la fecha, nadie le ha preguntado nada de nada, cuando hemos visto el revuelo de la Dana. Parece como si hubiera un contubernio político-mediático.
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José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre.