Traicionar a la izquierda para ganarse a la izquierda

Gavin Newsom, actual gobernador de California, es el posible candidato a las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2028 por los demócratas. El que sería el oponente a Trump ha sido reconocido durante años por una ideología progresista (para ser estadounidense, me refiero), incluyendo el pleno derecho al aborto, el matrimonio igualitario o la protección a personas migrantes. Sin embargo, en un podcast emitido durante la semana pasada, Newsom “sorprendió” dando el volantazo y defendiendo públicamente la segregación de las personas trans. en los deportes de competición, aludiendo a que era “injusto” que una mujer trans compitiese con mujeres cisgénero. 

Pongo “sorprendió” entre comillas porque, realmente, la sorpresa es minúscula. La tendencia es general: las derechas, cada vez más extremas, se ganan al electorado mediante populismo y estrategias basadas en el odio. “La crisis económica no es culpa nuestra, ni de que el sistema capitalista falle más que una escopeta de feria; es de las malvadas feministas que están arruinando la vida de los hombres, de los malvados migrantes que vienen a por tu trabajo y de que haya cuatro mujeres trans jugando al tenis”. Y lo que también es tendencia general es que, ante esos ataques, los principales partidos políticos frente a ellos tiren la toalla a la primera de cambio, entiendan que han conseguido que todos esos grupos de personas son impopulares y se desentiendan de ellos para que no les “arrastre” su mala imagen. 

Newsom ve cómo Trump hace girar su campaña y sus políticas sobre el odio a las personas trans y, en lugar de ofrecer una alternativa, se une a ello porque quizá piensa que lo contrario le penalizará. Parece absurdo, pero no difiere mucho del PSOE viendo cómo los medios y la extrema derecha atacan durante dos años a las personas trans y, ante la duda, uniéndose a ellos. Su congreso votando el no reconocimiento de las existencias no normativas. Carmen Calvo enviada a los medios de comunicación para reforzar los bulos tránsfobos de la derecha.

Si haces políticas un poco machistas, un poco racistas, un poco homófobas y un poco tránsfobas, no vas a conseguir que te voten los machistas, racistas, homófobos y tránsfobos, que ya tienen a otros partidos que lo son aún más que tú

La mayor derrota de la izquierda (si podemos llamarla así) es aceptar los postulados de la derecha. Jugar en ellos y renunciar a ofrecer cualquier tipo de alternativa. Porque si haces políticas un poco machistas, un poco racistas, un poco homófobas y un poco tránsfobas, no vas a conseguir que te voten los machistas, racistas, homófobos y tránsfobos, que ya tienen a otros partidos que lo son aún más que tú. Lo que vas a hacer es perder a aquellas personas que no van a aceptar un ápice de esas conductas en el partido político que, en un principio, debería protegerlas. 

Si la derecha avanza gracias a los bulos tránsfobos que están calando en la población, ¿qué sentido tiene que su supuesta alternativa se plante en un programa de radio a darle validez a esos bulos? No tiene sentido que el gobierno progresista saque pecho por su legislación a favor de la diversidad mientras Carmen Calvo va a la radio a quejarse de que en las Olimpiadas se dejó participar a un hombre en la categoría femenina de boxeo. La presidenta del Consejo de Estado se refería al caso de Imane Khelif, boxeadora argelina cisgénero (porque esa es otra; ni siquiera es una mujer trans. No hubo ni una sola persona trans participando en las últimas Olimpiadas). Khelif es una mujer cisgénero, lo que la propia Calvo llamaría “una mujer biólogica” (¿existen mujeres no biológicas? ¿Biónicas, quizá?), pero el hecho de que sus características físicas no encajen a la perfección en el molde que ella tiene en su cabeza de lo que “debería ser” una mujer le ha valido de excusa para intentar atacar a toda una comunidad oprimida cuando esta ni siquiera formaba parte de la ecuación. Quizá lo haga por mero odio, quizá lo haga por rabia ante la mayor visibilidad de comunidades que ella entiende que ahora compiten por los mismos sillones que ella. En todo caso, lo hace validando el discurso de las extremas derechas y casi azuzando a sus propios votantes a cambiar de lado para dar su apoyo a quienes de verdad actúan de forma cruda contra los supuestos enemigos que ella señala. 

Ganarle la batalla a las (cada vez más) extremas derechas no pasará por comprar y amplificar su discurso. Si la gente en las calles no tiene recursos, porque está cansada, hastiada y porque no tienen acceso a una vivienda, claro que, en su enfado y desesperación, comprarán que el culpable es cualquier comunidad oprimida que sea señalada desde los medios y partidos políticos. Porque necesitan canalizar esa frustración. Porque necesitan culpar a alguien de manera fácil, aunque sea mentira. Quizá la estrategia para volver a ganar a esa gente de las calles no sea unirse al señalamiento que ya otros enarbolan con más fuerza que tú; quizá sea asegurarte de que esa gente tiene recursos, derechos laborales y acceso a una vivienda. De crear un clima de bienestar y espacios para que puedan conversar, aprender, cuidar y dejarse cuidar. En definitiva, de hacer políticas para la clase obrera, que también son políticas feministas, antirracistas y LGTBIQ+. Y de hacer políticas feministas, antirracistas y LGTBIQ+. Que también son políticas para la clase obrera.

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