La vivienda y el problema de la vivienda…
En nuestro país y con una bolsa de hasta 600.000 viviendas vacías; sabiendo que a un porcentaje altísimo de compatriotas se les hace más difícil cada día hacerse con una vivienda, ya sea en propiedad, mediante una hipoteca pendiente de ser subida a lo largo de su aplicación, o bien en alquiler, para las rentas más bajas, se vuelve tarea imposible. También para los más jóvenes, dilatándose su edad de emancipación a edades más adultas.
Y con todo, sigue habiendo 600.000 viviendas vacías, con propietarios/as, pero desocupadas, que parecen darse por buenas, que se dice pronto. Por lo tanto la oferta podría ser —y es— enorme, y sin embargo dicen algunos/as, hipócritamente, que la demanda no alcanzaría los mínimos a nada que se tocara el actual estado de cosas, principalmente si se intenta tocar... ¿la codicia de quienes disponen de más pisos para negociar con ellos? Pues claro, de eso se trata.
Pero mientras se siguen construyendo casas y más casas y se siguen comprando casas nuevas, inmuebles viejos, incluso viviendas sociales… por fondos buitres, ¿les suena? Para quienes puedan permitírselo, que dicen que es para invertir, cuando no para sobornar, para presionar y chantajear, para hacer millonarios negocios. Y los escualos del sistema avisan y repiten que la oferta puede ser malparada si se toca el problema de la vivienda, por mucho que dicha cuestión suponga “un derecho” escrito, fijado y determinado en “nuestra sacrosanta Constitución”. A la vista de que no se cumple, al menos para la mitad de la población, y eso qué les importará a quienes solo ven dinero y negocio.
Ya lo dijo el ministro franquista José Luis Arrese, en la dura posguerra, destacando los intereses del gobierno, con cierto tono jocoso: “Queremos un país de propietarios, no de proletarios”. Y todo el mundo se lanzó a la aventura, a la esclavitud de verse propietario.
Y así está el país, con una obsesión, no sé si malsana o no, con un mercado de la vivienda hipertrofiado, y una población que ha interiorizado —a las buenas o a las malas— que la principal tarea de sus existencias, en cuanto se pase a la sociedad adulta, es emplearse, endeudarse, hipotecarse, en la compra de “una vivienda”. Aunque resulte que haya de emplear del 40% de sus ingresos en adelante, hasta el 65% y el 80%, en esa tarea las rentas que menos puedan, en proporción directa a sus necesidades no satisfechas.
Mientras, se olvida a ese otro sector de la población, esa es la cuestión, que no puede acceder de ninguna de las maneras a ese sector, y al que solo le queda intentar alquilar algún lugar en el que poder vivir, viendo a su vez que la oferta del alquiler se reduce y se encarece en virtud de una codicia imparable. En virtud de una decantación nada patriotera por enfocar la oferta hacia la avalancha turística, hacia la estrategia especuladora. Puro estraperlo. Se niega que se dispone de oferta para lanzar la oferta, desde el abandono de mucha dirigencia política a quienes menos tienen. En los años “grandes” del boom inmobiliario de Aznar y compañía, se construían más de 700.000 pisos al año. En 2021 apenas se construyeron 100.000. ¿Se acuerdan? Los bancos financiaban el 100%, luego hubo que rescatarlos. Aún no debimos quedar escaldados, por lo visto.
¿Se acuerdan? Los bancos financiaban el 100%, luego hubo que rescatarlos. Aún no debimos quedar escaldados, por lo visto
Y así, se vacían los centros urbanos de vecinos y de comercios y se habilitan las viviendas para los multitudinarios servicios turísticos, mientras se va alejando y encareciendo la oferta, a través de la construcción imparable o la rehabilitación disimulada, o simplemente la oferta de viviendas en ruina, con una población residente que se aleja y que se agobia, porque no llega a poder cumplir sus expectativas de hacerse con una vivienda digna, habitable.
Por mucho que la Constitución intente preservar ese derecho. Porque la derecha ya ha anunciado “recursos de anticonstitucionalismo” ante cualquier intento consensuado, imprescindible y urgente de los representantes del pueblo soberano por intentar sacar adelante una Ley de Vivienda que resulta inaplazable, que mire por quienes menos tengan, que acuda a la necesidad de aumentar el parque de, por ejemplo, viviendas sociales, más asequibles.
Pero no importa si un porcentaje significativo de la población va llenando sus sacas, acumulando patrimonio, recuerdo que son 600.000 pisos los que se encuentran inutilizados, vacíos, a nombre de sus dueños, naturalmente, mientras que, prácticamente, la mitad de nuestra población ve tarea imposible acceder a una vivienda digna, en propiedad o en alquiler, principalmente cuando se trata de rentas bajas y de jóvenes intentando independizarse.
A la vez que el gran negocio es instalar cámaras de seguridad y obsesionarse con la insignificante okupación que llena portadas interesadas, frente a la realidad de una codicia que no encuentra satisfacción plena.
Sin que nadie se acuerde de la realidad rampante, respecto, por ejemplo, a la vivienda social, a la que nuestros gobiernos, durante 30 años al menos, apenas le han dedicado un 2,6% de la construcción total de viviendas, frente al 9% dedicado en Gran Bretaña, al 11% dedicado en Austria y al 32% aplicado en Países Bajos. ¿No deberían avergonzarnos tales datos? Mientras que nuestro líder de la oposición, el señor Feijóo, al frente de sus secuaces, ante la nueva Ley de vivienda insiste en el mantra mentiroso de que “hay que construir más viviendas para que la oferta se adecúe…”, ¿a qué, a quiénes?, ¿a la desigualdad abismal de ricos y pobres?, como para que luego puedan decir que dónde están los pobres si ya han renunciado a pensar en hacerse con una vivienda, en tanto se confía que aumente el volumen de pisos y más pisos en propiedad de quienes puedan adquirirlos, siquiera para aumentar ¿el número indecente de pisos vacíos? De nuevo ¡para especular!
Porque, al fin y al cabo, “no debe ser buen negocio abaratar el suelo público para acrecentar, de verdad, la oferta de viviendas sociales” al servicio de ese derecho consagrado por la Constitución y “no cumplido”. Aunque nos lo demanden incluso desde la OCDE de Europa, frente a los tiburones patrios acumulando viviendas para hacer negocio y más negocio.
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Antonio García Gómez es socio de infoLibre