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Apenas nos da para el bocadillo

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Entre las costumbres más arraigadas de nuestros vecinos franceses está la de organizar unos Etats généraux, que viene a ser una comisión encargada de radiografiar el sector del que se trate. Educación, sanidad, cultura…

En todos los casos es una herramienta útil para saber en qué punto estamos. De lo que sea. Por ejemplo, los Etats généraux de la bande dessinéeEtats généraux de la bande dessinée, creados en 2014 y constituidos en asociación, lanza cada año una gran encuesta para determinar cuál es la situación de los creadores. Y, a juzgar por los resultados presentados en el último Festival International de la Bande Dessinée d'Angoulême, no es bueno.

Si quieren leerlos en detalle, pueden seguir este enlace. Si se conforman con un resumen a vuelapluma, sepan que el sector se está feminizando (cada vez hay más autoras: 27% lo son), rejuveneciendo (más de la mitad de los encuestados tienen menos de 40 años) y precarizando (15% se consideran amateurs, 53% profesionales precarios, 32% profesionales asentados).

"En 2014, 53% de los encuestados tuvieron unos ingresos inferiores al salario mínimo anual bruto, de los cuales 36% por debajo del umbral de la pobreza". Y para las mujeres es incluso peor: 50% de las autoras están por debajo del umbral de pobreza, 67% cobran menos del salario mínimo, un tercio no cotiza…

Unos datos que no sorprenden. "Parece bastante ajustado a la realidad", dice Lorenzo Pascual, editor de Diábolo Ediciones, y en su diagnóstico coincide con Paco Illescas, de Fantasy Mundo. "Esos resultados son la consecuencia de la inflación de títulos que sufre ahora mismo el mercado francés: la oferta aumenta, al aumentar la oferta, pero no necesariamente la demanda, redunda en dos cosas: la primera es que, para poder ganarte la vida como dibujante a través de tu obra, tienes que asegurarte de que tu producto se mantiene entre los 15-20 más vendidos con objeto de que renueven la edición. Y, en segundo lugar, afecta a los honorarios del dibujante (a mayor oferta y menores probabilidades de éxito a priori, peores condiciones)".

Es una tendencia consolidada. "Desde hace ya varios años esa encuesta francesa va mostrando datos de precarización de los profesionales", confirma Olga Carmona Peral. Y eso que Francia posee una verdadera industria editorial de cómic, de hecho, como apunta Fernando Tarancón, de Astiberri, es, junto con Estados Unidos (dominado por el género de superhéroes aunque con algunos cambios en los últimos años) y Japón (patria del manga), uno de los tres en los que se da el cómic industrial, bien distinto al cómic de autor. Diferenciar ambos entornos es fundamental: uno es el de los "formatos preestablecidos, trabajos de género, contratos muy favorables para el editor, pago por página..." y el otro, el ámbito donde "se cobra por derechos de autor no por página, hay menos limitaciones de formato y género, más control por parte del autor..."

Pero sí, en Francia todo se mueve, hay "un relevo generacional, y cambios en el tipo de ediciones". El viejo modelo de gran álbum de tapa dura está en crisis, dice Carmona Peral, lo cual es negativo para los profesionales de toda la vida, si bien abre "un nuevo mercado, de novela gráfica, más cómic americano y manga, cómic digital... Más parecido a lo que hay aquí".

¿Y qué hay aquí?

Desde luego, ni queremos ni nos corresponde hacer un análisis similar en nuestro país, tan solo hemos considerado conveniente realizar (sin pretensión demoscópica alguna) un sondeo orientativo.

Hay casi unanimidad: la cosa en España es peor. Lo sostiene Nacho Carmona, de dreamers.com, antes de asegurar que "muchísimos 'autores' nunca sacan un duro y viven en casa de sus padres, y la feminización no sé si se ha producido". Y, lo sustancial: el mercado local es (el calificativo es mío) de chichinabo. "En España las tiradas son pequeñas, el segmento de lectores de cómic se reduce progresivamente, y las ediciones no suelen superar los 1.000-1.500 ejemplares en el mejor de los casos —dice Paco Illescas, de  Fantasy Mundo—. En cuanto a los honorarios del autor, suelen rondar entre el 6 y el 10% del precio de venta al público del cómic, la mitad por adelantado, y la otra mitad al agotarse la edición (no es frecuente que lleguen a una segunda, y ya no te digo a una tercera salvo contadas y honrosas excepciones). Si hacemos cuentas, por un cómic formato europeo, de 42 páginas en cartoné, que se venda a 15 euros la unidad, si la tirada es de 1.000 ejemplares, el autor recibirá, si lo consigue colocar, 1.500 euros a priori con la posibilidad de lograr otros 1.500 en un plazo incierto. Para que el artista pudiese vivir de sus cómics, tendría que colocar un álbum de 42 páginas AL MES [las mayúsculas son suyas] en una editorial asegurándose de que tiene una tirada mínima de 1.000 ejemplares".

De lo que deduce que la situación del autor español es complicada, que muchos han de complementar sus ingresos con otros trabajos, o vendiendo sus originales y aceptando encargos… "Eso sin considerar los que se quedan por el camino".

Tocar chufa

David López es uno de los asentados, gracias fundamentalmente a su trabajo con editoriales foráneas. "Hay una gran cantidad de profesionales muy profesionales (y mucho profesionales) que dadas las condiciones del mercado editorial en España no tienen salida aquí y están en proceso de encontrar editoriales fuera de España ya sea en el mercado americano o el europeo, pero entretanto tienen que trabajar de otras cosas", nos dice. No siempre fue así.

"Cuando había una industria editorial nacional, la época de las revistas mensuales, había más profesionales que trabajaban para España y luego reeditaban en Europa; ahora hay mucho menos mercado de ediciones desde España para España, paradójicamente llega el trabajo de autores españoles como reediciones de material producido fuera, ya sean álbumes franceses o súper héroes. Tan es así que se han ido modificando las bases de los premios del Salón del Cómic de Barcelona para poder premiar obras de autores españoles producidas en el extranjero".

En su opinión, las editoriales nacionales han ido cerrándose ellas mismas las puertas del futuro al apostar menos por autores de la casa y dedicarse mayoritariamente a reediciones de material extranjero porque "les es más barato comprar derechos y tiene menos riesgo". No todas, claro. Entre las que salva, Dib-buks, La Cúpula o Astiberri.

"Nuestra experiencia en Astiberri —asegura Fernando Tarancón— es positiva, cada vez se vende más de autores españoles, tanto aquí como en el extranjero, hay tiradas más altas... pero, salvo excepciones, no se acerca todavía a lo que se paga en el cómic industrial, las cifras se mueven en un entorno más cercano a la literatura (aunque lamentablemente sin los picos de venta de los bestseller de la literatura)". Es decir, al autor de novela gráfica le toca compatibilizar su realización con otros trabajos que le suponen un ingreso regular de dinero, "como la mayoría de novelistas, poetas o ensayistas".

En ocasiones veo personajes

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Una situación a la que, afirma Paco Illescas, nos vimos abocados "a partir del momento en el que el cómic desapareció como medio de entretenimiento popular. En la edad de oro de Editorial Bruguera, si bien los autores no poseían los derechos sobre sus personajes, sí recibían un salario digno superior a la media que les permitía llevar una vida relativamente cómoda". Al cabo, con la desaparición del cómic en los quioscos, la generación de ingresos para estos dibujantes dependía exclusivamente de las ventas del producto que sólo podía encontrarse en la tienda especializada. "La desaparición progresiva del lector de cómic tampoco ayuda mucho".

Pero todo lo dicho no es necesariamente una maldición. Olga Carmona Peral sabe que puede parecer contradictorio, pero "a medida que el viejo sistema de agencias y grandes grupos editoriales va desapareciendo —y con ellos mucho trabajo de encargo bien pagado— se está creando un nuevo panorama de cómic de autor más libre e independiente. La cuestión debe ser mantener un equilibrio entre libertad creativa y trabajo remunerado, creo que el momento actual va por aquí, y lo que vemos en Francia es el principio de ese cambio en una potencia comercial, por lo que será más lento".

À suivre (continuará).

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